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El día que un gordo nos salvo de una invasión extraterrestre

El gordo Botija antes de la abducción

Son pocas las personas que han logrado cambiar el rumbo de los acontecimientos históricos, para bien o para mal, son hombres que sobresalieron entre sus pares y dejaron una marca en la historia: Alejandro, Aníbal, Cesar, Napoleón, Hitler, Nicolás del Caño, etc. Se han vertido litros de tinta analizando su paso por la historia, su obra, vida, su psiquis; sin embargo hay algunas de personas que desde un lugar mucho menos relevante han sido capaces de trasgredir su insignificancia y cambiar definitivamente el curso de la historia. Dentro de este segundo grupo de personas se encuentra el Botija, del Barrio Sarmiento.

El botija es empleado de la comuna de Godoy Cruz, su circunferencia se aproxima a los dos metros, por lo que aplicaría para el el dicho “mas fácil saltarlo que rodearlo” de no ser por el hecho de que mide más de 1,90. Como se podrán imaginar, su figura resalta de entre la multitud, si a esto le sumamos su pertenencia a la barra brava del Tomba, se entiende como es que sobrevivió a las purgas cornejistas, nadie en su sano juicio se atrevería a echarlo.

Siendo las 8 de la mañana del día 5 de Noviembre del 2008, el Botija llega al corralón municipal, marca la entrada y de inmediato corre a comprarle un café al viejo que se pone en el frente. Tras lastrarse 4 tortas remojadas en la oscura infusión, vuelve a su lugar de trabajo. Cuentan sus compañeros que la baranda a alcohol que emanaba de sus fauces era capaz de contagiarles el estado etílico automáticamente.

Apenas se sentó en el asiento del acompañante se durmió como un angelito, un angelito de 220 kg y que roncaba como un rastrojero fuera de punto, pero angelito al fin. Ninguno de sus compañeros osó despertarlo, sabían que interrumpir su sueño era un boleto de ida para el hospital, por lo que permaneció en el asiento durante toda la mañana.

Acabada la jornada laboral volvieron al corralón, el problema era que el botija seguía durmiendo como si estuviera en su propia cama. El chofer del camión intentó despertarlo, el botija abrió los ojos, se despabiló y le fajó una piña que lo mandó al cantero del frente, no quedó otra que dejarlo allí, cuando se despertase podía irse por sus medios.

Al otro día sus compañeros regresaron al corralón, encontrando la puerta del camión abierta de par en par y nadie dentro, aunque el botija no fue a trabajar, lo que no extraño a nadie dadas sus costumbres laborales. Al día siguiente tampoco fue y así paso una semana completa. Su esposa apareció justo para el día de cobro reclamando por él o por la plata, lo que apareciera primero, esto encendió la alerta de que algo andaba mal. Lo que parecía una mera travesura típica del buen botija mutó a una leve preocupación y un casi imperceptible malestar social.

Nadie se explicaba como es que semejante ropero podía desaparecer de la noche a la mañana. Todo fue incertidumbre hasta que un sábado por la mañana una cuadrilla de municipales debió acudir para solucionar el rebalse de un zanjón, grande fue la sorpresa al llegar cuando se encontraron con el botija atorado debajo de un puente. Tras 1 hora de trabajo lograron sacarlo usando un malacate. Ahí estaba, en todo su esplendor, sorprendentemente sobrio y con los ojos como dos platos, nunca había estado tan limpio.

Cuando llegaron al corralon empezaron las preguntas “¿Dónde te metiste botija?”, “¿Que anduviste haciendo?”, “altas tetas tiene tu señora”. Y la respuesta hizo que todos se cayeran de orto…

– Me llevaron los marcianos

– ¡Naaaa! – fue la respuesta generalizada.

– Si culiado, me llevaron los marcianos. Resulta que tipo 21 me levanto para cerrar la ventana porque me daba la luz en la cara, pero cuestión que me doy cuenta que estaba arriba del camión. Me di cuenta cuando me estaba cayendo en realidad. Ya en el suelo veo a unos enanos robando gasoil de los camiones, el garrón es que se estaban zarpando y se iba a avivar el jefe, como esa vez que el croto le llenó el tanque al 504. Me acerco para decirle que se rescataran y se quedan mirándome sorprendidos, ahí me doy cuenta que no eran enanos sino unos bichos verdes y le estaban cargando gasoil a un plato volador.

Ahí me puse como loco, agarré un palo y al grito de “aguante el Tomba” los empecé a hacer cagar, pero en un momento me rodearon y me tiraron al piso los cagones; y ahí cague fuego porque no me pude levantar. Del plato volador bajaron una zorra, y me subieron.

Estaba todo piola al principio, salvo cuando me quisieron meter un tubo por colectora y yo se lo metí al médico por el ojo de pollo. Después todo bien, tenían DirecTV, Fernet, coca, lo que pidiera, pero estaban todo el día haciendo preguntas: “¿como se llama tu líder?, ¿quien maneja los hilos de tu sociedad?”. Y bueno, yo les respondí que el Rengo Aguilera era mi jefe.

Resulta que hace unos días me dicen que iban a devolverme pal’ rancho y que iban a volver con más gente para conquistar la Tierra, entonces deciden organizarme un asado de despedida con de todo, costillas, vacío, choris, molleja y mucho vino y fernet. La cuestión es que me agarré un pedo para tres mil y tuve que ir al baño. Había un cartelito que aparentemente decía “no tirar el papel al inodoro” pero como estaba escrito en marciano no lo entendí. Salí lo mas pancho y al rato empezó a sentirse un barandón terrible, resulta que había tapado el baño. Se rebalsó el inodoro y se llenó todo de “aua”. Parece que el punto débil de los marcianos es la electricidad porque no supieron que hacer, y tuvieron que aterrizar de emergencia en el campo Papa, mientras llamaban a la grúa, los pibes le desmantelaron el plato volador.

La realidad es que nadie dio crédito del cuento del gordo Botija hasta que empezaron a aparecer muñecos vendiendo partes del plato volador; que un Stereo Hitachi, un convertidor de masa, el burro de arranque, el aparato antigravedad y no se cuanta cosa más. Tal vez no lo lean en los libros de historia, pero sepan de su obra y su marca indeleble en la memoria popular, puesto que el Botija y su intestino salvaje nos salvaron de una inminente colonización alienígena.

El Botija después de habernos liberado.

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