Uno por ahí tiene esos arranques locos, nadie nunca soñó con desenfrenarse de esta forma, pero a veces pasan estas cosas, uno los tiene y cuando se dan hay que agarrar viaje, porque el tren pasa una vez y si no te lo tomas… Que lastima.
Todo puede pasar un día normal, un poco aburrido, un día de mierda. Pero nunca te adelantes al destino, que te guarda muchas cosas y siempre es el que tiene la razón. A mí me paso en mi laburo ¿Quién lo iba a pensar? ¿Muchos tuvieron esa fantasía? ¿Alguien tuvo sexo desenfrenado en una bodega? Y bueno, ya me imagino que se estaban empezando a preguntar. La verdad nunca se me había pasado por la mente, tenía la idea del “donde se come no se caga” pero parece que cuando te impulsan tus instintos más profundos, no hay leyes ni reglas que te paren.
Ese día no había mucho movimiento, los fines de semanas de junio no son buenos para el turismo (y menos los domingos), no había tenido ninguna visita ese día y la bodega estaba vacía. En una de esas llega un auto, se estaciona, y me agarro curiosidad.
– Mica, ¿Teníamos alguna reserva hoy para visita?
– No, fíjate que onda, en una de esas no es nada.
Y bueno, enfile para la puerta y… Y que les puedo decir, nunca había visto una mujer así, tenía unas curvas tan imponentes, una remera bien ajustada que aprisionaba unos maternales pechos, una cola que parece que fue esculpida por Miguel Ángel. Era una diosa, pero también ¡era un infierno! Se notaba un poco contenta por los efectos del vino, las bodegas abundan y el vino también.
Era como un torrontés, por afuera era suave, pero cuando la probabas, era intensa…
Me dijo el chofer que no tenía reserva, que venía con esta chica de Australia y que si era posible hacer una visita a la bodega, no quería tomar vino por que ya había tomado mucho, solo quería ver la bodega ¿le podía decir que no? Si era como estar a los pies de venus. La puta madre, seguro que la visita la va a hacer Mica… a, no para, no habla inglés. Tenía todas las de ganar. La salude con dos besos en las mejillas, como acostumbramos en la bodega, de costumbres españolas y empezamos la visita.
Era obvio que algo había, puede ser el efecto del vino, o alguna conexión de valla uno a saber dónde, la cosa es que agarramos onda ahí nomás… el inglés lo hablo sin problema. Me gustaba algo un poco más allá de ese cuerpo infernal. Cuando le contaba algo y se reía nos quedábamos mirándonos a los ojos un rato, tenía unos ojos marrones claros, como si fuera el color de la miel. Y ya se me fue empezando a soltar la cadena.
Íbamos por la mitad del recorrido, justo entrando a la sala de barricas cuando empezó a pasar todo, primero fue un roce pasajero, casi tonto, pero después ese roce se convirtió en caricia, esa caricia en manoseo y ya no daba más, le comí la boca a ese caramelo de dulce de leche repostero, ¿vieron que cada persona tiene un gusto especial cuando la besas?, bueno, este era una mezcla entre vino, menta y mucha lujuria. Romper las reglas del trabajo y salir de la formalidad, eso me volvía cada vez más loco.
Era un como un blend, la delicadeza del pinot noir y el vigor del cabernet sauvignon…
Cuando nos separamos para respirar un poco, la apoye arriba de una barrica. Bien despacio empecé a bajar por ese cuello delgado del cual colgaba una cadena de oro y empecé a sacarle un jean que estaba bien ajustado, estábamos solos, ¡nadie se iba a enterar de nada! Ahí nomás empecé a trabajar en la parte baja, era una de esas que parece tímida, no se dejaba mostrar. Me agarro de los pelos y empezó a gritar muy despacio, como si fuera una nena asustada, me apretaba, quería más… Ni bien pare salto de la barrica y me tiro contra un rincón desabrochándome el pantalón, bajo como si estuviera desesperada, como si fuera su primera vez, pero ahí se tranquilizó un poco, agarro lo mío con una mano y empezó despacito por la punta con unos juegos de lengua que me volvían loco, no sabía cómo hacer para no acabar, me mordía el brazo, me agarraba el pelo ¡era una experta! ¡En mi puta vida se me había ocurrido hacer esto!
Frutada, como el mejor malbec…
Y entonces la agarre de la cintura y le saque la remera, tenía unos pezones duros y pequeños, me faltaba cara para poder morderlos… Y ahí sin más la puse apoyando las manos en el barril y entré en ella, así como vino, y empezamos a sacudrinos bien violento, cada vez que la metía emitía un grito casi sordo, un leve jadeo, como me gusta a mí, sus pechos rebotaban contra la madera de la barrica ¡era insólito!, jamás se me iba a volver a dar. La agarre de los pelos y sentí como empezaba a brotar un líquido tibio de su entre pierna, ¡ya no daba más! Pero tenía que seguir, no podía terminar así…
Me agarro la mano, me chupo un dedo y me pidió que se lo metiera en la cola… Me volvía loco el hecho de poder hacer eso. Entró uno, entró uno más y hasta un tercero, con fuerza, pero entró. Después empecé metiéndole mi pene bien despacito. Fue un grito mezcla de dolor y placer, un poco más fuerte que el otro, ya estaba hipnotizada, me agarro el cuello con una mano y empecé a comerle esos labios carnosos y sedientos de acción. Cuando ya no pude más le acabé en la cola con un suspiro fuerte y largo, me sentía en una dimensión distinta.
Era dulce, como un chenin o un moscatel tardío…
Ojalá pudiera haber durado más, pero ya estaba por cumplirse el tiempo de la visita y si seguíamos mi compañera podía sospechar, subimos como si no hubiera pasado nada, se subió al auto me miro de reojo con una sonrisa pícara y se fue. Nunca más supe de ella, nunca le pregunte el nombre, ni en que hotel estaba, esas son cosas que pasan una sola vez, y nunca se lo conté a nadie, hasta ahora.
Esa no fue una tarde más de oficina, fue una tarde de vino, pasión y mucha, pero mucha lujuria y desenfreno.
Nunca más voy a poder comprender esa mezcla de aromas y sabores, no se puede comprar ni con el mejor vino…