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La marca de la feliZidad

Desde chicos, en la escuela, nos enseñan historia, esa historia plagada de próceres ¿¡pero es para un niño que sólo vió la aparente y calculada fisonomía de una persona en libros de historia y escuchó sus logros y epopeyas por relatos de un tercero merecer tal privilegio, el de llamarlo un prócer??!!

No señores, un chico en la escuela puede repetir lo que sus profesores deseen, pero un prócer o un ídolo tiene que ganarse el corazón ¡qué mierda!

Les quiero hablar de una de esas personas que nos hicieron felices, que admiramos y que en su momento, deseábamos con toda nuestra inocente furia, ser como él.

Armando Catalano murió en Buenos Aires en 1989, fue en su juventud modelo publicitario, buen mozo hijo de italianos, salía en revistas vendiendo colchones o vasos de cristal, hasta que un señor mayor llamado Walt Disney lo entrevistó para una serie de televisión. El buen mozo de Armando tenía el autoestima por las nubes y pretendió cobrar la astronómica suma de 2.500 dólares por semana. Hoy en día muchos artistas superan holgadamente ése pago, pero estamos hablando de 1957, era un dinero muy importante, pero aún así, el vivo de Disney le dió luz verde al proyecto.

No le iba a ser tan fácil a Armando cobrar ése sueldo, tenía que dejarse crecer un fino bigote, aprender guitarra (cosa que nunca logró) y ser un buen espadachín. Esto último era su carta a favor: desde los 7 años practicaba esgrima. Ése último requerimiento era pan comido para él.

Le dieron para su programa de TV un caballo negro hermoso llamado Tornado y un asistente sordomudo, aunque era una inteligente estrategia, podía oír muy bien porque haciendo señas le informaba todo a su patrón, como un agente encubierto.

El personaje del Armando luchaba contra la desigualdad, contra la opresión y la injusticia; provisto de una espada, un látigo y detrás de una máscara negra con dos agujeros que le ocultaba la parte superior de la cabeza y dejaban libre la visión, se las arreglaba para ganarse el cariño de los habitantes de la antigua California, pero por sobre todo y lo más importante, el cariño y admiración de todos los niños que esperaban sus aventuras en la tele después del colegio.

Muchas veces nuestro héroe estuvo a punto de caer, pues era considerado un forajido por las autoridades, el Capitán Monasterio lo quería muerto, porque interfería en sus sucios negocios.

El ejército mismo estaba detrás de nuestro prócer, con el sargento García al mando, que de hecho, cantaba tan bonito que la música original del programa en inglés tiene su voz.

Era común ver a un niño de la época con antifaz, capa y una ramita de árbol por dentro del pantalón a la altura de la cintura, era un atuendo barato, cualquier mamá lo podía confeccionar.

El programa duró varias temporadas para nuestra suerte, aunque la última de cuatro capítulos no llegó a Argentina, esos episodios finales ni siquiera fueron traducidos al español.

Ya en su etapa posterior al justiciero enmascarado, Armando trabajó en una serie muy exitosa para la época: «Bonanza» e incluso fue profesor experimentado en astrofísica y comandante de una nave espacial en otra serie muy famosa llamada «Perdidos en el espacio».

Cruzó espadas con Porcel y el capitán Piluso y hasta estuvo a punto de hacer su gran película en Argentina, su despedida a lo grande, el retiro con bombo y platillo del gran justiciero enmascarado, pero un tal Palito Ortega, que financiaba el megaproyecto, supuestamente comenzó a interferir y querer manipular y alterar el proyecto original. Obviamente que todo quedó en la nada.

La leyenda del enmascarado comenzó cuando él tenía 33 años en 1957, hoy en día muchísima gente lo recuerda con cariño, hay una placa escrita en inglés en el cementerio, aunque él ya no está ahí, sus cenizas fueron esparcidas en las montañas de California y el océano Pacífico, dicha placa dice:

“Tallaste una Z en nuestros corazones y cambiaste nuestras vidas para siempre”. Esa Z para mi es la feliZidad, el recuerdo de una infancia hermosa, la memoria de mi verdadero prócer y héroe infantil.

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