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Las citas de Conep – Capítulo 3

Llegó la hora de reírse con mis experiencias con chicas. Y como siempre digo. Todo esto pasó realmente.

Esto transcurrió a principio de este año, en donde todos mis amigos estaban de vacaciones y los pocos huesos que tenía, estaban con sus chongos vacacionales.

Algo tenía que hacer, y que quise hacerme el “culturoso” he ir al cine universidad, y es ahí cuando nace…

Capítulo 3: Esa extraña muchacha

Martes 4 de enero, el día estaba con un clima desagradable, por lo que tomé mi mochila y me fui al cine universidad. La función de 5,50 estaba media retrasada y el público se impacientaba por ver la película (público entiéndase por 8 personas). Ahí es cuando tanteo para el “coté” y veo una chica que llamaba la atención, como quién dice, con mucha personalidad (por no decir que su vestimenta era rarísima). El objetivo estaba en la mira.

Etapa 1: Toparme con la susodicha

Finalmente se cancela la única función que tenía el cine y, comentario viene, comentario va, logro sacarle el teléfono con la excusa avisarle cuando den alguna película buena porque yo era amigo del friki que te cuenta los resúmenes de las proyecciones que se van a pasar. Mentira. No lo conozco y ni sé cómo se llama. Pero entró como trompada.

Pasado un par de días y tratando de recordar un poco como era la chica, sutilmente comienzo a bombardearla con sms. Hasta que por fin contesta uno. La realidad que no me acordaba bien bien como se llamaba como para chusmetear un poquito por Facebook para ver como venía la mano.

Apelo a mi suerte y le mando un “¿Tomamos algo esta noche?”. Segundos más tarde suena mi celular y un mensaje había llegado a mi buzón. Yo lo miraba desde lejos y la taquicardia ya se había apoderado de mí. Mis manos sudaban y, al mejor estilo “tengo la situación controlada” me abalanzo bruscamente sobre la mesa, agarro el teléfono y, tembloroso yo, lo abro y leo: “Ok, 21.00 Arístides y Belgrano.

Me sentía el Piojo López metiéndole el gol a Brasil en aquel partido. Incluso comencé a festejar haciendo el inflador. Mi vieja me miraba y no entendía nada.

En fin, me acicalo y llegada la hora parto al punto de encuentro.

Conep, sos groso.

Etapa 2: Mejor imposible

Llego y ahí estaba ella, esperándome a mí, si si, a mí. Yo haciendo esperar a una chica. Fue genial. Se cargaba un look muy europeo, desde cómo estaba vestida hasta cómo estaba maquillada. Le quedaba muy bien.

Optamos por ir a Por Acá y nos sentamos afuera.

“-Pedí vos” me dijo. Tipo conocedor de bebidas tenía que darle en la tecla. A todas las mujeres les gusta el Chenin Dulce, asi que pedí uno. Ella no lo había probado nunca y quedó fascinada. Yo ya me sentía un “master of the universe”.

Entre copa y copa le suena su celular. “-¿Hola?– Anita, si decime. — Dale, ahora voy para allá”. Esa frase fue matadora. Un puñal se clavó en mi pecho. ¿Cómo puede ser que se vaya ahora? Hasta que…

“-Si Anita, no te hagas problema, ahora le pregunto, no creo que tenga drama que acompañarme. Ahí vamos los dos para la casa”.

Si, se hizo de día, un sol gigante y quemador apareció en plena Arístides mientras que el tiempo se puso en pausa. Extendiendo mis brazos con los puños cerrados y mirando al cielo grité “¡¡BIIIEEEEEEEEEEEEENNNNNNNNNNNNNNN!!. Después volvió todo a la normalidad y seguimos la charla.

“-Conep, tengo una amiga en casa y me pide que por favor vaya para allá. ¿Me acompañás?” Nada podía salir mejor. Todo encajaba perfectamente para que termine de la mejor forma la noche. “-Sí, obvio, vamos.” Y es así que nos subimos a su auto y emprendimos viaje (¿no les conté que tenía un auto? Si, y me llevó).

Etapa 3: Gato encerrado

Llegamos a su casa y ésta era una especie de combinación arquitectónica que iba desde pilares griegos a la entrada, estatuas a los costados y puertas gigantes. Cuando atino a bajarme del auto me dice: “-Bancame, ya vengo”.

¿¿¿¡¡¡QUUEÉÉÉÉÉEÉÉÉ!!!??? Bueno Conep, pensé, no te vuelvas loco, quizás fue a ver cómo estaban las cosas en su habitación y ver si la cama estaba perfumada. Todo podía ser. Hasta que llega nuevamente al auto, se sube y arranca. “-Tengo Campari, acompáñame a comprar Citric que no tengo.” ¡Ha! ¡Claro zonzo! ¡Era eso! La bella mujer se bajó a ver si había algo de tomar.

Todo venía bien en el viaje hasta que me di cuenta que no parábamos de pasar lugares en donde sí podíamos conseguir el jugo. Pero bueno, quizás conocía un lugar en donde estaba más barato. Y si, cuando llegamos a “el lugar” me imaginé que debía ser barata ahí la bebida, porque era una casa abandonada. “-Bancame, ya vengo”.

Nuevamente me encontraba solo en su auto. Veo por el espejo retrovisor y justo me daba su imagen. Imagen que hizo que se me llenara el culo de preguntas. Ella golpeando una persiana herrumbrada a más no poder. Se abre. Extiende su mano. Se cierra. Pasan 2 minutos. Se abre. Ella extiende nuevamente su mano y vuelve al auto. Mi gran habilidad de intuir cosas me decía que acá había gato encerrado.

Sube, y como quien tira una bolista de monedas al torpedo, ella tira una bolsita… pero… con un polvito blanco. No se dijo una sola palabra más en el camino. Pero bueno, volvíamos a la casa… un lugar más seguro… ¿no?

Etapa 4: Temor a morir

Llegamos y me invita a pasar. Al entrar me dice “-¿Te habrás dado cuenta que acabo de hacer no?”. Tipo canchero yo que las ha vivido todas le respondo: -“Obvio, no pasa nada, pero no estoy en esa”. Diciéndome que no importa me dice que se va al baño para que no me incomodara, toma un rollo de servilletas y parte. Me siento en el sillón y dejo que pase lo que tenía que pasar, como que estaba todo normal para mí.

Pasan los minutos y llega la susodicha al living con los ojos un poco más abiertos y algo acelerada. Casi gritándomedice: “-¿¿¿¿¡¡¡¡¡¡TE PREPARO UN CAMPARI QUERÉÉÉÉÉÉSSSSSSSS!!!!?????. Obviamente accedí todavía con la esperanza que todo tenga un buen final para mi ingle.

Pone música y ya un poco más calmada, mientras yo tomaba el trago, me cuenta que sus padres se dedican a viajar por el mundo, que ella es artista y que le gusta mucho Marta Minujín. Yo no dejaba de verle los pechos hasta que…

Algo raro comenzó a pasar, mis ojos de a poco comenzaron a irritarse y me picaba casi todo el cuerpo. Algo andaba mal. El miedo se apoderó de mí. Lo primero que pensé: “Esta me ha puesto algo en el trago”. El temor de desvanecerme y despertar en su bañera llena de hielo y sin uno de mis riñones se hacían cada vez fuerte.

“-¿Estás bien?” me pregunta. Ya no podía ocultar mas nada. Era evidente que mi organismo estaba experimentando algo. “-No sé, siento los ojos muy irritados, me pica el cuello y el pecho se me está como cerrando, como cuando me da alergia a los gatos”. En ese momento de lucidez le hago la pregunta del rigor: “-No tenés gatos cierto”.

Su respuesta fue concisa y clara

“-Sí, y está acurrucado entre vos y el apoyabrazos del sillón”.

El hijo de re mil puta estaba casi escondido en mí. Sí, en mí. Parecía un tumor que me salía de la cintura. Una bola negra de pelos estaba ahí, durmiendo, muy placenteramente.

En el momento que giro y lo veo salté del sillón y ahí mi sistema inmunológico terminó de colapsar. 19 estornudos por minuto. Ojos llorosos cual drogón. Mi pecho silbaba más que un canario. Las ronchas se apoderaron de toda mi espalda. La cara de la muchacha era de película.

“-Te llevo a tu casa… ¿Querés?

“-Si por favor te lo pido” le dije.

Y es así como con la ventanilla abierta, casi moribundo, me llevó a mi residencia y terminé, una vez más, sin ponerla.

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