/Don Cacho, el yerno y el virus cervecero

Don Cacho, el yerno y el virus cervecero

Siempre admiré a esas personas que se ganan el respeto en el barrio, llegando lejos por haber estudiado, trabajando o por diferentes razones. Lo importante es haber ganado prestigio como ser humano de bien.

Una de esas personas era don Cacho, el antiguo carnicero del barrio. Ya estaba retirado aunque no era muy viejo sólo que el progreso y los múltiples mini mercados que pululan por ahí lo jubilaron antes de lo previsto.

Empecemos por el comienzo, don Cacho aprendió el oficio de matarife en el servicio militar, a los 18 años le tocó servir al ejército en el RIM 18 de Uspallata, nacido en un ambiente de familia trabajadora y sacrificada se acostumbró rápidamente a las normas de las fuerzas  armadas.

El joven Cacho junto a otros conscriptos, cazaban chivos y vizcachas  por el monte y carneaban en las tiendas de campaña, luego los generales y comandantes eran invitados a comer en esas masivas cuchipandas. Estas actividades gastronómicas lo hicieron muy querido y popular entre las filas del ejército, el Cacho pasó a ser el parrillero oficial del batallón y como era de suponer,  se la pasaba comiendo todo el día, entró pesando 67 kilos y al cabo de 15 meses en el servicio militar le tuvieron que cambiar tres veces el talle del uniforme, salió pesando 112 kilos .

Esa temprana vocación y el amor al oficio de carnicero fueron sus valiosas herramientas para sustentarse para el resto de su vida.

Volviendo a la actualidad, Don Cacho había enviudado hace poco, con dos hijas mayores de edad y tres nietos de la más grande, era una persona feliz después de todo, su mujer falleció tras una larga enfermedad y eso le desgastó más el corazón que su deslucido y robusto cuerpo.

El yerno de la mayor era un cero a la izquierda, no molestaba pero tampoco hacía nada para ganarse el cariño del suegro.

La hija menor estaba de novia con un personaje que tenemos que detenernos para describirlo más detalladamente; era un zanguango de élite, de alta gama, un tarado en el estado más avanzado de evolución, desde el primer día que la nena lo llevó a la casa cayó mal, ese sábado llegó al comienzo de la cena, don Cacho estaba tomando un vino blanco sentado a la mesa y éste zanguango fue a la heladera y sin permiso le abrió el vino tinto que tenía guardado con tanto recelo para el asado del domingo, don Cacho le dijo:

— Aquí está abierto el blanco…

— A mí me gusta el tinto con el arroz con pollo… — respondió el inútil. El Cacho entró en erupción. Esa fue la carta de presentación del tipo, no podría haber sido peor, jugar con el sagrado vino de Don Cacho.

El amor por su reducida familia era muy grande y don Cacho ideó un plan para afianzar y potenciar dicho cariño, tenía ahorros y sumados a lo cobrado del seguro de vida de la mujer se  propuso invitar a todos a Disney, una oferta increíble, imposible de rechazar.

El domingo citó a toda la familia, comieron ravioles y luego, durante el postre el Cacho sacó una sidra y largó el notición del viaje, esperando una catarata de vítores, aplausos y besos se paró de la silla y abrió amplios los brazos pero lamentablemente la primera e inesperada reacción no podría haber sido peor, la menor quería llevar consigo al zanguango a toda costa, hasta lloró tanto que parecía un aspersor, el Cacho aflojó rápidamente, era la nena de papá y daba su vida por ella, pero ¡ojo!… con una condición, el zanguango se tendría que pagar sus propios gastos, su pasaje aéreo, las entradas a Disney y su propia habitación de hotel ( sólo imaginar a la nena durmiendo con ése infeliz ya le hacía doler el pecho).

Una mínima esperanza floreció en el Cacho y pensó:

— A este bolas tristes, bueno para nada, no le dan la visa ni mamados en la embajada… no tiene trabajo fijo, no debe tener tarjetas de crédito, lo van a rechazar apenas lo vean.

Pero había que moverse rápido, la noticia de un virus con nombre de cerveza estaba causando muchos problemas allá en la China y como los chinos están por todos lados, era una amenaza seria de tener en cuenta. Las noticias son muy pesimistas.

Próximo paso: todo el mundo a sacar la visa a la embajada estadounidense en Buenos Aires. En una trafic alquilada se fueron las dos hijas, los dos yernos, los tres nietos y el Cacho. Pasando San Martín el zanguango pidió parar al costado de la ruta para mear y fumar un pucho, y antes de llegar al Arco Desaguadero ya habían tenido que parar tres veces más. El inútil culpó a los nervios y el Cacho ya era un asesino serial a punto de manifestarse.

Ya en la embajada, el carnicero recibió una buena noticia, el primero en entrar sería el zanguango, que lo rechazaran rápido sería un buen puntapié inicial para el futuro viaje. A los 5 minutos salió el zanguango de la entrevista con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Me la dieron!— gritó el yernito.

Don Cacho cerró los ojos y empezó a putear en silencio pero pensó en positivo, había otra esperanza: que no pudiera afrontar el pago del pasaje a Disney, y en verdad era así, don Cacho tenía toda la razón, el zanguango no estaba pagando ninguna cuota del pasaje… las estaba pagando la novia, con dinero de su trabajo de peluquera que tenía en el shopping y las manicuras que hacía a domicilio. Sólo que el pobre Cacho no tenía ni la más mínima sospecha que su propia hija lo estaba financiando. Lo único positivo de la travesía fue todos obtuvieron la codiciada visa para viajar a Estados Unidos.

Llegó el día de partir a Disney, en el aeropuerto del Plumerillo estaba todo el barrio para la despedida, don Cacho era un hombre muy querido y nunca se había separado de su familia ni del barrio, no conocía más al norte que la Difunta Correa, más al sur que Tunuyan, más al este que San Martín y al oeste hasta Uspallata, se sentía como Neil Armstrong minutos antes de partir hacia la luna.

El vuelo iba directo a Orlando, la ciudad de la alegría, el Cacho estaba preparado mentalmente para cualquier inconveniente a pesar que odiaba al yerno de la menor, pero el físico era una incógnita, si bien se había colocado un refuerzo de la vacuna antigripal, el virus con nombre de cerveza ya se había expandido notablemente y había un riesgo importante,10 horas de vuelo sería una hazaña, el doctor no le había dado muy buenas noticias últimamente, algunos resultados de ciertos exámenes estaban por debajo de lo normal y había que repetirlos.

El embarque se retrasaba, algo sucedía, se veían caras extrañas y el ambiente en el aeropuerto estaba enrarecido, el vuelo estaba demorado más de 1 hora. Entonces una señorita muy elegante salió a dar explicaciones «el vuelo está cancelado y no por problemas técnicos,  la causa fue que Estados Unidos no recibía vuelos desde Argentina a causa del virus cervecero y además los parques de Disney estaban cerrando sus puertas por dos semanas». Alegría en parte, el viaje no estaba perdido, estaba pospuesto. Igualmente la desilusión invadió a la familia y a las 48 personas del barrio que habían ido a la despedida del Cacho.

Ya de regreso del aeropuerto y en la casa del carnicero,  los nervios estaban disipados, la calma había regresado y don Cacho ya distendido veía el lado positivo, tenía la esperanza que la menor rompiera su relación con su novio para cuando se realice el viaje dentro de algunas semanas, «esta pesadilla no puede durar mucho tiempo», se repetía por dentro.

La reunión familiar se extendió hasta la noche, ya habían risas y caras de felicidad, sólo fue un tropiezo que rápidamente quedaría atrás.

La hija menor, al ver que don Cacho estaba relajado y contento, aprovechó, tomada de la mano del zanguango, para dar una primicia, estaba embarazada de tres meses, estaban esperando una bendición con el inútil.

El médico del barrio comparó el corazón del Cacho con un recipiente de vidrio expuesto a una temperatura muy elevada y que luego recibe un baño de agua fría, indudablemente tenía que quebrarse. El velorio del Cacho fue en el salón de la unión vecinal,  porque la única sala de sepelios  más cercana era muy pequeña para tanta concurrencia.

Toda la familia culpó al virus con nombre de cerveza,  porque de no haber sido cancelado el viaje, el corazón del Cacho no hubiera sufrido tanto. Maldito virus.

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