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El embrujo del Negro

No me gusta comenzar con la gastada frase “La siguiente es una historia real” porque de hecho, no hay historia más real que la siguiente.

Fines de los 80′, la década dorada, mi amigo el Negro era por esos años el guardavidas #1 del balneario más emblemático del momento, el “Wembley de Dorrego”, el que no se refrescó ahí alguna vez hoy bien puede reconocer, sin psicólogos presentes, que lleva una vida incompleta.

Yo no sé si mi querido amigo el Negro sabía al menos nadar, pero nada me sorprendía de él, era tan entrador, simpático y chamuyero que si se lo hubiera propuesto, convencía al director del Hospital Central para que lo dejara hacer una cirugía, pero no, le tenía terror a ver sangre el cagón.

El Negro pasaba por una etapa ilusoria, espléndida y era envidiado por la mayoría de los giles que lo veían laburando en el balneario. Pero la voz de Dios lo predijo “todo tiene un final, todo termina” y así llegó el ocaso del Negro, el día menos pensado, un día laboral, un viernes para ser preciso, comenzó su calvario.

Después del mediodía, el Negro se había clavado un pancho con poncho con papas fritas y una gaseosa y para bajar la comida salió a patrullar por la vereda norte de la pileta de 5 metros, cuando vió la mujer mas bella que sus feos ojos captarían en su vida, una morocha bronceada, flaquita, de salvajes cabellos largos y negros, ojos color miel, frutillas rojas en lugar de labios y malla negra en cola less; una mujer para-corazones (y varias cosas más),un ángel terriblemente sexy y tan sensual que el Negro se agarró rápidamente el pito.

Lo hizo sonar muy fuerte como árbitro cobrando penal en una final del mundial, pero nadie había violado ninguna norma del balneario, sólo quería llamar la atención, ya se había puesto nervioso, tontón.

El Negro no podía ignorarla, dió varios giros, tanteó el panorama con perspectiva y sigilo, ya había tenido experiencias negativas anteriores, por lanzarse al boleo sin percatarse de la presencia de los novios, no quería pasar por eso otra vez, aunque ésta ocasión era distinta, estaba dispuesto a agarrarse a trompadas si era necesario.

Después de dar 2 ó 3 vueltas no aguantó, impulsado quizás por el temor a que otro buitre actuara primero, se le acercó a conversar y ella le dio pista para aterrizar, la morocha le tiró el encanto encima y al Negro se le dieron vuelta los ojos; había entrado en trance nivel 3.

Todo parecía que iba bien, pero no, todo lo contrario, estaba entrando a las arenas movedizas más peligrosas y enigmáticas del mundo.

El Negro la invitó a Bizancio, el viejo, el de pisos de ladrillos y ella le dijo que sí, pero nunca percibió que las primeras manifestaciones de un extraño embrujo estaba haciendo nido en su inocente corazón.

La noche del sábado llegó, él se puso la camisa Sun Sweet nueva, gris con dibujitos imperceptibles en la noche, se bañó en Colbert y salió, la pasó a buscar a la morochaza y casi sufre una descompensación cuando la vió vestida “pa’salir”… mini negra y solerita blanca, simple, pero ya el Negro tenía ojos sólo para ella .

Bailaron mucho, el Negro chivaba como en un sauna, Tina Turner, los Rolling, The Cure, temas sublimes, a esa altura de la noche él ya era un trompo con olor a Colbert Noir. ¡El Negro estaba bailando con afrodita en persona!

De pronto se hizo el silencio y largaron los lentos, a él se le aflojaron las gambas cuando ella le pasó sus brazos por el cogote mojado, él hizo un aro con sus manos alrededor de su cintura y sus dedos casi tocaron entre sí. El Negro tenía temor a que ella se diera cuenta que su corazón latía tan desquiciadamente que parecía salirse del pecho cuando sin aviso ni advertencia lo besó, el Negro pudo conocer el sabor de esos labios sabrosos, jugosos y prohibidos, enigmáticos y ardientes, tan ardientes que luego el Negro me confesó que fue como besar a una estufa a cuarzo, en el sentido más libidinoso obvio. Había entrado en trance nivel 2

El Negro durmió en paz esa noche, Afrodita lo había besado, ¿¿¿¡podía pedir más!?? ¡Obvio!

El domingo ella lo fue a visitar a la pileta, él notó cierta frialdad durante la jornada pero no le dio mucha bola, ya que por la tardecita ella se despidió con un beso mojado y eso fue K.O. , el Negro entró al trance nivel 1; también fue la última vez que la vió y desde ése momento ya no seria el mismo, nada sería lo mismo.

El Negro era feo pero enganchaba, en los veranos no daba a basto, hasta salía con una reina de la Vendimia de Guaymallen, pero nunca volvió a ser el mismo, sus ojos estaban deshabitados, estaba embrujado, cosas de hadas y magos, la frase que rezaba “siento el calor de toda su piel en mi cuerpo otra vez” se le había pegado, estaba convencido que Rata Blanca había compuesto esa canción por él.

Nunca llegó a enamorarse, porque dice que su corazón quedo vacío en la pileta ése domingo, pero de algo está seguro el Negro, ella lo usó maliciosamente, premeditadamente. Su teoría es que fue usado para un experimento de la Universidad Mazza.

Los años pasaron y el Negro esta más feo que cuando era solamente feo y ella ni hablar, está más fuerte que patada del Hulk en las bolas, indudablemente tiene el elixir o algo similar.

El Negro no se anima a hablarle, al comienzo no sé dio cuenta que algo no encajaba, que ella era mucho para él, no era lógico. Ahora lo reconoce y le da vergüenza contactarla, también en parte está dolido, fué usado y abandonado peor que un animal.

Hoy por hoy el Negro sólo le husmea las fotos por Facebook de vez en cuando porque no cree que le acepte la solicitud de amistad, lo que sí es optimista y mantiene la esperanza de que algún día, algún día, ella lo deje dormir al amanecer entre sus piernas.

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