/¡Ay la madre que lo re parió! ¡Tiembla Mendoza!

¡Ay la madre que lo re parió! ¡Tiembla Mendoza!

5:15 de la mañana suena el despertador para el gordo que se levanta a trabajar. “10 minutos más y arranco”.

-“Bueno, pero programá la alarma”.

Cuchareamos, nos abrazamos esos minutitos más de fiaca. Otra vez nos quedamos dormidos.

¿Quién está golpeando la puerta? ¿Desde cuándo tenemos colchón de agua? Tenemos que arreglar los elásticos de la cama ¿Qué hace el Negro saltando acá? ¿Otra vez zonda? Todavía la resaca del sábado. Una manada de elefantes en la vereda. El vecino con el taladro ¿Qué es ese motor de camión?

Todas esas preguntas e ideas chotas que se mezclan entre el sueño y la realidad.

Chan, chan, chan, TIEMBLAAAAA.

Agitados, con caras de pelotudos, nos cacheteamos entre ambos para saltar de la cama.

“Dale que está temblando”.

Los dos en bolas en la oscuridad de una casa vieja, tanto como los años del descubrimiento de América.

 “¿Qué hacemos? ¿Dónde puta mierda está la ropa? ¿Por qué dormimos en pelotas? ¿Y el corpiño? ¿Dónde está la remera? ¿Me enrosco en una sábana y salgo corriendo? ¡Quiero a mi papá! Tengo miedoooo, abrazame…”.

-“Cambiate, pelotuda, dale”.

Cara de puchero y pan triste.

Cazo unos jeans, un polar y a la calle. Pero las manos se me hacen un nudo, las neuronas chocan al ritmo del temblor. Me convierto en la mujer más pelotuda del mundo.

El Negro durmiendo como un hijo de puta. Ese perro no sirve de alarma ni de seguridad, en absoluto. O es un mito eso de que ladran porque perciben los sismos o es un caso especial este choco.

El gordo se va a trabajar y yo me quedo sola, junto a una frazada, el teléfono fijo, el celular, una botella de agua, un paquete de fideos y un par de curitas. Tengo el botiquín listo para cuando lleguen las réplicas. Sigo cagada en las patas. 

Fuente de la imagen: http://roiiblog.wordpress.com/2011/07/26/el-miedo/

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