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Anécdotas de un patovica: reflexiones y consejos

Siempre pensé que la realidad supera a la ficción, qué nunca voy a dejar de sorprenderme, qué no he visto todo. Pero, sinceramente esta vez, me tocó transitar la noche más bizarra de mi vida…

Viernes 21:30 horas

– Che maldito, ahí me llamaron para que laburar en un boliche nuevo. – me dice el KickB.

– Genial loco, me alegro. – le respondo

– No, no entendés. El tema es que vamos, nosotros vamos. – me dice haciendo hincapié en el “vamos”

– ¡No gracias!  Vos me conocés y sabés que no me gustan las improvisaciones.

– No seas forro y hacéme el aguante, es para ver cómo viene la mano.

– ¡Puta madre! Me agarrás de las pelotas, ¡sabés que no te puedo decir que no!

– ¡Je! Vos, yo, el Pichi el Tétano y el Granadero ¡Hay equipo nene!

– Si bueno, ¿dónde mierda hay que ir?

– A la calle Juabon Justa, al lado del club “Imaginar Sigma Es”…

– Pero… ¿me estás jodiendo? ¡Ese lugar es una verga!

– ¡Naaaaaa no es para tanto! Dale guacho, nos juntamos a las once ahí.

– “Hijo de puta… me engañó como a una sirvienta riojana” – Reflexiono en voz alta.

Sábado 22.45 horas

Después de una serie de vueltas para llegar al lugar indicado, ya que la mitad de las calles de los alrededores están siendo reparadas, llego…

Mi primera impresión, no fue de lo mejor. Conduciendo despacio por el frente del lugar, noto que del boliche (en realidad no era uno, sino dos, uno pegado al otro) la música que salía era… ¿cómo decirlo? “SATANICA”, diría el Guerrero Católico, algo así como un “Trash Metal Death no sé qué puta”… o algo por el estilo.

Estaciono estratégicamente, es decir, apuntando a la única salida que había en esa maldita calle y haciéndome el oso, me bajo del auto. La música que sonaba era de una banda que estaba tocando “en vivo” y parecía una mezcla de “Sepultura” y  “Anthrax”, pero con una calidad de sonido digna de “Ringo y su banda Escaramuza”. Ni lerdo ni perezoso y estratega al fin, me sumerjo en el baúl de mi auto y saco mi remera de “Iron Maiden” para pasar desapercibido entre la manga de gordos peludos metaleros que allí habían. Caminando despacito, cruzo la calle entre los estertores de la música y los peludos llenos de tachas tomando vino en caja, y me confundo con la horda.

Después de trasponer un portón, que hacía las veces de entrada, me acomodo en una barra, por llamar de alguna manera a un mostrador con un estante atrás, dónde se amontonaban las bebidas de escasa calidad y poco probable control bromatológico. Y desde ese lugar campeo el escenario. Los peludos aporreaban los instrumentos con furia y el “cantante” se desgañitaba tratando de entonar una letra, que debe haber sido alguna “lengua muerta” porque no se le entendía una mierda.

Relojeaba la hora y mis compañeros no venían. Recorro como puedo, entre el pogo y los peludos rotos por el alcohol, el recinto y caigo en la cuenta que, en realidad ese recinto no era más que un patio, patio perteneciente ¡al boliche de al lado! Salgo por dónde entré, y saco el celular…

– ¿Hola?

– Decime la puta que te parió… ¿vos sabías a dónde veníamos?

– ¡Si boludo! Es medio para wachis, pero no es para tanto tampoco…

– ¡No! Entonces quiere decir que ¿Estos peludos se van a mezclar con los wachis?

– ¿Qué peludos? Pará ya llego, estoy a cinco cuadras…

Llegó el KickB y atónito me dice:

– No tenía esta, no sabía que había un recital…

– Bueno, ahora lo sabés… ¿Qué hacemos?

– Vení vamos a ver quién está a cargo del boliche de al lado. En ese momento, la banda deja de tocar y de fondo se escucha la música del boliche, Agapornis. Los gordos se pusieron locos y empezaron a tirar botellas de porrón, borceguíes y algún que otro ladrillo que habían sacado de la medianera, contra los portones que comunicaban el “patio” con el “boliche”…

– ¡Olvídate de acá nos vamos con un par de moretones y tres o cuatro causas policiales! – le dije al KickB.

– Mirá, allá llegan los otros camaradas, hablemos y vemos que hacemos…

– ¿Dónde mierda estamos culiados? – Preguntó el Pichi

– ¡Esto es el Armagedón! ¡El día de las colectividades! – respondió cagándose de la risa el Tétano.

– ¡Señor, presente, Señor! – confirmó el Granadero.

– ¡Cállate pelotudo! Si se dan cuenta, vamos a terminar a las piñas. – cerró sigiloso el KickB

– Dale bolú busquemos al contacto, ya estamos acá… – les dije.

Sorteamos una valla, subimos una escalera, esquivamos una motomel 150cc tuneada, subimos por una rampa, pasamos una puerta que de hecho, la pasamos de costado, de frente no entrabamos, hacemos una especie de “L” en un pasillo y damos con el salón principal. Tres bolas giratorias, 5 luces pedorras y un flash en la cabina del DJ. Una luz negra sobre el estante de la barra, unos silloncitos desparramados (para achicar) y un foco de 60wts indicando la ubicación de los baños.

Después de unos instantes, se nos acerca un tipo y nos dice que él es el encargado y que el dueño todavía no llega.

– Bueno flaco, arreglamos con vos – le dije al toque – Necesitamos saber cuáles son las pautas del local, edades de ingreso, indumentaria, etc.

El Loco me miraba sin entender una poronga.

– Flaco,¿Dónde están los matafuegos? – pregunta el KickB

– ¿Para qué? – contesta el Flaco haciéndose el canchero.

– Por si hay un incendio, pelotudo triste – le dice el KickB con pocas pulgas.

– Ahh… en la oficina, el dueño tiene la llave…

– Che Flaco ¿y las salidas de emergencia? ¿Son esos portones? – pregunta el Tétano.

– Si, tal cual – vuelve a responder el flaco canchereándola.

– ¿Pero has visto que esos portones, además de salir al patio dónde está el recital, están cerrados con un precinto metálico? – le dice el Pichi

– Si, no pasa nada, todo bien – responde el flaco haciéndose el boludo.

– No flaco, todo mal, ningún bien ¡Recién casi meto la pata en agujero de 30 centímetros de diámetro en el piso del meadero del baño que apenas está tapado con una maderita! Loco, esto es una trampa – le contesto al flaco choto.

– Si, ya le pongo una medra más gruesa – me responde serio

– “Hijo de puta”… – pienso.

Salimos del salón sorteando alguno que otro obstáculo más que al principio y no muy convencidos de todo, comenzamos a programar el ingreso al local.

– ¡Flaco vení! Mirá vamos a hacer entrar a entrar a la gente que está llegando, para evitar que se mezclen con los de “al lado” y así evitarnos un problema – dice el Pichi.

– ¡No pará! Quiero que se vea gente afuera, así da la sensación de que hay más gente. – contesta el flaco.

– No entendés, te estoy diciendo lo que vamos a hacer ahora, no te estoy pidiendo ni permiso ni una sugerencia ¿Está claro? – contestó severo el Pichi.

– Mujeres por este lado, Hombres por aquél. Documento en mano. Si son menores ni se prueben. Mostrando el contenido de las mochilas (si leyeron bien, habían varias mochilas… ¡muchas mochilas!) al Señor Policía – ordena el KickB.

– Che ¿los requisamos? – pregunta uno de los policías.

– Y… vos deberías saberlo mejor que yo… pero, prefiero que si – le contesto.

Refunfuñando y puteándome entre dientes, se pone a requisar. No pasaron tres “pibes” que ya habían sacado una “victorinox” trucha y dos palitos “limpiavidrios”.

– No señorita, no puede ingresar con una botella de ferné capri, la tiene que dejar – le dice a una piba el otro de los policías.

– ¡Éssssssta voy a dejar, nos la tomamo’ y volvemo’ – contestó la señorita – Yénifer, vamo’ a la bomba a comprar una Talca… – le dijo a su amiga.

En medio de esta secuencia, los metaleros del patio seguían aullando y tirando objetos contundentes. El ambiente en esa calle se cortaba con un cuchillo.

– Espeso el caldo de gato compadre – dijo el Tétano.

– Si por mi fuera, no dejo entrar a ese de pantalones tres cuartos y remera verde – dice el Pichi.

– ¡Pfffff!  Si por mi fuera no entra ninguno – opino yo.

En eso, escucho a mis espaldas que me hablan, me doy vuelta y lo veo al flaco encargado del boliche con un señor fornido, de aspecto norteño y dudosa nacionalidad argentina, que midiendo 1,65 mts se empinaba para hablarme…

– Ussstedesss debensss sssstar adentrossss, lossss policíassss ssse ocupansss de lasss entradasss…

– Flaco, traducime porque no le entiendo una mierda – le digo al encargado.

– Lo que dice es que ustedes (los patovicas) tienen que estar adentro y que los policías van a hacer el ingreso…

– Mire señor, con todo respeto, usted a mí, no me va a decir cuál es mi trabajo ni cómo debo hacerlo…

– Hacesss diezsss añosss que tengosss bolichessss… – me dice el norteño.

– Lo que pasa es que este señor es el dueño – aclara el flaco

– ¿Usted es el dueño? Bueno señor, entonces antes de preocuparse por mi trabajo, tómese la molestia de acondicionar esta trampa mortal, a la que llama boliche. Si hace diez años que se dedica a esto, lo ha hecho mal, y seguramente, no ha tenido un negocio en algún lugar controlado por el Estado – le comento.

– Nossss lesss permitossss… – arrancó a desafiarme.

– ¡Vos me permitís lo que se me canten las pelotas chiquitín! Hay un agujero en el piso del baño, si a esa letrina le podés llamar baño, los matafuegos están bajo llave en una oficina, aunque dudo que tengas algún matafuegos. Las salidas de emergencia están cerradas y cómo si todo esto fuera poco, dudo que este lugar esté habilitado. – Le enumero.

– Yosss soy el quess lesss pagassss… asiquessss tienen que hacerlos…

– Mirá chiquitín… – arranco nuevamente, cuando de pronto escucho una voz que me dice…

– No vale la pena…

– Tenés razón, mejor nos vamos a la mierda – dice otro de mis cumpas. Y despidiéndonos de los dos pobres milicos que se quedaban en el lugar, emprendimos retirada, entre guachis limpiavidrios y metaleros que se miraban con furia.

Domingo 2.30 horas: Durmiendo como un bebé en mi casa.

A modo de conclusión, es que les digo mendolotu@s mi@s: Hay muchos lugares de diversión nocturna en Mendoza, algunos son controlados hasta el hartazgo por parte de Ministerio, de las Municipalidades, de Defensa Civil, Bomberos, Administración Tributaria Mendoza, Afip y Ministerio de Trabajo. Todos estos entes gubernamentales se aseguran de que los lugares estén habilitados, de que haya un plan de contingencia, de que el local cuente con un seguro de responsabilidad civil, de que haya un servicio de ambulancia, etc. todo para asegurar que los clientes, puedan disfrutar una noche sin mayores inconvenientes, ahora bien, yo les digo a ustedes, elijan bien, no sean pelotudos, lo barato sale caro y sobre todas las putas cosas, que uno de ustedes no se ponga en pedo, quiero verlos otra vez. El que maneja no toma nada pero nada. Piensen que no es solo matarse, es la cagada que dejas a tu alrededor.

Y a los Organismos pertinentes, pónganse las pilas, hay lugares que no deberían abrir sus puertas, no se olviden de Cromañón. En la volteada, cayeron TODOS, desde el pelotudo del dueño, pasando por los de seguridad, empleados municipales y hasta el mismísimo jefe de gobierno.

La responsabilidad nos cabe a todos….