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Dos godoycruceños en Las Vegas

Mi amigo el Negro estaba un poquitín borracho, habíamos empezado a tomar desde que llegamos a Las Vegas, Nevada, hacía 2 horas atrás. La emoción de estar en esta cuidad nos había desbordado, era el sueño hecho realidad.

El Negro caminaba errante por los majestuosos pabellones del casino del Ceasar Palace con una botella de whisky en la mano y vistiendo la gloriosa 18 del Morro García, se paró frente a la primera ruleta que se le cruzó por su camino y apostó una ficha de 50 dólares al 00, no sólo los perdió sino que hasta recibió una vergonzosa advertencia del crupier: que al hablar no escupiera; y sí… eso era típico en él desde joven, los médicos nunca le habían encontrado explicación pero el chupi le aflojaba rápido las glándulas salivales.

Enojado, furioso y tocado en su orgullo y privacidad, el Negro probó suerte nuevamente pero en otra mesa, esas que tienen la ruleta cubierta con una campana de acrílico, quizás en parte para evitar otro llamado de atención, la apuesta fue de 250 dólares al 6, pleno. Cada uno de nosotros traíamos 500 dólares y ya mi amigo había gastado más de la mitad de su presupuesto en menos de 5 minutos. La bolilla giraba y giraba tanto que nos dio manso mareo, tuvimos que abrazarnos para no caer al piso, ¡¡¡hasta que finalmente se detuvo en el 6!!! saltamos de la alegría y chocamos nuestros pechos en el aire, ¡¡¡habíamos ganado $8.750 dólares!!!!

Agarré al Negro de la camiseta y le rogué llorando que nos fuéramos, no lo podíamos creer, recibimos las fichas del premio y encaramos hacia la salida para cobrar, atravesamos el piso y 10 metros antes de la ventanilla de pago, frente a la última ruleta del extensísimo salón, el Negro mete una apuesta con la bolilla en movimiento, casi caminando.

– ¡¡Sos loco Negro!! ¿¿Cuánto pusiste?? – Le dije.

– No sé – respondió.

La cosa fue que la bolilla paró en el 36, el número elegido por el Negro…. Ninguno de los dos sabía el monto de la apuesta, pero el premio fue de $35.000. El Negro había dejado caer con la bolilla de la ruleta en movimiento una ficha de mil dólares, feliz y llorando, me pidió que lo besara.

Cambiamos las fichas por efectivo y nuestras mentes ya tenían el próximo destino de la tarde, el exclusivo cabaret «Chicas bonitas», pegado al famoso local de empeños donde Mr. Chow, de la película “The hangover 2” hizo cash un lingote de oro. Ni bien salimos del casino, nos llamó la atención una alfombra roja delante de nosotros guiándonos hasta una limusina blanca que estaba en el estacionamiento para taxis.

Dos morenas despampanantes nos esperaban con una botella de champán en la puerta del vehículo. Vistiendo ambas apretados y diminutos shorts, bien pechugonas y de altos tacones, nos sentimos bañados por la magia de la bella fortuna. Nos dieron un abrazo y un piquito y entraron a la limusina con nosotros, adentro un señor de traje smoking blanco ya estaba sentado fumando un cubano y tomando vaya saber qué cosa.

Lo primero que hizo el hombre desconocido fue preguntar en qué idioma preferíamos comunicarnos, luego nos felicitó en español y al toque las morochas nos dieron otros piquitos.

El hombre, según dijo, era un consejero pagado por el estado de Nevada, también se autodefinió como un “amigo” que ayuda a los ganadores de más de 40.000 dólares a no malgastar e invertir la totalidad o parte de las ganancias de apuestas en ésa ciudad, también ofreció sus conocimientos para orientar y sugerir actividades recreativas que sólo Las Vegas podría ofrecer y agregó, ya casi con lo último de oxígeno que tenía en sus pulmones, que la limusina era una gentileza del casino Ceasar Palace para clientes distinguidos como nosotros.

El Negro y yo, mendocinos de Godoy Cruz, básicamente no habíamos tenido ninguna experiencia infrecuente o extravagante en nuestras vidas, de hecho, el Negro era su segunda vez en subir a un avión, la primera fue cuando en una travesura de adolescente, subió al de la rotonda de la costanera, en Las Heras. Y yo, qué decir… lo más excitante que recuerdo fue colarme al balneario Aquapark por el club de los judíos y tirarme del tobogán de agua cuando era pendejo.

Después de hablar e interrogarnos durante una hora aproximadamente y luego de usar sus habilidades para el negocio, su experiencia y conocimientos de marketing y además, basado en nuestros coeficientes intelectuales, signos zodiacales, la última carta astral que nos hizo la genia de Lobesia Botrana en mayo, edades y perfiles de Facebook, el tipo de traje smoking elaboró una lista con las 3 actividades que teníamos que realizar sí o sí en Las Vegas, nuestro amigo desconocido la auto proclamó “La Bucket List”.

Después de pensar un instante e intercambiar opiniones con el Negro, obviamente que aceptamos realizar el itinerario con las 3 actividades, las morochas gritaron de la emoción, abrieron otro champán y nos llenaron de piquitos.

La primera parada fue “Police chase in Las Vegas”, una atracción en donde debíamos eludir a dos patrullas de policía que nos perseguían a toda velocidad por una ciudad ficticia, pero tan real que era asombrosa. Nos dieron un Toyota Corolla del año 80 con las ruedas lisas, según ellos para que derrapara en las curvas como lo hace Toretto en Rápido y Furioso, los patrulleros eran Dodge Charger del 2019 motor Hemi. La trama era suponer que habíamos robado un banco y escapábamos con el botín tratando de eludir a la policía. Empezamos, salimos con el supuesto dinero en dos bolsas, subimos al Toyotita y arrancamos a toda velocidad, a las dos cuadras en línea recta fuimos interceptados, el Negro manejaba, no pudimos ni siquiera meter cuarta cuando se terminó el juego, una pena, nos sentimos insatisfechos por lo escueto del recorrido pero tremendamente fascinados con la seriedad con que los norteamericanos toman el negocio del turismo: fue tan real la experiencia de la persecución que después de ser reducidos con gas pimienta en los ojos, nos colocaron las esposas y nos molieron a palos. Entramos a la limusina como pudimos, adoloridos y las morenas nos levantaron la moral con más piquitos.

Segunda parada, “Pleasure Eden’s” , dos estrellas de cine XXX para adultos nos estaban esperando para darnos placer hasta que “larguemos la toalla”. Con la felicidad a flor de piel entramos al excéntrico hotel, las morenas nos desearon fortaleza y suerte y con las manos nos lanzaron más piquitos. Una tal Mia Khalifa y otra llamada Alexis Texas nos estaban esperando. A los 10 minutos estábamos de regreso adentro de la limusina otra vez, hasta tuvimos tiempo de pegarnos una ducha en la habitación de las chicas al menos, ya que teníamos las mismas medias y calzoncillos desde que salimos de Mendoza, ni hablar del desodorante, nos habíamos tenido que frotar el pinito fragancia lavanda de la limusina por los sobacos.

Última parada, “Bullets and Burgers”, un campo de tiro, en donde usaríamos armamento de guerra para destruir autos, maniquíes que fingían ser nazis o extraterrestres invasores. Comenzamos con el famoso rifle Kalashnikov, más conocido como la AK47s, luego la Uzi, de invención israelí y por último nos dieron el arma que usó Arnold Schwarzenegger en Terminator 2, el Winchester 1887.

Estábamos a 20 metros de los supuestos blancos pero lamentablemente no acertamos a ninguno, quizás porque nuestra adrenalina estaba en un nivel incontrolable que nos temblaba el pulso de forma incomprensible, el Negro culpó la falta de puntería y la debilidad en las extremidades a la actividad anterior, breve pero intensa.

Al salir del campo de tiro, ya en la calle, había un señor con nuestros nombres escrito en una cartulina parado al lado de un taxi, nos dijo que se encargaría de llevarnos al hotel, de la limusina y las morochas ni rastros.

Pagamos los 65 dólares del taxi con mi tarjeta porque ya no teníamos efectivo, hasta habíamos tenido que pagar el habano cubano y los cinco champán consumidos en la limusina.

La vida en un país del primer mundo es frenética, excitante y no es para cualquiera, también por suerte llegamos a conocer face to face el sistema capitalista en su versión más genuina.

Pasaron varias semanas de nuestro viaje y lamentablemente nuestras aspiraciones declinaron un poco después de Las Vegas, ahora el próximo sueño a cumplir con mi amigo será una escapada al Casino Chimbas en San Juan, sobre la Av. Benavidez, el Negro me convenció que será muy apasionante y por cierto lo será, aunque íntimamente, iremos a extrañar los espontáneos, dulces y desinteresados piquitos de las morochas.

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