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Año nuevo

¿Se acuerdan que les dije que tengo una cábala de año nuevo? Por si no recuerdan les comento, consiste en empezar el primer día del año haciendo lo que uno espera tener el resto de él. Entre tantas supersticiones, tradiciones y cosas que hicimos con mi familia (si, somos mansos pelotudos) empecé el 1 de enero del 2017 haciendo lo que más me gusta. ¿Qué? ¿No saben lo que es? Les cuento:

31 a la noche, cenamos en casa, besos y brindis. Disfrutamos los fuegos artificiales, y después salí con mis amigas, llegué al amanecer. Me desperté peor que Zulma Lobato y agarré el celular, – “Feliz año nuevo divina” – apa, dije. Me había olvidado de este señorito. Le respondí que igualmente y el foquito en mi cabeza se prendió. – “¿Cómo te vez empezando el año garchando?” – Le mandé en un mensaje de whatsapp.

Coordinamos, no nos tomó menos de media hora, definimos hora y lugar. Un telo. Se hizo el momento de nuestro encuentro, me pasó a buscar por mi casa y nos dirigimos al centro.

Iba a ser la segunda vez que iba a un telo, de vuelta los nervios me carcomían. ¿Sería igual que el otro? ¿Mejor? ¿Peor? ¿Me iba a inhibir como la primera vez o relajarme? Eran las mismas incógnitas en el camino al lugar. Llegamos y me dice – “Acá tenemos que bajarnos caminando, adentro nos dan la habitación” – “¿¡Qué!?” – No lo podía creer, suficiente era tener que regresar a estos antros pocos comunes en mí que encima tenía que comerme la vergüenza de entrar caminando y esperar a no sé quién en la recepción.

A mi sorpresa nos atendieron dos chicas jovencitas re buena onda, el flaco le pasó la tarjeta, pagó y nos fuimos a la habitación 11 en el primer piso. Entré y, señores que habitación del carajo. Hermosa, grande y limpia por donde la mires. Prendimos la tele y me saqué el pantalón. El resto se lo quería dejar a él.

Nos recostamos juntos y sacó de la heladerita algo para tomar, brindamos por año nuevo y nos empezamos a besar. Diego, de 32 años, me venía insistiendo hace varios meses, me había apodado “la imposible”. Nunca nuestro encuentro se pudo concretar, hasta hoy. El primer día del año 2017.

– Sacate la remera, quiero ver esas tetas que me calentaron por foto durante tantos días

– Sacamela vos – Le dije con vos muy suave pero imponente.

Desnuda, el también, comenzamos a tocarnos mientras nos besábamos. Tenía labios exquisitos, fino el de arriba y grueso el de abajo. Era carne masticable de la que me gusta morder a mí, su barba rubia era corta. Tenía ojos marrones, profundos. Estuvimos un buen rato disfrutándonos, nos besábamos por momentos como si no hubiese un mañana. Yo tocaba su piel, era muy suave, lampiña. Recorría los centímetros de toda su espalda provocándole cosquillas, terminaba en su cabeza jugando con su cabello. Estábamos tranquilos, el hacía lo mismo.

Se acostó boca arriba y yo me apoyé sobre él, aun llevaba mi tanga negra. Agarré sus dos manos y las llevé a mis pechos, hice que me los apretara. Lo miré a sus ojos marrones y le dije – “¿estás preparado para el mejor sexo oral de tu vida?” – se sorprendió quedando paralizado mirándome, asintió con la cabeza.

Bajé suavemente haciéndome para atrás aun con mis ojos penetrando los suyos. Pasé mi lengua húmeda por sus alrededores, quería hacerlo desear. Mordía sus piernas y un poco de su estómago. Poco a poco sentía como su mástil se iba elevando. Volví a mirarlo y susurré – “Feliz año nuevo” – entonces lo ingresé a mi boca completo. El respiró. Yo subía y bajaba. Con mi mano agarré su tronco y me dedique a jugar con su cabeza por un buen rato, posaba mis labios en ella, los llenaba de baba, mi lengua se divertía, incluso la rozaba con mis dientes. Él estaba fascinado. Para darle un extra, agarré mis pechos y rodeé su mástil, los apreté haciéndolo excitarse más. En ese momento agarró mi cabeza y volvió a llevarla hasta adentro – “eso, bien hasta el fondo” – susurró. Aumenté la velocidad, con mi mano lo frotaba. Bajé hasta sus huevos y los metí enteros a mi boca, los llené de baba. A él le encantaba. Mientras mi mano se encargaba de su mástil, mi lengua humedecía sus dos acompañantes. – “Uh Dios ¡eso me encanta! Abrí bien la boquita” – acabó dentro de mí. Exhaló aire, yo me volví a recostar junto a él.

– ¿Y? ¿Fue lo que te prometí?

– Fue mucho más, que bien la chupas.

– Me ruboricé – Es tu turno ahora, le dije.

Se paró. Sacó mi tanga con mucha fuerza y me llevó hasta el costado de la cama. Me abrazó agarrando mis caderas y me empujó hacia él, muy sobre el borde. Se arrodilló y mordió mi estómago. Así continuó bajando hasta llegar a mi entrepierna, pasó su lengua de abajo hacia arriba humedeciéndome. – “Feliz año nuevo” – No me dio tiempo a contestar que ya estaba su cara hundida en mi vulva. Empezó lento, primero lamió muy suave cada zona de mi clítoris y labios vaginales. Eso hizo que empezara a mojarme, lo disfruté. Parecía un leve cosquilleo que me excitaba cada vez más. Cuando notó lo caliente que estaba hundió su lengua bien profunda. Me comió entera. Ingresó dos dedos, rápido, una y otra vez. Yo me mojaba cada vez más, mis manos apretaban las sabanas. Respiraba y gemía.

– Ahora estas lista para empezar el año como querías – dijo poniéndose el preservativo.

Agarró mis dos piernas y las llevó a su hombro, tomó mi cadera y me levantó hacia el borde de la cama, casi flotando. Su mástil se hundió en mi océano. Que placer sentir aquella dureza repetidas veces… Éramos dos seres uniéndose en aquella habitación. Nuestros cuerpos sudados se mesclaron haciéndose uno solo. Me dolía, recuerdo que ingresaba tan rápido y con tanta fuerza que provocaba dolor en mí, pero no me importaba. Mis manos seguían apretando las sabanas, ya estaban transpiradas. A pesar del aire acondicionado tenía mucho calor, gotas de sudor recorrían mi cuello bajando hasta mi espalda.

Volvió a agarrarme de las piernas pero esta vez me dio vuelta quedando boca abajo, en la misma posición sobre el costado de la cama. Otra vez su miembro duro en mí, estiré mis brazos llegando casi al otro borde de la cama, apretaba fuerte. Mi cara estaba hundida entre las sabanas, me dificultaba respirar. Solo sentía ese placer… – “Ay…” – recibí una nalgada. – “¡Ay!” – de vuelta otra más fuerte. Su mano quedó marcada en mi piel blanca.

Sentí que no dábamos mas, había agotado mis energías, él estaba por acabar las suyas. Últimos segundos del acto, los más rápidos y los más fuertes. Me penetraba, no paraba. Siguió por unos instantes hasta que… acabó.

Mis manos se relajaron, soltaron las sabanas arrugadas y mojadas. Él se tiró en la cama al lado mío, recobró el aliento. Nos miramos y sonreímos. Había sido un gran comienzo de año.

Se levantó y se dirigió al baño, procedió a limpiarse mientras yo tomaba agua para saciar mi sed. Sonó mi celular, llamada entrante “mamá”, era el llamado a la realidad, cual Cenicienta el hechizo se había acabado y tenía que regresar a mi casa. Me vestí rápido y salimos corriendo, no quería generar sospecha.

Nos sobró tiempo en la habitación número 11, pero ambos sabíamos que volveríamos a celebrar otra fecha importante. ¿Semana santa? ¿Día de la Independencia? ¿Diversidad cultural? Quién sabe…

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