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Tipos de asadores

Hace un par de semanas les escribí sobre este ritual al que los Argentinos le llamamos «hacer un asado». Pueden leer la nota titulada «El ritual del asado Argentino» haciendo click acá.

En esta ocasión voy a ser más específico y les voy a contar sobre los diferentes tipos de asadores con los que me he cruzado. Comenten al final de la nota a ver si falta alguno…

¡Y que viva el asado!

El arquitecto

El tipo es un estratega del asado, comienza planificando la cantidad de «materiales» para el fuego (leña, diario, madera) y luego digita todo con la precisión de un reloj Suizo. Arma la pira de leña como un verdadero castillo medieval y luego distribuye las brasas una a una para generar el poder calorífico preciso en cada sección de la parrilla. Observa con detalle el paisaje carnívoro, mueve con pulcritud cada corte, revisa con ojo detallista la cocción de cada parte. Un artista el vago.

El precoz

Este personaje anda al palo todo el día, labura a mil por hora, hace trescientas cosas por segundo, se mete en cuanta pelotudez aparezca, siempre apurado, siempre atrasado, siempre estresado. Esta forma de ser la traslada a lo sexual y culinario; o sea que coge mal y en dos minutos y hace el asado mal en menos de una hora. Pone fuego, mucho, excesivo, luego mete la carne de una y la arrebata. El asado le sale negro por fuera y crudo por dentro. Es un asco.

El rituálico

Para él hacer el asado no es solamente cocinar, sino que es toda una misa, una procesión. Se toma el tiempo necesario para comprar desde la leña hasta las ensaladas y arranca la ceremonia con una parsimonia y formalidad digna de un eclesiástico. Cada parte de su misa tiene un motivo, una razón de ser y una dinámica. Él las respeta a todas y cada una, generando un asado exquisito, en su medida justa y para todos los gustos.

El puchero

Este se ha hecho fama de «buen asador», pero en realidad es uno más del montón, sólo que descubrió un secreto gastronómico muy bien guardado: «cualquier carne a las brazas, con tiempo, sale tierna». El tema es que el vago se ha llevado a pecho este refrán y se abusa mal. Te tiene un costillar en ocho horas, un lechón en diez, un corderito en cinco y, sorprendentemente para el asado se toma las no módicas cuatro horas. El asado sale tierno… pero tierno como la carne hervida. No sabes si estás comiendo a las brasas o a la olla. El nivel de amor-odio que genera este estilo de asador es muy equitativo y asunto de profundo debate filosófico.

El vanguardista

Moderno y extrovertido si los hay. El vanguardista siempre trae recetas nuevas, menjunjes innovadores y novedosas maneras de hacer asado. Está en boga, en la cresta de la ola del asado. Recetas nuevas, ideas revolucionarias, maneras locas de asar la carne. Nunca hace un asado tradicional, siempre trae algo con qué fusionar la carne y genera resultados controversiales. «El que no arriesga no gana», así que el loco se la ha jugado tanto, que las veces que ha fallado es perdonado por el resto de los comensales.

El pasado

A este le encantan los excesos, entonces aprovecha la juntada de los findes para abusar de cualquier droga que tenga al alcance de su mano; escavio, faso, pastillas, merca, papusa, merluza, todas los dejan bien parado y re colocado. El problema no es su adicción, sino que a veces agarra la parrilla y hace asados re contra mil pasado de falopa. Y ahí lo tenes… le pone limón a las cotillas, le tira el huevo arriba del vacío, mete los pimientos al fuego, pone la cebolla sobre la parrilla, no sala la carne o lo que es peor, le pone azúcar. Un desastre. Si todos están drogados como él puede que pase tamaño sacrilegio.

El ensalada de fruta

El tipo no es como el vanguardista, pero roza lo vegetariano, así que sus asados son una fiesta de sabores y color. En la misma proporción de la carne, el vago le manda pimientos, berenjenas, papas, zapallos, camotes (o batata para los porteños) cebollas, ajíes, tomates, etc. Al principio los amigos lo re putean, pero con el tiempo les empieza a gustar de vez en cuando que «el ensalada de frutas» haga su verdulería a la parrilla.

El básico

Conservador y de derecha, el vago no se la juega por nada ni nadie. Va al hueso, al grano, a la fija. Para él, el asado es de carne, a lo sumo una costilla. Las achuras y los embutidos son «parrillada» o «asado de putos», así que el asado del básico, consta de vacío, entraña, lomo, etc. Sólo carne. El único «extra» que es aceptado por él es el pan, el cual es infaltable. Si es algo osado le suma ensalada de lechuga y tomate, cortado en pedazos grandes y solo para aquellos a los que le «tiemble la cola» según él.

El histérico

Este tipo tiene una duda con la vida, nunca puede terminar de elegir conforme una opción, porque se pregunta cómo habría sido la otra. Es indeciso, dubitativo e inseguro. Gasta fortunas en psicólogos y necesita la aprobación todo el tiempo del entrono sobre cada paso que da. Le da mil vueltas a sus parejas, mil vueltas a sus laburos, mil vueltas a los estudios y, por supuesto, mil vueltas a la carne. El «vuelta y vuelta» es una utopía para él, que termina mareando la carne y perdiendo el control de cualquier punto de cocción específico.

El tiempista

Parecido al «arquitecto» el tipo tiene todo calculado de antemano; cuánto tiene que tener la pira encendida antes de sacar la leña  para que la brasa sea buena, cuándo se pone la carne, cuándo los choris, cuándo las morcis, cuándo las achuras. Anda con un cronómetro y pobre de él si se lo olvida, pregunta frenéticamente la hora cada dos minutos. Es un enfermo obsesivo y no tolera que se le pasen  ni quince segundos cualesquiera de las etapas. Apenas agarra la primera tabla el flaco ya te dice a qué hora van a estar todos sentados en la mesa… y es muy difícil que le pifie.

El campero

No importa si vive realmente en el campo o en un departamento en el centro, el campero cae lookeado al asado como un verdadero gaucho. Esto le da un aura de conocimiento y sabiduría. Viene con sus bombachas, su boinita, alpargatas, un cuchillo con cabo de cuerno de alce y un tenedor igual de filoso. El campero toma vino en bota mientras hace el asado y ama escuchar folclore o que suene una criolla. Suele ser excelente asador de «bichos», como jabalí, vizcacha, chivo o llama.

El experto

El tipo es modesto, se parece a uno más del montón, viene de perfil bajo y nadie apuesta mucho por él. Comienza callado, no hace espamento, dispone del fuego en silencio, pone la carne despacio, cabizbajo, sin «levantar la perdiz». Entonces, cuando todos están en cualquiera, despliega sus conocimientos absolutos sobre el tema y sorprende a los comensales preguntando por «el punto» en el que quieren la carne. Algunos se quedan atónitos, otros no lo pueden creer y varios desconfían de las palabras del muchacho. Pero no… el tipo es un capo, un diamante y cero vendehumo, así que saca cada corte «al punto» pedido por los comensales. Una manteca.

El embelequero

Este muñeco ama los accesorios, los zarcillos y las herramientas. Es el típico del grupo que tiene amoladora, circular, llaves tubo y herramientas de todo tipo. Una especie de McGyver venido a menos. Como es de esperar, el loco cae con todos sus accesorios al asado. Desde una valija enorme con un montón de especias, donde cada frasquito tiene su etiqueta, hasta la cajita con todos sus utensilios de asador. Cuchillo, tenedor, palita, pinche, pinza, cepillo, palitos para brochets, pincel, etc. Incluso en el baúl del auto lleva un disco y una espada para hacer giladas a la llama por si pinta. Un capo.

El rata

Siempre se queja del precio de los asados, así que cuando le toca comprar a él, es el «Lita de Lázzari» del asado. Va a siete carnicerías distintas para comprar un sólo asado, porque en una tienen de oferta la costilla, en otra es barata la achura y en una de más allá tiene «regalados» los choris. Pregunta hasta último momento la cantidad de comensales y se re calienta si se suma uno más al final, porque el vago calcula justísimo la cantidad de carne. El asado termina saliendo 20% o 30% menos de lo normal, solo que es un asco, con altísimas probabilidades de haber comido carne de caballo o de otro animal no vacuno y siempre con gusto a poco. Ni hablar de postre o picada, eso para él es de «oligarca imperialista».

El subtítulo

No hace el asado, no es personaje de la película, no toca ningún pito en la banda, pero ahí lo tenes al molesto, al cansador, al aburridor, al hijo de mil puta moscardón pesado metiendo comentarios sobre cada acción que el asador en cuestión realiza. Que «le falta calor», que «le sobra brasa», que «dalo vuelta», que «¡que frío tiene este asado!», que «esto todavía no se pone», que «¿cuándo pones las morcis?», que «¿o le pones aliño a esto?»… ni hablar cuando pretende meter mano… para un asador de fuste, esa acción es merecedora de por lo menos una cachetada en la mano o un reto virulento y serio. Temerario pelotudo que viene a meterse en lo que no le incumbe.

No obstante, seas uno u otro… ¡Un aplauso para el asador!


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