Jesús (porque se llamaba Jesús) Quinteros estaba postrado en silla de ruedas desde hacía una década a causa de una bala perdida. Un balazo destinado por ahí a ahuyentar a los pájaros, o quizá tirado al aire para celebrar el año nuevo, porque fue un minuto después de la medianoche del treintiuno que Jesús recibió el balazo, o tal vez porque alguien celebraba que Instituto le ganara a Talleres, no se sabe. Hace diez años que Jesús reza postrado en la silla, y finalmente hoy sus plegarias fueron atendidas: se incorporó de la silla, dijo Alabado sea el Señor, y comenzó a andar por sus propios medios.
Al principio sus piernas tambaleantes lo obligaban a aferrarse a algún mueble para no caer, luego comenzó a andar normalmente y una hora después corría por la calle hacia una armería.
En la armería compró las armas más modernas: una AK-47, una ametralladora de repetición F-45 y un arcabuz de yapa. Compró municiones para reventar a un ejército completo y volvió a su casa.
La primera noche tiró doscientos tiros al aire.
Dos policías vinieron, alertados por los vecinos, pero Jesús no se amedrentó, tenía bien estudiado el libreto: dijo que estaba tratando de ahuyentar unos pájaros que lo molestaban y no lo dejaban dormir.
-Comisario, tenemos un masculino de unos 45 años aproximadamente, tez blanca, disparando para ahuyentar a las palomas -dijo el policía por la radio.
-Déjese de joder, Benítez, estoy en este momento con mi mujer, que está a punto de parir -se escuchó por la radio.
-Comisario, vamos a proceder en este momento a verificar si el masculino de tez blanca tiene autorización para portar armas.
Jesús sacó el registro de conducir vencido, lo pasó por los ojos del policía sin soltarlo de la mano y luego lo guardó rápidamente.
-Todos los papeles están en orden, como ve.
El policía, Benítez, todavía shockeado por la victoria de Donald Trump y sobre todo por la bochornosa caída de Argentina frente a Brasil en eliminatorias, tenía la cabeza en otra cosa y dejó pasar el hecho, subió al vehículo policial y se marchó rumiando: A Bauza parece que le gustó la película Los 101 dálmatas, porque convoca a todos los perros.
De los doscientos disparos, al menos veinte habrán ido a parar a la columna vertebral de alguno, pensó Jesús, y con ese pensamiento en la cabeza se apoyó sobre la almohada y durmió profundamente, como nunca antes.
La noche siguiente tiró quinientos disparos al aire y luego vino la policía.
-Comisario, el masculino de tez blanca dice que disparó al aire para celebrar el año nuevo.
-¿Qué año nuevo, pelotudo?, si estamos en noviembre y mi mujer parió quintillizos, carajo cómo voy a hacer para mantenerlos a todos, me tengo que cortar la pistola…
-Comisario, dice que él celebra el año nuevo chino, que es justamente hoy según el antiguo calendario de Chao-Ching, según me informa el masculino.
Jesús pasó nuevamente en cámara rápida la licencia de conducir por las narices de Benítez y la guardó. Y Benítez se marchó en el vehículo policial, aunque burbujeaba en su cerebro la idea de que estaba siendo forreado. Pero mantuvo la calma, hay cosas peores en el mundo, como tener que enfrentar a Ecuador en las alturas de Quito, a Uruguay…
La noche siguiente, quinientos disparos al aire.
Benítez bajó del patrullero y dejó en el asiento un libro de comics que había tomado de la biblioteca de su padre, se acomodó el cinturón y palpó el palo de abollar ideas, luego se acercó a Jesús.
-Estoy celebrando porque ganó Instituto, el club de mis amores.
-Instituto perdió estrepitosamente por goleada.
-Ganar es perder. Pero claro, ya entramos en terreno filosófico y… -Jesús tenía bien estudiado el libreto.
-Comisario -dijo Benítez por la radio-, esta vez lo tengo agarrado de los huevos, Instituto perdió y el masculino alega celebrar que ganó.
-Benítez -se escuchó por la radio-, usted no sabe nada: ganar es perder también, y lo único que tiene agarrado de los huevos es su propio pene. Deje que el hombre siga celebrando. Hay que celebrar, carajo.
-Comisario, pero… -y dejó las palabras en el aire, mientras pensaba que nos llenaron la canasta en el Maracaná y no hay nada que celebrar.
-Lo dejo ahora, Benítez, una bala perdida entró hace un rato por la ventana del hospital y mató a uno de los quintillizos. Una boca menos que aliment… perdón, quise decir: tengo que decírselo a mi mujer y la puta que lo parió.