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La noche que me enamoré de una mina en el Walmart

No se si es el supermercado más lindo, dudo que sea el más barato, no tiene tantas cosas tampoco, pero abre las 24 horas… o sea que podes ir a comprar cuando se te canten las ganas, y poder ir a comprar un martes a la 1:30 de la mañana sin que nadie joda, sin acumulación de gente, sin embestidas, ni colas largas no tiene precio.

Aquella noche iba, como una vez al mes, a hacer las compras generales, esas en las que siempre te olvidas la mitad y donde realmente te das cuenta de la inflación posta, más allá de los números oficialistas u opositores.

Caminaba tranquilamente, con mi carro a la mitad cuando la vi… amapola nocturna, bamboleando una cintura sublime con ambas manos en la manija del carro (y todos sabemos que viene abajo de una cintura sublime). Diosa total, morocha salvaje. El pelo le llegaba suelto a la cola, lacio, negro como la noche. Iba sencilla, de remera blanca y jean, cargada de esa sencillez que solo a las lindas le queda bien. Caminaba paciente, tranquila y yo iba detrás, aún no la había visto de cara, pero mi instinto depredador me agitaba a pensar que estaba bárbara.

Como un buen onanista nivel Dios rápidamente hice un giro brusco hacia atrás y di toda la vuelta a la góndola para poder cruzármela de frente. Nos enfrentamos en la esquina de los lácteos y el pescado…

Estaba floja de carompa, pero de lomo venía tremenda, así que equilibraba la balanza a favor sobradamente. Además, debo reconocer que si hubiese sido tan linda de cara como de cintura, mis chances de que pase algo hubiesen sido nulas. Estaba justo como mi nivel de “lindas” que me suelen dar bola, así que punto para mí. Pase por al lado de ella y le pude sentir un perfume dulce, rico, de rica, típico. Ni siquiera se percató de mi… punto para la morocha.

Caminó unos pasos, di me dia vuelta y me puse a ver unos productos de la misma góndola que ella. Debo reconocer que ni recuerdo que miraba. Se movió unos metros, me moví la misma distancia, se cruzó de góndola, hice lo mismo. Entonces la mina me miró… eramos los únicos dos en el pasillo, pero me miró. Pero no me miró con ganas de tenerme ganas… me miró con algo de incertidumbre, era raro que justo los dos solos estuviésemos mirando las mismas cosas en la misma góndola. Me di cuenta al toque, pero nada me importaba, verla agarrar ese frasco de dulce de durazno… con esa manito delicada, chiquita, un frasco tan duro, tan firme… veía como lo agarraba de abajo, cómo leía la etiqueta, como con esos dedos finitos no alcanzaba a agarrarlo todo… tan cilíndrico, tan erguido… La morocha se percató de mi cara nuevamente y esta vez mi miró con miedo. Dejó el frasco y siguió caminando. Yo, luego de unos instantes salí de mi éxtasis y me puse colorado… ya se había percatado de mí. Y no de la mejor manera.

La seguí de cerca, se puso a ver los snaks, justo agarró el paquete de Pringles. Esta vez lo tomó con las dos manos. Yo sentí que sabía que la estaba mirando. Verla con ambas manos agarrando ese tubo… Dios. Mi mente estaba en Kuala Lumpur. Me quedé parado mirándola y esta vez se volvió a dar cuenta. Metió las Pringles en el carro y salió rápido de mi vista. Estaba en el horno…

Comencé a seguirla de lejos, escondido entre las pilas de papel higiénico y las torres de arvejas. Cuando podía pasaba por la esquina de la góndola en la que ella estuviese, o daba un rodeo y aparecía “justo ahí” para mirarle el culo o el pelo, o la cintura, o la nariz grande que tenía que hasta sensual se la veía ahora. La espiaba sin que se diese cuenta. Narigona de mi vida.

Estaba en la góndola de los condimentos. Agarró un sachet de mayonesa, lo apretó con ambas manos, como para sentir la textura, mi mente comenzó a volar. Luego tomó la botellita de barbacoa, nuevamente con esa manito divina. El momento épico llegó cuando abrió la salsa César, se puso un poquito en la punta del dedo, tan blanca, tan bizcosa, tan pegajosa, dejándola que chorree y la probó lamiéndola. Yo me agarré la cabeza con ambas manos, iba de yoguin así que casi me tengo que quedar en posición fetal contra la manija del carro para no pasar papelones. Le gustó la salsita, se llevó dos envases al tiempo que reía… me parece que nuevamente se había percatado de mí, pero esta vez no tenía miedo. Suspiré ganador, pero seguí mirándola entre las sombras, como el niño enamorado de su seño.

Entonces llegó a la góndola de los lácteos… específicamente se detuvo en la de los yogures… para que contarles la cantidad de morbosidades que se me cruzaron por la cabeza. Se puso a testear la consistencia de los sachets de yogures, con ambas manos los apretaba como un gatito aprieta la teta de la mamá. Yo no lo podía creer, si algo me llegaba a rozar explotaban todos mis fuegos artificiales ahí mismo. Se llevó dos yogurísimo de vainilla, el blanco. Yo estaba en Disney.

Así la continué espiando durante toda su compra, cargando cualquier estupidez que encontraba en mi camino como para disimular que la estaba siguiendo y que no sabía qué decirle para encararla. Llevaba pilas triple A, aceitunas en bolsa, tres cajas de pañuelos húmedos, un paquete de pasas, dos Naranpol, un maple de huevos de codorniz, dos floreros, un portarretratos, tres macetas y varias cosas más que nadie jamás compró en un supermercado.

La seguí por todo el súper, ya estaba encendido así que todo lo relacionaba con “eso”. Verla comprando huevos, crema, leche, mariscos, muslos de pollo, cerdo, harina, aceite, peras, bananas, melones, zanahorias, desodorante, jabón, salame, mortadela, queso, dulce… yo volaba de placer y ella ya sabía que la seguía como un fisgón morbosón.

Entre risas y miradas caminó hacia la zona textil, más precisamente hacia la ropa interior. Yo parecía un perrito en celo, si alguien me acariciaba las costillas sin dudas habría hecho con la patita como los chocos. Agarró un conjunto de bombacha y corpiño rojo… lo cargó de una en el carro, entonces se puso a probar sobre la ropa un camisón ajustado, transparente, mirándose en el espejo, yo estaba a dos metros de ella, no daba más, era mi hora. Me le fuí acercando y la morocha salvaje dijo “¿cómo me queda mi amor?” dando media vuelta hacia mí…

Sentí como una especie de momento apoteótico, un coro de ángeles bajaron desde el cielo cantando, todo el supermercado se sumió en oscuridad absoluta y una luz de un poderoso reflector me iluminó cándida, una armonía dulce me sumió por completo, tenía ganas de reír, de llorar, de agradecerle a la vida, a Dios, al Diablo, a todos lo santos. El corazón me explotaba, se me salía de la remera, sentía los nervios del primer beso, de la adolescencia, del “si” de mi primer novia, esa sensación sublime de poder, de llegar, de ser, de ganar, de lograr, la expectativa de lo que vendría, de una noche de sexo desenfrenado, lujuria, descontrol, de cómo se lo iba a contar a mis amigos ese viernes, de lo ganador que era que hasta en el súper levantaba. Imaginé todas sus compras, los huevos, la leche, la pera, la manzana y la banana, imaginé la ensalada de fruta que íbamos a hacer, el arroz que cocinaríamos, el bizcochuelo que iba a batir en esa fuente con esta cuchara de carne. Cerré los ojos… paz, amor, bien, amor… amor… amor, algodones, nubes, amor… sexo. Se me dió…

“Te queda hermoso, amor” se sintió de atrás mío… y todo mi circo se desplomó en un segundo. Di media vuelta y lo ví… rubio, divino, grandote, musculoso, ganador, fachero… sin defectos. Venía con otro carro, cargado de cosas. “Llevalo que lo estrenamos esta noche” le dijo a la vil mujer, mal parida, al tiempo que le comía la boca frente a mí, que poco a poco sentía como me achicaba, como empequeñecía al punto de quedarme la ropa grande, me minimizaba, me reducía a una miseria lánguida y asexuada, me sentía blanco, pálido, híbrido, pelado, amorfo, chiquito, indefenso, rendido… ridículo. Tenía ganas de llorar… puto, Dios puto, Diablo puto… los odio, todos putos, odio a todos. Quiero a mi mamá.

Rojo fucsia continué mi camino, sin pena ni gloria me dio hasta vergüenza continuar mi compra. Fui a la caja, que estaba vacía y sola como mi corazón y pague una fortuna por un montón de cosas que jamas en la vida voy a usar.

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