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Carta erótica

Te escribo sabiendo que no va a existir una respuesta, al menos no ahora. Te escribo porque es la única manera que encuentro de sacar a flote todo esto que siento por vos, únicamente por vos. Fuiste protagonista de varios relatos, algunos sueños y fantasías publicados y otros que se reprodujeron solamente en lo más recóndito de mi cabeza. Pero lo más interesante de todo, es que sos protagonista sin saberlo. Nunca lo supiste, nunca te lo dije. Nunca lo voy a hacer.

Me cautivaste desde el momento en que entraste al curso, lleno, todos los lugares ocupados. Yo sentada en las primeras filas. Entraste tarde, fue como un desfile entre bancos para ir al final. El único libre, ya quisiera que hubiese sido al lado mío. Como te dije, me cautivaste. Pareció como si caminaras hacia mí desde la distancia, alguien nuevo, jamás visto. Tu onda moderna era lo que mis pupilas necesitaban, ese aspecto en tu mirada de gente mala, dura, completamente cerrada. Ropa negra. Expansores y como si no pudiese ser mejor, cabeza mitad rapada con un rodete. Pareciera como si todos mis estándares de gustos físicos hubiesen salido de mi mente y te crearon, amoldado a mí. Mis ojos te siguieron hasta que te sentaste, obviamente piernas un tanto abiertas y un brazo, musculoso, en la otra silla. Me desconcentraste y no supe volver a mi eje, nunca volví, hace un año que me dejaste así. Un año desde que te vi.

No sé cómo ni porque pero los días siguientes te sentabas adelante mío. No te imaginas lo duro que fue. Tan cerca y tan lejos. Como si fuera poco tu espalda, en combinación con tus brazos, hacía que todo sea perfecto. Imagínate como tenía que hacer fuerza psicológica para concentrarme en el pizarrón y no en vos, no en tus hombros, no en tus manos con venas sobresalidas y algunos pelos en esas extremidades. Pero no podía, vos entrabas y ponías mi mundo de cabeza.

Busqué créeme que busqué la manera de hablarte pero no podía, no te dejabas. Opté por saber de vos mediante una conocida en común. “Si se fue de viaje durante un año, si tiene una banda de música, si es muy buena persona, si si si” hasta que comentó lo que una persona interesada en otra jamás quiere escuchar. “Esta de novio hace años”. Mi globo de ilusiones se pinchó, quería largarme a llorar, ¿pero por qué? ¿quién eras? No sé, me afectaste. De alguna manera afectaste mi inconsciente. Eras la personificación exacta a mi medida, y no podía tenerte. Somos fanáticos de lo prohíbo, adictos a quien nos destruye. Adictos a quien no tenemos. Empezaron las fantasías, empezaste a revolucionar mis ganas.

¿Sabes la cantidad de veces que te soñé? Desnudo, vestido, tocando, estudiando, cambiando o simplemente parado en frente mío mirándome con esos ojos negros. ¿Sabes la cantidad de veces que me desperté agitada por vos? Es incontrolable, revolucionas cada hormona de mi cuerpo. Y los días pasaban, y yo te veía, sentado en el mismo lugar de siempre. Y los meses pasaron.

Me animé, un día me animé a saludarte. Rozaste con tu barba mi mejilla suave. Me tembló desde la punta del cabello hasta la punta del pie. La electricidad corría por mis venas, mis manos transpiraban al ritmo que tu boca soltaba palabras. Mis ojos con fuego querían devorar ese cuello. Corrí al baño a lavarme la cara con agua helada. Pero eso solo fue, un saludo. Esto estaba fuera de órbita. No podía comprender porque lograbas excitarme sin hacer nada. Opté por tomar distancia, hacerme la indiferente y no supe más nada de vos hasta este año.

Nuevo número, dos mil diecisiete, empecé con la esperanza de encontrarte soltero. Te pensé durante todo el verano, te busqué, te acosé. Anhelaba con encontrarte en algún bar de mala muerte, mágicamente acabar en una habitación y poder hacerte mío. Pero no pasó, nunca nada pasó con vos. Ni pasa. Y como destino cruel, te vi entrar, otra vez desfilaste hacia mí. Un saludo, un reconocimiento. Te sentaste, sacaste tu computadora y te concentraste con la clase. Decime ¿cómo pudiste? No sentías mí mirada acosadora cual animal salvaje. Quería correr a vos, saltar por encima de todos y poseerte abismalmente contra el banco. Pero no, adentro de mi cabeza repetía lo mismo día tras día: “Calypso contrólate”, una orden que sabía que jamás iba a poder cumplir.

Un miércoles nos encontramos en un recuperatorio, tan conectada a vos siento que estoy que entregué al mismo instante. Salí del curso y viniste a saludar, no lo podía creer. Vos a mí. Hablamos de algunos puntos de ese parcial y después dio un giro a la música. Al fin estabas conociéndome, tus gustos con los míos. Pude ver una sonrisa en tu cara, yo por dentro estaba incendiada. Te miraba, y juro que no sobraban ganas de mirar a nadie más. Eras vos a quien quería, a quien deseaba. Sos vos todavía. Sos ese misterio que me llama a descubrirte. Veinte minutos bastaron para que te fueras con un beso y agregaras un “nos volveremos a ver”. Ese día llegué a mi casa y me acosté sobre la cama. Reproducía en mi cabeza esa conversación como una película. Te reproducía a vos…

Te soñé aquella noche ¿sabías? Fue uno de los sueños más lindos que tuve, nosotros dos consumados en una carpa, en la montaña, perdidos en medio de toda la naturaleza. Alejados de la realidad. Pude sentir como nuestras pieles se tocaban y nuestros corazones palpitaban al mismo son. Pude tenerte completo como quería.

Pero desperté, la vida real duele. Volví a la facultad con la sonrisa de lado a lado solo con la intención de saludarte, pero desapareciste, dejaste de cursar por tu nuevo trabajo. No te vi nunca más. Me duele que la “despedida” haya sido la única vez que pude sentirte presente, la única vez que conectamos. Y hasta el día de hoy pregunto por vos, hasta el día de hoy reviso tu perfil. Estas feliz, aun de novio, programando un viaje. Te alejas cada vez más de mí. Me duele no haberte podido tener nunca, me duele que jamás vayas a leer esto. Me duele que nunca vas a saber quién soy, quien fui, quien sería ser.

Y ahora, cada tanto incendias mis fantasías, me toco y automáticamente apareces. Y ahora, solo me queda la satisfacción de que te conocí y que existís en este mundo terrenal. Sin embargo mantengo la esperanza. Las cartas tienen que barajarse y volverse a repartir. No voy a desistir con vos. Tu cuerpo me espera, lo sé.

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