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Reacción de minas y vagos ante la misma situación

Desde los inicios de la vida, hombres y mujeres convivimos en este mundo del orto, separados en dos géneros que son muy distintos entre sí. ¿Cómo puede un pito y una panocha hacernos tan distintos mentalmente? No te lo podemos decir, de pedo terminamos la secundaria y ¿querés una explicación científica? Pero es muy claro que ante la misma situación, hombres y mujeres actuamos muy distintos…

En esta nota para la cartera de la dama y la mochila del caballero, te vamos a describir algunas situaciones en las que el género, por alguna razón, nos hace ser, actuar y pensar muy diferente, casi a la inversa. Para que vean que estudiar es para giles y periodista puede ser cualquiera. Aquí van:

DESPUES DE UNA PELEA

ELLAS: Por más pequeña que sea, nos invade el rencor y nos sube literalmente la bilirrubina hasta la cabeza (lo que nos impide pensar fríamente, como de costumbre). Entonces, tras caer en un pozo depresivo como si fuéramos Silvia Suller, nos dedicamos a enviarles mensajes llenos de ira y reclamos que permitan reflejar lo enojada que estamos, así el flaco tiene tiempo para darse una idea de que durante ese mes, seguramente no le toque ponerla y se lamente por habernos perdido para siempre.

Mientras esperamos que nos responda nuestro tormento y toleramos el reclamo de nuestra madre por no habernos quedado con el vecino de al lado que es stripper y tiene un termo entre las piernas, nos dedicamos a romper cualquier objeto (antes preciado) que nos haga recordar que estuvimos saliendo con un boludo a pilas, pero que es una bestia en la cama. Pasan las horas y el nivel de stress es tan alto que ya eliminamos todas las fotos del celular que nos tomamos con él haciendo “piquito de pato” frente al espejo del baño y nos ponemos más cursis que perro enfermo. Te lamentás cada vez que escuchás alguna canción que te haya dedicado (aunque sea del polaco) y llorás como quinceañera que acaban de desvirgar si escuchás pronunciar su nombre.

Después de horas sin obtener respuestas, jurar que nunca se iban a arreglar y no tener un pelo más para tirarnos, por fin nos responden y caemos al pie, como siempre. ¡Qué fáciles somos!

ELLOS: El hombre es un ser que no gusta de discutir, por ende preferimos dejar que la loca se desahogue sola cinco horas mientras dejamos el celular en modo avión y nos tomamos una siesta cual búfalo alfa. Mientras dormíamos, transcurrió toda una novela que se hizo ella, de la cual nunca nos enteramos y al despertar le hablamos a nuestra chica como si nada hubiese ocurrido, o le terminamos dando la razón para que no rompan más las bolas.

Nuestra forma de relajarnos es jugarnos un Call of Duty o ponernos a hacer algo que disfrutemos de hacer solos y cuando se calman las aguas volvemos al diálogo con nuestro demonio de Tazmania, que ya pasó por su momento de furia y esta lista para volver a ser amaestrada.

DURANTE Y DESPUES DEL SEXO

ELLAS: Cuando llega el momento del acto sexual, te sorprende la rapidez con la que deja tú cuerpo al descubierto. Mientras intentás cubrirte los rollos (que él nunca nota) y el corpiño con abundante push up que está en la alfombra y no querés que vea, lo invade la calentura y te hace practicar poses nuevas que te hacen dudar si era o no virgen como antes te juró su mamá.

Mientras tenés la pierna adormecida en la nuca y la mano en la cintura, te confundís y creés que el flaco no solo quiere coger, sino además bailar “el meneaito” con vos en cuatro. Después del tomentoso sexo que va a impedir que te puedas sentar en alguna silla de madera mínimo por un mes y con los pelos enredados como si tuvieras rastas, esperás con ansias que por fin salga del baño, salte a la cama y te abrace agradeciéndote cada una de las proezas que estuviste dispuesta a probar y se digne por fin a declararte su amor (como la Yésica al Brayan).

Acomodás tu pelo y el rímel que se te corrió durante el breve coito y observás cómo la bestia yace dormido al compás de un par de ronquidos, que será lo más tierno que escuches durante el resto de la noche mi bombona. ¡Pecho!

ELLOS: De pendejito te hiciste mil totas viendo vídeos porno, y cuando la pones querés hacerle a tu novia las mismas cochinadas que viste, la mayoría imposibles para la zapan que cargas o el pito corto que tenés, sumado a que tu novia no es una contorsionista de circo y sólo quiere las poses clásicas.

Luego de concretar el acto, el animal masculino pierde toda conexión con el mundo externo y necesita su tiempo para ver al Real Madrid y fumarse un pucho o hasta para dormitar. No es que no seamos cariñosos, pero la relajación post sexo nos convierte en una especie de planta que sólo necesita respirar en ese momento y que nadie nos pregunte ninguna boludez.

CUANDO CONOCES A SU FAMILIA

ELLAS: Te ponés de novia y además de conocerle el pito al caballero en cuestión, tenés que conocer inevitablemente a su familia. A la mayoría nos preocupa no parecer recién salidas de algún bulo después de prestar nuestros servicios, así que procuramos vestir lo más decentemente que nuestro placard y buen gusto nos permita. Escotes y faldas muy cortas es algo tabú para conocer a la suegra que, posiblemente, tenga todo por el suelo gracias a la acción de la gravedad. Y no queremos salir de su hogar dentro de alguna bolsa negra que impida ver lo más pronunciado de nuestras curvas producto de algún golpe propinado por ella.

Mientras te presentan a la hermana que alguna vez viste en un boliche, bailando un tema “biemm peeola” de la mano de tres negros que querían menearle la cotorra, vas derechito a conocer a tu futura suegra que no acepta que ya pasó los 60 años por lo que sigue usando jeans ajustados que permiten divisar al gran Pappo, como si estuviera vivo. Tú suegro te mira el baúl cada vez que le das la espalda y sin disimular, le guiña el ojo a su hijo y podés leer que de sus labios pronuncia “hijo e tigre” con lágrimas en los ojos.

Te esmerás por caerle bien hasta al perro que puede percibir que estás con la tía del campo y te persigue por donde vayas, te volvés una completa Isaura ya que estás dispuesta a lavar los platos cada vez que te invitan a cenar, aunque la mamá de tú novio deteste cómo pasás la esponja en su porcelana frágil. Evitás reírte como la enana feudale y sos toda una lady.

ELLOS: Los padres siempre flashean que su hija es una princesa, por más que sea una trola terrible y se la ande chupando a todos, y cuando te toca ir a conocerlos te interrogan para ver que des la talla y seas un pibe de bien. Tenés que caretearla mal y hacerte el simpático/interesante/buen pibe lo mejor posible. Bajón mal cuando la hermana de tu novia está infernal y le querés relojear el orto sin que todos se den cuenta que sos un pajero nivel notero hot de Cronica TV. La posta es que tu laburo suene interesante, tipo “encargado de sanidad de cristales de zonas urbanas”, en vez de decir limpia vidrios de la Costanera, y que la familia crea que sos un emprendedor nato y no un vendedor de marimba como lo que sos.

QUE PIENSA DE LAS AMIGAS/OS DE SU PAREJA

ELLAS: Para las mujeres al hombre le gusta la chumina desde la cuna, sino fíjense de dónde sale al momento de nacer. Dejando de lado aquel mote de descarado y bichero enmascarado, sabemos que los vagos con los que se junta son unos enfermos de la cabeza que sólo piensan casi obsesivamente en ponerla, donde sea, si es con alguna veterana de 70 años dispuesta a realizarle el tan anhelado petardo ¡bienvenida!

Más allá de ese pequeño detalle de infieles y de creer que cada vez que sale de joda con los pibes puede llegar a traer consigo algún hijo por reconocer, nos altera ver todos los videos llenos de porno amateur que se mandan en su grupo de whatsaap “los más capitos”, lo que siempre nos lleva a pelear como wachiturra afuera del boliche por nuestro hombre en disputa.

Somos conscientes que nunca nos van a querer y que definitivamente ¡no son nuestros amigos! Porque sabés que sus amigos son unos bagayeros que quizás en alguna noche, tras tomar nafta del pico lo hagan tranzar con “el cacho” que se hizo las gomas y quedó DI-VI-NO.

ELLOS: El hombre como buen salidor, huele a kilómetros a la concha floja, por lo que desconfía de “esas turritas” con las que sale su novia y no le gusta que salga con ellas. Sin embargo hay algunas que están más buenas que leer la mente, y como lobo feroz que es espera ansioso un centro de alguna de ellas para darle sin remordimiento.

Como siempre está la turra que te comiste alguna vez, o la que te conoce tu pasado oscuro que cada vez que ve a tu novia le recuerda lo sorete que fuiste, y cada vez que salís te está vigilando como un búho para que pises el palito y salir a contarle a tu novia. Forra.

EN LA PREVIA Y EN EL BOLICHE

ELLAS: Después de insistirle a alguna amiga para que salga con nosotras a bailar y así olvide al ex que se comió “al Cacho”, nos preparamos todas juntas en una misma habitación.

Maquillaje de todos colores, zapatos ortopédicos y la ropa en el suelo son el escenario ideal para torturarnos por no tener nada para ponernos o que nos quede mejor que a una amiga que no nos cae del todo bien.

Después de horas de lamentos por amores que no fueron, probarnos ropa que deje a la vista la parte más fatal de nuestro cuerpo y de sacarnos selfies hasta con el hermanito menor de una de ellas (que si tuviera un par de años más le entrarías con gusto) nos vamos para el baile.

Una vez ahí, nos molesta profundamente que por el hecho de llevar un escote profundo, nos volvamos presa fácil para los virgos que van al mismo lugar y tener que escapar de cada nabo al que se le ocurre mirarnos las tetas, aunque sólo sea gracias al push up. Nos ponemos más amargas que culo de vieja y odiamos que nos toquen el pelo al pasar o nos quieran comprar con un vino que se robaron de la barra. A veces, aunque les parezca increíble, queremos salir y bailar entre nosotras. ¡Así no la vas a poner papu!

ELLOS: La vestimenta no es un impedimento, podemos cambiarnos 2 minutos antes de salir y chau, usando el jean comodín, las zapas de siempre y una camisa. La previa con los pibes consta de escuchar cumbias de mierda, tomar brebajes diluidos y ponernos a gritar como imbéciles, porque cuando estamos entre vagos somos mansos cavernícolas. Ni hablar cuando se acaba el escabio, entramos en un estado de locura que nos lleva buscar restos de sidra de año nuevo, y sin eso ya recurrimos al Benadryl de tu vieja o a la lavandina Ayudín que hay en la casa.

Ya en el bolo, y bajo los efectos del escabio, se hace difícil contener la necesidad de clavar la batata, y comienza una cacería que, cuando las horas van pasando, se pone cada vez menos selectiva y da lugar a que le queramos dar a los patovas si es necesario, o algún trava de esos que en la noche camuflan bien el paquete de yerba que llevan bajo los pantalones. Porque el instinto animal no descansa nunca, y se potencia con el pedo que cargamos, por lo que usamos todo tipo de artimañas tales como decir piropos sacados de los chicles Bazooka, agarrarlas del pelo o de la mano como trogloditas.

CUANDO VEN JUNTOS UNA PELÍCULA

ELLAS: Ver una peli en completo silencio es una tarea bastante difícil para nosotras que hablamos hasta con los trapitos de la Arístides. La compañía de nuestro novio nos sirve de “mata burro” para que nos explique con todo el amor que lo caracteriza por qué aparece Paul Walker en rápidos y furiosos si se murió hace dos años.

Nos levantamos para ir al baño 10 veces mientras transcurre la película y al volver es infaltable la frase ¿Qué pasó? ¿De qué me perdí?

Amamos las películas románticas y soñamos con que el corqui que tenemos al lado se parezca un día al protagonista de “diario de una pasión”. Nos aburrimos fácilmente y acudimos al macho alfa en busca de un poco de atención, que pocas veces obtenemos. El plan es nunca dejarlo ver la peli completa.

ELLOS: El macho vive su momento de gloria al sentarse frente a la TV a ver una película, mejor si es alguna de Stallone o Van Damme y se regocija al ver las conquistas de los personajes y lo buena que está Megan Fox. Es nuestro único momento dramatismo cursi y posterior emoción, y lo vivimos de forma intensa sin sacar la mirada del televisor. Odiamos las películas de amor, no porque no tengamos sentimientos, sino porque esas películas donde los hombres son la ilusión de un príncipe inexistente en este mundo actual, nos hacen quedar para el orto, como malos novios y las minas terminan pensando que se merecen algo mejor que el pobre tipo con el que están. ¡CHUPAME LA PIJA DIARIO DE UNA PASION!

Y así es como repercuten emocionalmente cada uno de estos temas en cada género. Podremos decir mil cosas del género opuesto, ellas podrán ser locas y adictas al pito duro, ellos infieles y adictos a la panocha, pero hay algo que jamás podrán ser: una estrella porno.