Me senté, tenía el tubo en la mano hace más de 15 minutos, no sabía que decidir cuando me atendiese. Siempre me costó hablarle en persona, ¡más me costaba por teléfono! Pero como me encantaba escuchar su voz por ese tubo casi mágico, sentir que la tenía al lado mío y me susurraba en el oído me volvía loco.
Ya tenía unos chistes pensados de antemano, por si tenía que remar esos silencios incómodos. Había salido campeón River hacía poco, el matador Salas la rompió ese torneo y ese pibe Maxi Lopez ya estaba casi vendido al Barcelona, pero el fútbol no era un buen tema de conversación, aunque ella era de River, mucho no le interesaba.
A lo mejor miraba Rebelde Way, podría ser un tema para conversar. Desconocía sus gustos musicales, no sé si es bueno tocar ese tema, hay más posibilidades que no coincidan nuestros gustos, como mucho lo tocaría por encima sin ahondar en el asunto. Podría preguntar si ya escuchó el disco nuevo que sacó La Bersuit, esa banda sí que la está pegando. O podría invitarla al cine a ver esa película nueva de Darín “Luna de Avellaneda” dicen que esta buena y es romántica. Ya llevo 25 minutos con el teléfono en la mano, mejor marco sin hacer tanto ruido para que no escuchen mis hermanos, sino se despiertan y me empiezan a hacer caras y se me cagan de risa.
“Tuuuuuu… tuuuuuu” ¡¡ya está sonando! ¿Qué es lo primero que debería decirle?, pensaba.
“Tuuuuuuuu”, ¡¿Qué chiste debería contar primero!?
“tttt…” – Hola…
Una voz masculina, ¿será el padre? ¿Tiene hermanos? ¿¡De quién será!?
– Hola, ¿Quién habla? – Volvía a preguntarme, mientras trataba de desatar el nudo en la garganta del cagaso que me cargaba.
– Hola, sí. ¿Se encuentra Mimi?
– ¡¿Quién es Mimi?! – dijo, y me descolocó totalmente. ¿Me equivoque de número? ¿Marque mal? Si mire los botones veintitresmil veces antes de presionarlos. Mejor pregunto si es su casa, por las dudas…
– ¿Ahí vive Micaela Bazán?
– Ah, sí. Disculpa, no sabía que le decían así a mi hija… ahora la llamo, ¿vos quien sos?
– Felipe, un compañero suyo – dije, mientras pensaba, y me puteaba. Que pelotudo, por qué no pregunté por su nombre. Quedé como un imbécil con el papá.
– Ahora te la llamo. Espera un minuto…
– Bueno, gracias – Dije, tajante, con todo el pavor del mundo.
Se me hizo eterna la espera, no sé si pasaron minutos, horas o una eternidad. ¿Por qué tardará tanto? ¿La habré despertado de la siesta? Me están comiendo los nervios, ya me olvidé lo que iba a hablarle para romper el hielo, ya ni los chistes me acuerdo…
– Hola, ¿Si? – escuché distraído.
– Hola, Mica. ¿Cómo estás? Soy Felipe.
– No, soy el padre. Mica no está, se acaba de ir hace 10 minutos. ¿Queres que le deje un mensaje? ¿Es por algo del colegio?
– Emm, si… no… Después con ella hablo. Gracias – Respondí estúpidamente, como si me hubieran paralizado las neuronas. Y colgué.
“La puta madre”, dije casi en voz alta, mientras mi hermana se me cagaba de risa en silencio al otro lado del living. Me sentía el más pelotudo del mundo, pero lo haría de vuelta, mañana juntaré coraje para llamarla otra vez…