/El calzoncillo más caro de la historia de la humanidad

El calzoncillo más caro de la historia de la humanidad

Como cada mes, este cuerpito se encontraba haciendo la cola en Falabella para pagar la tarjeta. Rodeados de los típicos personajes de las colas para pagar la tarjeta de Falabella: la vieja que se la da de cheta y le mete al dos por uno de Sybilla que da calambre, el joven profesional que añora vestirse de etiqueta pero no le da más que para una camisa Basement y un pantalón New Port, el  pendejo que se lleva de a cinco boxers Americanino, la piba que se compró su primer cámara de fotos en doce cuotas sin interés y  un largo etcétera. Aburrido, con el único pasatiempo de mirarle las tetas a una rubia teñida que atiende en la caja de arriba mientras que intentaba entender la psicología del que pone lentos internacionales ultra depre como música de fondo.

Cuando de pronto apareció ella… suerte de halcón intergaláctico venido a menos, sacudido como un plumero de despensa barrial y recauchutado como pared de adobe lavallina. Era una dama de unos setenta y largos que venía hecha una furia, a cada paso que daba se le caían las plumas del tapado tragicómico que portaba, un halo de nerviosismo e ira la cubría, un manto de rabia salvaje cobijaba todos sus nerviosos movimientos y sus estrepitosas y descuidadas blasfemas.

– ¡Son unos hijos de mil puta! – vociferaba así sin más la señora de la manera más segura que puede haber. Caminaba decidida hacia la caja donde yo hacía cola, con un paso apurado, de velocidad juvenil, envenenado y generado por la bronca que se cargaba. Iba acompañada de dos empleadas de piso y un muñeco de seguridad ruborizado como un joven virgen ante su primera cachucha.

– Señora calmese – le aconsejaba una de las empleadas – veamos cuál es su problema sin tanto espamento.

– ¿Mi problema? ¡Mi problema es que la yegua mal parida de la caja esa me ha estafado! ¡cagadores! – sentenció la señora acentuando cada palabra.

La tetona había desaparecido.

– ¿Pero quién señora? ¿Quién la ha estafado? ¿Qué pasó? – preguntó la otra de las chicas.

– Una pendeja rubia con cara de puta, ¡búsquenla que quiero que me devuelva la guita! – gritó la señora descolocada, presa de una violencia desmesurada, llenando de furia y saliva el ambiente.

Las chicas buscaron con la vista a la tetona y no la encontraron, toda la fila dio media vuelta y procedió a observar el maravilloso espectáculo teatral de la señora, cuyos gritos habían hecho bajar al gerente, un pendeviejo fachero pelilargo y canchero.

– ¿Qué pasa señora? ¿En que la puedo ayudar? – dijo el tipo con la seguridad que tienen los que saben que son facheros, exitosos y deseados por todas las minas, portando una sonrisa de coté digna de un actor de Hollywood.

– ¡Quiero que me devuelvan mi plata, estafadores! – le respondió la señora sin miramientos.

– ¿Pero qué plata señora? Cuenteme – le dijo relajado el gerente sin descuidar su sonrisa Colgate.

– A mí no te me la vengas a dar de seductor pendejo pelotudo, que cuando aprendiste a hacerte la paja yo paría mi cuarto hijo, deja el papel de psicólogo de turno de lado y llamame a la niñita rubia que atiende en esta caja – le dijo cortante la señora.

– Señora no me falte el respeto…

– ¿Faltarte el respeto yo a vos? ¡Caradura! ¡Son ustedes los que le faltan el respeto a la gente! ¡Mentirosos, cagadores! Después se quejan de Menem, ¡si son igual! – gritó la señora onda “quiero que me escuchen hasta en Palmares”.

– Anda a buscar a la Mariela – le dijo el gerente a una de las chicas, con una cara de ganador que hizo ruborizar a la muchacha y enfurecer a la señora.

– ¡Deja de hacerte el galan pelotudo! – dijo entre dientes la señora furiosa. El gerente hizo oídos sordos, pero el de seguridad estalló de la risa (la cual fue inmediatamente censurada por la sensual y varonil mirada del gerente en modo serio).

El acto era una tragicomedia maravillosa, de haber estado sentado podría jurarles que hubiese presenciado la mejor escena teatral de mi vida. Entonces llamaron por parlante a la Mariela y apareció, tetona y roja como un cangrejo, de atrás de las cajas.

– ¡Esaaa esss! ¡Ahí está la cagadora! – gritó la señora mientras se le arrimó con tal violencia que la tuvieron que sostener entre el gerente, la empleada y el seguridad para que no la ahorcase, o muriese en el intento.

– Tranquilícese señora, ¿Qué pasó Mariela? – preguntó el gerente.

– No sé, no tengo ni idea…

– ¡Qué no vas a saber! ¡Me enchufaste una tarjeta y me cagaste!, ¡te dije que no usaba tarjetas de crédito y me mentiste! ¡La puta madre si mi marido siempre me dijo que no tenía que usar esas mierdas! – dijo gritándole a todos la señora – ¡vos me estafaste! ¡La tarjeta de este local de mierda es una estafa!

– Pero señora, cuente que le ha pasado, así la podemos ayudar – dijo el gerente ante la mirada atónita de la Mariela (y de todos).

– Mira… el año pasado le vine a comprar al Coco un calzoncillo por su cumpleaños, valía $30 peso’. Vino esta mina, me enchufó una tarjeta de crédito y ahora me quieren cobrar una locura, me llaman todos los meses con que debo guita ¡más de un calzoncillo por mes!  – se arrebató nuevamente la señora.

– Pero señora, yo le ofrecí la tarjeta y usted la aceptó – dijo Mariela tímida, con sus dos tetas riquísimas.

– ¡Yo te la acepté porque me dijiste que podía comprar todo en doce cuotas sin interés mentirosa hija de mil puta! –volvió a gritar la señora mientras se intentaba zafar de las manos del guardia para asesinar a la Mariela.

– ¡Pero es que es así señora!, se puede comprar todo en doce cuotas sin interés – le aseguró el gerente.

– ¡Noooo lo puedooo creeer! – dijo la señora al tiempo que entraba en una especie de panic atack – ¡como pueden ser tan basuras de mentirme en la cara!

Entonces sacó de la cartera una pila de resúmenes, todos hecho un bollo, los acomodó y comenzó a hablar a los gritos, con una furia pocas veces vista por mí.

– Miren cagadores de mierda, yo compre solamente este calzoncillo que me salió $30 pesos, acá dice ¿ven?, solo ese calzoncillo de mierda para el Coco – dijo mientras señalaba el detalle – Como esta mentirosa de mierda me dijo, lo compre en doce cuotas sin interés, o sea que ¡deberían haber sido doce cuotas de $2 pesos con cincuenta! ¡Cualquiera sabe que 30 dividido 12 es 2,5! ¿Se creen que soy boluda?

– Espere señora… yo le voy a expl…

– Vos no me explicas nada pendejo canchero, déjame terminar – le cortó en seco la señora al galancete gerencial. – Acá dice, “seguro de vida saldo deudor – $6,64”, “impuesto a los sellos – $4,06”, “Gasto emisión resumen – $19,90”, “IVA resumen – $4,18”, ¡eso suma casi 35 pesos más por mes! ¡Y yo no compré nada de estas mierdas! – reventó la señora en bronca.

Entonces el gerente volvió a tratar de excusarse, esbozando la mejor sonrisa de vendedor de seguros posible… la señora lo caló en el acto y le encajó un bife monumental, de revés, con los anillos, dejándole la cara roja…

– Te dije que no me interrumpas mal educado de mierda… ¡la primer cuota que me vino era de 2,50 del calzoncillo más 35 pesos de algo que no compre! ¿Para qué mierda quiero un seguro, un resumen y “una” IVA? ¡Si no se ni lo que concha es! Entonces pague $37,50 por un calzoncillo que me debería haber salida $30… esa me la comí, ya está, ¡pero me siguió viniendo el resumen todos los meses! ¡Así que los tiré a la mierda! ¿Y ahora me dicen que quieren que les pague de más? ¡Minga!

– Pero es que, claro señ..

– ¡Te dije que me dejes terminar! – volvió a cortar la señora la conversación a gerente al tiempo que amagaba a darle otra tunda mientras que este aún se acariciaba el cachetazo. – ¡Entonces si multiplicas $37,50 por doce meses, porque yo si termine la primaria, no como esta puta – explicó mientras señalaba a la tetona – son $450 pessoooooooooo! – y ahora si la señora casi entra en un demencia loop. – ¡Con esa guita lo visto al Coco un año y me alcanza para darle de morfar a los canarios, la re madre que los parió a todos!

Fue en ese momento donde toda la cola estalló de risa y el gerente tuvo que llevarse con el muchacho de seguridad a la señora hacia su oficina, porque todo se había tornado un show magistral, imparable e irracional, al tiempo que las chicas la abanicaban para que no muriese y la rubia y sus dos tetotas seguían la comitiva.

Pobre señora, cuando se entere que , además, una vez por año tiene que pagar como $100 mangos más por la renovación de la tarjeta, se va a querer matar… $550 mangos por un calzoncillo de mierda para el Coco no debe ser cosa de todos los días.

ETIQUETAS: