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Peripecias de una semana sin carne

Les cuento que en una de mis aburridas semanas vacacionales de enero en Mendoza se me dio por probar un curso muy conocido de meditación. Uno de los requisitos del mismo, de los cuales nadie me comentó cuando me vendieron el curso, era que no podía comer carne durante una semana entera o en realidad 6 días. Repito: una semana entera.

Yo no soy de esas mujeres que viven a dieta. Yo hago ejercicio frecuentemente para poder comer lo que quiera cuando quiera y que mis rollitos sigan exactamente del mismo tamaño y en la misma posición que siempre. No tengo complejos con mi cuerpo y mi alimentación es una de las cosas de las que más orgullosa estoy. La semana sin carne iba a ser la semana más odiada de mi vida.

Sumémosle a todo esto el hecho de que soy argentina y los argentinos debemos ser las personas más carnívoras de todo el planeta. Y dentro de la población carnívora del planeta está el tigre de bengala y después yo en el ranking de ¿quién come más carne? Decidí registrar de forma diaria como ocurrían mis días, uno por uno, sin comer carne y como mi cuerpo y mi cabeza cambiaban. A  continuación:

Día Uno.

Voy a la heladera. No tengo creatividad alguna para cocinar. Mi familia compró mortadela, salchichón primavera y salame para una picada, definitivamente puedo llegar a morir esta semana. El profe me dijo que no puedo comer nada con ojos. Solo puedo comer  huevos abortados, no con pollitos. En mi casa cocinaron paella con mejillones y camarones. Saco los camarones, imaginé que los mejillones no lo tenían. Me mando el arroz cubierto de mejillones evitando consultar en wikipedia si los mejillones tienen ojos. Tengo pesadillas con respecto a animales sin ojos corriendo atrás mío. Igualmente el primer día pasa como agua…como los cuatro litros de agua que me hicieron tomarme por día, los cuales hicieron que rompiera el record levantándome a hacer pis 4 veces en una misma noche. Hola insomnio.

Día Dos.

Hoy la carne no es problema. El problema son los 4 litros de agua. Meo cada 5 minutos. Los pantalones tiro alto comienzan a ser contraproducentes. El calor también. Empecé a trabajar justo esta semana en un laboratorio nuevo, el viaje hasta allá es de 30 minutos en tutú y el cinturón de seguridad no ayuda durante el trayecto. Hoy llegué al trabajo, entré al baño de hombres dos veces y me enteré recién al final del día que era “el de hombres” cuando me asusté porque un sujeto sospechoso entró a hacer pis y me encontró a mí. Él estaba más abochornado que yo, creo.

Día Tres.

Mis ideas de comida se basan prácticamente en sándwiches vegetarianos. Ni para ensaladas tengo creatividad. Probé rúcula con queso, rúcula con tomate, rúcula con huevo, etc. Rúcula, rúcula, rúcula. Queso, queso, queso. Tanto queso que no voy a pisar un inodoro en meses.

No tengo pilas, estoy como opa todo el día. No puedo comer azúcar tampoco mate ni café ni ningún estimulante cerebral. El mate era mi suplemento dietario por excelencia, mi vida no va a ser igual sin él. Esto atravesando carencias de cafeína, me veo ojerosa y camino lento. Tomo tanta agua que me traspiran lugares impensados a la hora de hacer ejercicio. Ejemplo: los hombros. Nunca me habían transpirado tanto los hombros.

Día Cuatro.

Las pesadillas con animales se acentúan, aunque ahora duermo mejor y ya le agarré la mano al temita del agua y el pis. Ahora el problema es que cuando no tomo agua se me seca la boca de manera tal que me cuesta hablar y pronunciar las “d” y las “s”.

Hoy me mandé un moco. Desayuné con leche y tostadas como todos los días, y a las tostadas les puse tres toneladas de un queso que las dejaba excelentes. Cuando me fijé en la etiqueta decía: Queso con trocitos de jamón crudo. Con razón estaba tan rico. Ahora voy a tener que hacer 30 flexiones y 40 abdominales para castigarme por el delito que cometí. Pero no me arrepiento. Ese queso fue lo mejor que me pasó desde los mejillones.

Me he vuelto irritable. Reté a todos los miembros de mi familia por no ayudarme con mi vegetarianismo simulado. La irritabilidad se está tornando en una locura automática. Menos mal que hoy vamos a un restaurant vegetariano con los del curso, esto de comer tanto pan integral con verduras va a hacerme colapsar y tornarme color verde. Hulk un poroto.

Día Cinco

Sábado. El vecino tiene unas ganas tremendas de hacer asado y tirarme el humo en mis narices. Me siento como Garfield con la Lasaña. Solo oler carne asada me llena el estómago y me vuelve a la vida. Mi familia no colabora. Mi hermano se manda los mansos platos carnívoros y yo en el limbo vegetariano. Me insitan a pecar; ahora entiendo a los vegetarianos como Lisa Simpson cuando sus familiares quieren cambiarles los hábitos a toda costa y no los dejan ser. Así nunca voy a llegar a purificar mi organismo.

No puedo tomar alcohol, ni vino siquiera. Por ende salir no estaría dentro de mis planes. Mañana se termina todo, voy a aprobar el curso o voy a desaparecer explotando en pedacitos verdes como Flubber.

Día Seis

Eterno. El día más eterno de la semana. Hoy se termina la rutina vegetariana. Hoy me mando todos los platos prohibidos, no va a haber gastroenteritis que me lo impida. No sé si estoy más flaca, porque veo todo borroso y tengo alucinaciones. Veo todo verde.

Terminó el curso, fui a la casa de la más genia de mis lectoras y me agasajó con los postres más azucarados, la cerveza más fresquita y unas empanadas a las que no les pude sentir el sabor de lo rápido que las comí.

Conclusión: comer carne es necesario. Está dentro de nuestra naturaleza y no podemos irle en contra al cuerpo. No estoy en contra de aquellos que decidan no comer nada de carne, pero sí estoy en contra de los que obligan a los demás o intentan a convencer a la gente para que dejen de comer algo, cualquiera sea ese algo. Cada uno tiene que hacer lo que se le cante con su cuerpo.

Lo bueno de esta semana es que al comer menos cantidad de comida y más verdura que lo normal, no adelgacé mucho (porque vegetariano no es sinónimo de adelgazante) pero sí me sentí un poco más sana e hidratada (sería el colmo que no lo estuviera con tanta water que me mandé).La experiencia en general está buena y se la recomiendo a todos. Pero por lo pronto no creo volverla a repetir por un tiempo, y después de este fin de semana largo y 5 asados consecutivos, puedo decirles que la carne nunca me va a cansar. Prepárense vacas, pollitos y porkis, que hay Madame para rato… 

                                                       

Fuente imágen:  http://www.healthytimesblog.com

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