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La final

“Nosotros nunca descendimos” decían con orgullo los hinchas del Social Recreativo Independencia, “y somos los únicos, eh”, agregaban para frenar cualquier tipo de discusión posterior. Era cierto, pero como toda verdad a medias, omitían decir que nunca habían jugado en Primera. En los casi 70 años del club, habían sido un abonado permanente al torneo de ascenso, mezclando buenas y malas campañas, pero generalmente en mitad de tabla, solo los memoriosos recordaban aquella campaña del 72, donde a cuatro fechas del final estaban punteros y no terminaron ni subcampeones. Los motivos para aflojar sobre el final tiene aún hoy infinidad de respuestas, tal vez ninguna se acerque a la verdad.

Pero esta vez sí, este era el año, jugar la final por el ascenso. De local, en la ida, se empató cero a cero, podría verse como un muy mal resultado, pero a poco del final el arquero contuvo un penal decisivo, no se había ganado pero la valla terminó invicta. “La serie está abierta” decía el viejo Arnoldo desde los micrófonos de la radio. Arnoldo tenía una edad indefinida, si hasta nuestros padres de solteros ya escuchaban sus comentarios.

El partido de vuelta se jugaba en el otro extremo… de visitante, miércoles a la noche, imposible viajar, la distancia, la guita, y era más de un día laborable el que se perdía… pero había confianza. En el partido, como dirigidos por el mejor couch, la coreografiara de manos que se alzan y bajan con el “suben y bajan, parecen ascensor” invitaba a la sonrisa, es que San Bernardico tenía un largo historial de ascensos y descenso, pero ojo, tenían experiencia en jugar finales.

Solo viajó un puñadito de hinchas. Los que se quedaron organizaron la juntada en el bar del pueblo. Era todo rojo y amarillo, las banderas y el colorido tribunero estaban entre las mesas y el mostrador. Y esta historia, queridos lectores, tiene que ver con cuatro hinchas mezclados entre los esperanzados simpatizantes… ¡que querían, nada más y nada menos, que el equipo perdiera! Pero ojo… tenían sus mezquinos intereses:

Uno había puteado mal al DT después de una derrota, éste se volvió y lo encaró, dejando mudo al barra brava cuando vio por el rabillo de sus ojos que ninguno de los que lo acompañaban copaban la parada. Hasta su hermano se lo reprochó “Quien más, quien menos alguna piña se ligó en su vida, pero irse al mazo es muy feo, de eso no se vuelve” le había espetado.

Otro odiaba al arquero (para colmo de males catapultado a la categoría de héroe al atajar un penal decisivo). Era el hijo del intendente, que iba por la reelección, y en esto tan nuestro de mezclar las cosas – ¡van a sacar rédito del ascenso! – refunfuñaba, lamentándose aún haber perdido la plata que le generaba ir con sus muchachos a los actos del partido hoy opositor.

Lo del tercero era algo personal; su novia le dijo que se tomaran un tiempo, que estaba confundida, pero los muchachos le contaron que la vieron con el “cuatro”, lo que luego se concretó en noviazgo, y otro le sopló que este rustico defensor le había prometido casorio si había ascenso.

Mucho más ruin era lo del último de los “contras”: no se bancaba que el “ocho” fuera gay asumido… – ¡Puto! las cosas hay que llamarlas por su nombre – decía con odio en su mirada – Este tipo vino de afuera, que se vaya tan rápido como vino para que no contagie a nuestros jóvenes, sin ascenso, pega la vuelta seguro.

Ahí estaban, ocultando cobardemente sus sentimientos, rodeados por gente esperanzada en lograr el ascenso tan esperado.

Adelantamos la historia… últimos 15 minutos y hasta ahora se iba a penales y… gol del equipo rival, el comentarista alcanzó a decir “es gol en contra”, entonces se cortó la luz. ¿¡Para qué!?, sin saber a ciencia cierta, los contras empezaron a repartir culpas según sus intereses, al DT, al arquero, al cuatro y al ocho.

Uno dijo – ¡Poné la radio!

Otro contestó – Está el de la central, estos vivarachos estaban transmitiendo el partido desde la tele, los dueños de la radio no son capaces de poner un mango para mandarlos afuera.

Alguien le respondió – ¡para un cachito! son empresas comerciales, y si los negocios no colaboran con los anuncios, el tipo no va a poner plata de su bolsillo.

– Che, busquen en internet por el teléfono – sugirió otro.

– Se ha cortado, pasa cuando hay viento o lluvia.

– ¡Que querés con este intendente gato que tenemos!

– ¡Naaa, mirá si el tipo va a mandar que llueva o corra viento!

Como estas, hubieron otras discusiones por el estilo, hasta que llegó la luz y el televisor…

– Ha pasado más de una hora – comentó alguien.

– Están las imágenes de los Simpsons.

– Cambialo al otro canal – vociferó uno desde atrás.

– Hay propagandas… esperá, son las y 28, a las y media en punto están los títulos – La espera es una angustia…

Entonces en primer plano aparecen en el vestuario ganador… los hombres del Social Recreativo Independencia, casi como si hubiera estado preparado, los rostros son los del DT, el arquerito, el “cuatro” y el “ocho”. Hay saltos, abrazos, risas, cánticos… han empatado, el gol visitante vale doble, son campeones y han logrado el postergado ascenso a Primera, rodeados por los hinchas eufóricos.

Los cuatro “anti” se miran, primero tímidamente se animan a corear el “dale campeón”, pero después se paran, saltan, revolean camperas… el milagro se ha producido. Pudo más el amor al terruño, al club, a las raíces que las pequeñas miserias que tenemos los humanos.

Escrito por Oscar “El Chino” Zavala para la sección: