Las agujas del reloj marcaron las 13:30 de la tarde, nos repartieron unos documentos donde mostraba como deberíamos hacer la tan poco emocionante tarea cuasi-profesional; lugar, fecha de inicio y caducidad, qué debíamos llevar y cuáles serían las tareas a realizar.
Nos tocó el mismo lugar de práctica con Cande y empezábamos al día siguiente, por lo cual quedamos en desayunar en el centro y llegar juntas.
Al llegar estaba lleno de flacos con traje, minas con camisa ajustada y faldas negras hasta arriba de las rodillas, creo que ninguna de las dos había estado nunca en un lugar tan formal. Nos dirigimos a la parte de administración, que era en el lugar donde ambas debíamos empezar el quehacer.
– ¿Ustedes son las dos alumnas que vienen a las pasantías? – por esta pregunta, ambas volteamos, para encontrarnos a una chica alta, con un bléiser negro y una falda negra ajustada, pelo oscuro, unos ojos negros muy bien delineados, y unos cuantos papeles entre sus manos.
– Sí, somos nosotras – respondimos a dúo
Nos sonrió y nos invitó a pasar a su oficina, nos mostró y explico que papeles teníamos que llenar y cómo era el movimiento de la empresa. Nos dejó unos libros diarios que llenar, para cerrar la puerta tras ella y abandonar el lugar.
Las horas pasaban y los libros diarios se iban llenando, una vez que terminamos el primero, tenía que llevárselo al contador que estaba en el segundo piso.
Subí las escaleras y busqué la oficina correspondiente, toqué dos veces y entré…
Me encontré con un tipo de mas o menos unos 28 años, un poco más quizá, de una altura promedio, una espalda trabajada que se hacía notar a través de una camisa blanca ajustada, unos pantalones de vestir que mostraban unos considerables atributos, tanto delanteros como traseros, tenía la camisa arremangada, lo cual dejaba ver dos brazos trabados… Estaba de espaldas, mirando hacia el exterior por un enorme ventanal que tenía esa oficina.
Se puso de perfil, como notando que alguien había ingresando a la oficina, sin darse vuelta, solo rotando un poco el rostro, sin dudas el perfil más hermoso que había visto, un corte de pelo con una mezcla de militar con mohicano y color castaño… pero ¡Que vivan las pasantías!
De repente me empezó a gustar todo, la contabilidad entera, los movimientos de la AFIP, las imposiciones, las tasas de impuesto, ingresos, egresos – quedate pasivo que me pongo en activa y te hago un balance yo – pensaba
– Buen día me dijo – con una voz ronca que derretía a cualquiera – Sos una de las chicas que venía a las pasantías ¿No? – me dijo acercándose a saludarme con un beso en la mejilla
– Si – le contesté embriagada en ese perfume varonil, dulce, exquisito y por la hermosa sonrisa cordial que me mostraba
– Me llamo Iván – me dijo – ¿Tu nombre?
– Agustina – le respondí intentando componer la postura – Mi compañera esta abajo, terminando unos papeles para traerle después, acá están los míos, son los libros diarios que quedaban por completar – y se los entregué
– Genial, gracias – me dijo – Laura es mi secretaria, aparte de ser mí prima ¿Ya les comentó todo?
– Si, los movimientos, los horarios, los lugares de trabajo, y nuestros horarios
– Sí, bueno, pueden haber modificaciones. Ella labura muchísimo y a veces medio que la exploto pobre, más de una vez alguna de ustedes se va a quedar hasta tarde completando algunos papeles conmigo, de paso más experiencia – me dijo tranquilo
– No hay problema, estamos a disposición – le dije sonriéndole como la mina más boba de todo el universo – Sigo con lo mío ¿Puedo? – pregunté
– Si, nos vemos en la tarde o cuando sea – me sonrió
Me fui de ahí sin cerrar la puerta, bajé las escaleras y en un estilo de trote llegué a la oficina a contarle todo a Cande, absolutamente todo, a los dos minutos tuvo que ir ella a comprobar lo mismo con sus ojos y otros papeles en mano, cuando llegó estaba igual que yo, pero tenía la mala suerte de estar de novia, por ende la que podía mirar sin ningún tipo de cargo de consciencia era yo. Si, mirar nomás… ¿Qué iba a hacer una pendeja de 18 años con un tipo casi 7 u 8 años mayor que ella?
Las semanas pasaban, e ir a las oficinas era un poco más llevadero, por Iván y por otros compañeros que nos trataban con la mejor onda, y eso, como aprendimos en alguna que otra materia, influenciaba a que el ambiente de trabajo sea más liviano.
Fue un viernes por la tarde, cuando ya nos estábamos yendo, que Iván llegó a nuestro lugar de práctica y nos dijo que necesitaba una mano hasta tarde, cuál de las dos podía; Cande me tiró una mirada de complicidad, tomó su bolso y prosiguió con decir que su mamá estaba enferma y estaba sola, que quizá yo podría y fue así como después de 15 minutos, estábamos solos en toda la empresa, en su oficina más precisamente.
Lo veía escribir en su notebook con la mayor concentración, serio, preguntándome ciertas cosas cada tanto, sacándome de los pensamientos un tanto de lo que debía hacer y otros de lo que haría… con él. Preguntas de si me había llevado materias, del 1 al 10 que tan bien llevaba las materias contables, en cuál me destacaba, cuál me gustaba más… “¿Tenés novio?”
– ¿Qué? – le pregunté confusa.
– Eso – me dijo sin siquiera correr los ojos de la pantalla – ¿Estas soltera?
– Si – le dije sin más, y luego de unos 5 segundos.
Noté que curvó una de sus comisuras, como ese estilo de sonrisas a medias, y siguió con lo suyo, dándome lugar a que yo siga con lo mío.
Cuando tuve que cerrar el libro diario, noté que los números no me cerraban, por ende le pedí ayuda, porque no encontraba el error, se puso de pié y se acercó a mi por la espalda, asomando su cabeza sobre mi hombro derecho, sentía todo, su respiración, su perfume, tenía su boca, su hermosa y tan deseada boca a dos centímetros, me preguntó algunas cosas que no recuerdo ahora, hasta que me miró y ahí sí, ahí se me frenó el mundo, lo miré fijo para observar unos ojos color miel que dejaban al descubierto un destello que hipnotizaba, se relamió los labios haciendo que mis ojos se desvíen hasta allí.
Se me salía el corazón del pecho, sentir su respiración cerca de mí me sacaba de todos los esquemas, su perfume me embriagaba de la forma más poderosa, sentía que un escalofrío me recorría todo el cuerpo.
– Agus ¿Qué no te da? Estas sacando mal los cálculos
– Ah… no me coincidía ni el debe ni el haber – le dije mirando de nuevo los papeles y cayendo nuevamente al mundo real.
– Fijate bien, porque los nervios no te están dejando pensar – comentó entre risas, mientras volvía a su lugar.
– ¿Nervios?
– Si, no te hagas, ya estamos grandes para andar fingiendo ¿No te parece?
– No estoy fingiendo nada – frase dicha en menos de dos segundos – tengo hambre ¿Puedo ir a comer algo y vuelvo? – pregunté.
Se empezó a reír y me preguntó que quería comer – a vos, bombón – pensaba, pero no quedaba bien, así que le dije que lo que fuera, para terminar pidiendo un delivery y ahí entrar en un interrogatorio.
Las preguntas empezaron en qué tal me sentía, si esto me gustaba, qué carrera elegiría para la facultad, siguiendo de qué me gustaba hacer los fines de semana, qué acostumbraba a hacer y cómo me gustaba divertirme – ¿Qué haría una nena de 18 años, soltera, con un hombre de 29? – pregunta final, le pifié por uno y terminé con escalofrío en la espalda.
-Jugatelá Agus, jugatelá – el tipo venía tirando ciertos comentarios hacía días, teniendo actitudes seductoras, acercamientos y ahora esto… Ya fue, aprovecho, o me muero de arrepentimiento, me fui al punto de elegancia, ni muy lanzada ni muy santa.
– Depende de lo que el hombre de 29 años quiera – respondí.
Me la retrucó acercándose, cosa que no esperaba, pero tenerlo cerca me hacía juntar todo el coraje para hacer las cosas que deseaba hacer y tranquila no me animaba. Se recargó sobre los apoyabrazos de mi silla, evitándome algún tipo de salida… prosiguió con acomodarme el cuello de la camisa, haciendo que su mano roce mi cuello, provocando toda una corriente en mi piel por sus manos frías y el calor de mi cuello
– Y una nena tan chiquita ¿Puede darle a ese hombre de 29 años, lo que quiere? – preguntó
– Si y solo sí, ese hombre de 29 años, puede darle a la nena lo que ella quiere – para luego acercarme a su cuello y pasar la punta de mi lengua por su cuello, para subir y morder el lóbulo de su oreja.
Sin pensarla demasiado me levantó desde la cintura y me posicionó sobre el escritorio, haciendo que mi falda ajustada se subiera, dejando mis muslos al descubierto, para luego posar sus manos allí, besándome la boca de una manera hambrienta, deseosa, caliente, apasionada, como jamás nadie, nunca, lo había hecho. Su lengua buscaba la mía, yo la de él, mordía sus labios cada tanto, mientras con mis manos le desataba la corbata y desabrochaba su camisa, dejando al descubierto un pecho trabajado en el cual posé mis manos sintiendo su calor, la suavidad de su piel.
Me besó el cuello con la misma euforia, mientras me tomaba de los muslos y me presionaba contra él, para hacerme sentir la firmeza de su masculinidad, y fue allí cuando arqueé la espalda, dejando mi pecho a su libre disposición, sin dejar de besarme, desabrochó mi camisa para proseguir sus besos en mi pecho.
Me puso de espaldas a él y comenzó a morderme los hombros a medida que apretaba mi cintura con fuerza, esas manos frías estaban produciendo todo el calor posible en mi cuerpo, estaba en las nubes, estaba entregada, que hiciera lo que quisiera, no me iba a negar.
Bajó un poco más hasta la parte baja de mi espalda y bajó el cierre de mi falda, para luego bajarla, y dejarme en ropa interior, sin más que eso, frente a él. Me tomó desde la cadera y me pegó hacia él, mientras besaba y seguía mordiendo mis hombros.
Y decidí allí tomar las riendas, lo empujé hacia la silla donde anteriormente me posaba y una vez allí sentado, me senté sobre él, rodeando sus caderas con mis piernas, besándole el cuello con deseo y ganas de comérmelo entero al compás de los movimientos que mis caderas hacían sobre su masculinidad, le mordí despacio el cuello y presione con firmeza mi parte con la suya, todavía bajo su pantalón, provocando que un estilo de gemido de su parte, inunde mis oídos.
Me puse de pié y comencé a besarle el pecho, bajando despacio para morder su cintura, haciendo que esa espalda hermosa se arquee. Llegué al cinto de su pantalón, para desabrocharlo y bajarlo junto con la ropa interior, dejando aquel mástil libre, señalando el techo y en su máximo esplendor. Lo tomé entre mis manos y era mejor de lo que imaginaba, tibio, firme, grueso; pasé la punta de mi lengua por su ingle, para proseguir con la base y subir hasta la punta, sus gemidos me estaban volviendo loca, estaba deseosa de sentirlo dentro mío, para mí, haciéndome lo que quisiese sobre ese escritorio, sobre la silla, contra las paredes, en las escaleras, donde fuese, pero suya al fin.
Lo metí en mi boca despacio, sintiendo su sabor, su calor, su textura y provocando que levante su cadera largando gemidos cada dos segundos, lo cual me dio la señal de que estaba todo en orden, así que proseguí así durante unos minutos, evidentemente ninguno de los dos aguantaba demasiado.
– Me volas la cabeza, pendeja – me dijo con una voz firme, llena de calentura.
Le largué una risa, pasándome el dedo índice por al labio, al mismo tiempo que lo masturbaba un poco, y ese fue el punto culmine al parecer, me levantó y me sentó sobre el escritorio, y sin demasiadas vueltas, metió su mano entre mi ropa interior, y la que empezó con los gemidos debido a sus dedos fríos, fui yo.
– Mira que linda que estas para comerte entera chiquita, estas empapada.
Comenzó a hacer movimientos circulares con sus dedos, mientras me hablaba despacio al oído y desbrochaba mi sostén para jugar con su lengua entre y en mis pechos, mordiéndolos despacio, haciéndome gemir, haciendo que mis piernas tiemblen, haciendo que mi cadera se mueva al ritmo de sus movimientos, introdujo dos dedos hasta lo más profundo, besándome la boca de la misma forma que la primera vez, ahogando mis gemidos en ella, moviendo sus dedos cada vez más rápido y provocando que me retuerza entera.
Sacó su mano y posicionó sus dos dedos sobre mis labios, mostrándome lo húmeda que estaba, los introduje en mi boca para saborearlos y pasar mi lengua entre ellos, una y otra vez, miraba la cara de bobo que ponía mientras observaba tal acto, se mordió los labios y volvió a besarme, mientras que con sus manos sacaba mi última prenda, separó mis piernas y me penetró con suavidad, despacio, hasta el fondo, sin separar su boca de la mía, y fue allí cuando se me ablando el cuerpo, cuando sentía que pasara lo que pasar, todo iba a estar perfecto, Iván apretó uno de mis glúteos, presionando un poco más, mordí su labio con la mayor suavidad que la excitación que cargaba me permitía.
Y así empezó a embestirme, tomó una de mis piernas y la colocó sobre su cintura, provocando más profundidad.
– Me volves loco pendeja, sos hermosa – me dijo y le devolví la sonrisa más pícara que hubiese podido darle.
Sos movimientos comenzaron a ser más rápidos, más profundos, me mordía el cuello y apretaba mis glúteos con esas dos manos que volvían loca a cualquier mujer con el solo roce de su piel.
Lo detuve en un momento donde sus movimientos comenzaron a disminuir velocidad, salió de mi, y con la poca fuerza que tenía en mis piernas, me puse de pié y lo recosté sobre el escritorio a él, y me monté sobre aquel mástil que me estaba haciendo ver las estrellas de placer, me movía despacio, mientras él me acariciaba el abdomen, presionaba mi cintura y subía su mano entre mis pechos, para luego acariciarlos y apretarlos.
Me recosté sobre su pecho y acerqué mi boca hacia su oreja, le besé el lóbulo para después morderlo.
– ¿Y? ¿Puede la nena darle al hombrecito de 29, lo que quiere? – le pregunté con la voz más provocativa.
Terminé de decir eso y me tomó de la cintura y comenzó a moverse él, con una rapidez increíble, estaba ahogada en él, en su piel, en su boca, en su manos, su perfume, toda la masculinidad que cargaba, esa vez no se comparaban con ninguna de mis veces anteriores, era como una nueva primera vez, pero esta vez sintiéndome más mujer, más deseada, más atrevida, más posesiva, la situación era perfecta, como él.
Me hizo al amor de la forma más salvaje y más cuidadosa que alguien puede hacerlo, mordió todas y cada una de las partes de mi cuerpo, mis piernas, mis hombros, pechos, cuello, labios, brazos, glúteos, muslos, se adueño de cada centímetro de mi piel, los gemidos y el calor inundaron la oficina, estábamos sudados, deseosos uno del otro, yo tenía hambre de él y él de mi.
Luego de un par de horas, sus movimientos lograron que explotemos de placer juntos, dejando suspiros en el final, respiraciones y latidos agitados.
Salió de mí y me besó, pero esta vez fue tranquilo, con cariño, calmado, dulce…
Nos alejamos y nos pusimos la ropa, sin emitir palabras, ambos sonreíamos, pero nadie hablaba.
Me acercó hasta mi casa en su auto, condujo callado, con su mano en mi pierna, pero sin decir absolutamente nada, y una vez que llegamos, me despedí de él, partiéndole la boca de un beso, mostrándole lo mucho que me gustaba y lo loca que me tenía, mordí su labio y me alejé.
– Buenas noches – le dije abriendo la puerta y saliendo.
– Descansa, linda – me dijo para darme una nalgada, antes que cierre la puerta – ¡Ah! ¡Agus!
– ¿Qué? – le dije riéndome.
– Que apruebes las pasantías, también consta de las asistencias que tengas en mis tutorías…
Excelentee Agus. La verdad que me la pusiste como fierro caliente. Genial nota.. besoss
cuando lei secretaria y que ustedes eran dos..me imagine otra histroriaaaaaa!!