/El día que fui narco

El día que fui narco

Tengo 35 años y hasta hace un par de días nunca, en toda mi vida, había tenido algún inconveniente con la ley. Digamos que llevo una vida normal, tranquila, trabajo, pago mis impuestos, soy como quien dice: un ciudadano mediocre promedio. Pero, el sábado mientras dormía eso cambió y mi nombre también: Charly, para ellos yo era “El Charly”

Dicen que todo lo que nos sucede pasa por algo, algunos lo llaman karma, suerte, leche. Yo digo que todo nos sirve para aprender. Pero, antes de contarles lo que pasó los tengo que poner un poco en contexto:

Descubrí el porro de grande, en algún asado, cumpleaños o fiesta. Su uso recreativo se transformó en algo habitual, en cualquier reunión social veías a alguien fumando marihuana sin problemas ni prejuicios.

Hace poco más de un año mi papá se enfermó, demencia senil. Investigué y descubrí el aceite de cannabis, descubrí Mamá Cultiva, descubrí a los cultivadores solidarios. Conseguí algunas semillas y en septiembre de 2018, como en la escuela primaria, hice la germinación en un frasco. Después de 10 meses en el patio de casa tenía 3 hermosas plantas de casi 1 metro y medio de alto y luego de varios experimentos había logrado hacer aceite. Estuve más de 1 mes tomándolo yo, para ver que no causara daño y una vez que terminé la etapa “sujeto de prueba”, les entregué a mis viejos el primer frasquito de aceite para papá. La flores que me daban las plantas eran cada vez más, así que comencé a guardar, a hacer tinturas madre, más aceite y a regalar a los amigos con familiares enfermos o con algún problema de salud. ¡Las plantas para mí son sagradas! ¡Le están haciendo bien a mi papá! ¡Estoy haciendo algo bueno! “Esto no se vende, se comparte” pensaba y me hacía el Robín Hood de la Marihuana.

Llegamos a éste sábado….

Me despiertan gritos, golpes, quilombo, confusión:

¡Somos la policía! ¡Tenemos una orden de allanamiento!

Me apuntan con armas hombres disfrazados al estilo swat mendocino, con máscaras en los rostros, muchas armas, chalecos, policía científica, más de 10 personas invaden mi casa. Me encierran en mi habitación mirando a la pared con un policía apuntándome y haciéndome miles de preguntas.

—El Charly está bajo control— les dijo a los otros.

—Yo no me llamo Charly oficial— le dije.

—Nadie le dijo que hable, mire a la pared y cállese la boca—

Mientras tanto daban vuelta toda mi casa, revuelven todo, vacían todos los cajones de la casa. Yo pienso que es una joda, tengo miedo, les digo —ahí están las plantas, esto es lo que hago, acá está el aceite, lo hago para mí, para mi papá—. Parece que se dan cuenta,¿¡No!?, no habían entrado a la casa del Pablo Escobar mendocino, sino a la de un pobre gil, con 3 plantas para hacerle aceite al padre y fumarse un porro y escribir poesía en la libertad de su casa, sin joder a nadie, sin tener que comprarle a ningún narcotraficante. En el patio de su casa a la vista de todo el mundo y no a escondidas en un invernadero clandestino.

¡Ahí estuvo el problema! Al parecer alguno de mis vecinos vio las plantas y alguna serie colombiana en Netflix, pensó en su ignorancia que acá vivía el Chapo Guzmán de Villa Nueva y llamó e hizo la denuncia. Me llevaron a una comisaría y me dejaron en manos de otro grupo de policías que, claro está, no habían estado en mi casa y no tenían idea de lo que había pasado. A ellos les traían a un tipo al calabozo para que le pinten los dedos y hagan los trámites de averiguación de antecedentes, con una causa de narcotráfico. Los policías de la seccional, pensaron que verdaderamente que yo era un narco con todos los papeles, un verdadero Patán. Me trataron bastante mal, forcejeos, malas palabras.

Párrafo aparte para el Calabozo:

No existe un lugar en el mundo más horrible que ese. Olores nauseabundos, las paredes escritas, quemadas, sin ventanas, mucho frío, muy poca luz. Cuando entré, en un espacio que es para 2 personas, éramos 12 los detenidos. El maltrato entre los policías y los detenidos es una constante, desde adentro mis compañeros de celda deliraban y gritaban todo el tiempo a los oficiales. Los oficiales entraban cada tanto, retaban y deliraban a mis compañeros de celda, amenazas de golpes, a lo guapo, a ver quién la tenía más larga. Había tensión todo el tiempo y yo tenía un cagazo increíble.

No me dejaron hablar con nadie, ni hacer una llamada a pesar de que la pedí con toda la amabilidad del mundo, no te dan información, la incertidumbre es terrible. Mi familia afuera tampoco sabía mucho, estaban todos muy preocupados y asustados.

Finalmente, después de corroborar todos mis datos, llevarme al palacio de justicia para iniciar todo el trámite de mi causa, a las 21hs me dejan salir.

Alguien puso una denuncia, la policía investigó con drones, detectaron mis plantas. En un gran operativo movilizaron todo un equipo para allanar mi casa, papeles, trámites, fiscales, jueces, causas. ¡¡¡Todo este recurso del Estado por mí y mis 3 plantas!!! Me quedé pensando: ¿No deberían estar atacando y persiguiendo el verdadero narcotráfico?

Al día siguiente, cuando ya estaba en casa arreglando y ordenando el quilombo que dejaron, mi hermana me cuenta que mi papá tuvo momento de lucidez:

—El papi quería ir a la comisaría a entregarse porque decía que la culpa era de él y de su enfermedad—

Lloré, hacía mucho tiempo que no lo hacía, me emocioné hasta la médula.

Señor juez, señor fiscal, señores miembros de la corte:

Por el amor de ese hombre volvería a plantar una y mil veces más. Entonces sí, soy un delincuente, deme 100 años de prisión.

Pd: Ahora debo presentarme con abogados y ver de qué se trata la causa y a qué sentencia me enfrento.

Pd2: me gustaría mantenerlos al tanto de cada una de las novedades, así que próximamente un nuevo capítulo de: «El día que fui narco»

Escrito por Paul Sources para la sección:

ETIQUETAS: