/El verdadero trabajo del misterioso ingeniero J(*)

El verdadero trabajo del misterioso ingeniero J(*)

(*) No puedo poner el nombre completo de la persona en cuestión por miedo a las instituciones, corporaciones o logias entorno a lo sucedido.

Era un miércoles de verano y nos preparábamos para comer en lo del Rabino. Luego de un pequeño receso de fin de año, la banda se había vuelto a juntar. Estábamos todos: Tino, Serra, el Mono, Emeka, el Rata, P11, el Rabino y yo, sólo faltaba por llegar el Mario J., que había confirmado asistencia al asado.

—¡Llamale al Mario que en 5 sale el asado, culiao! —ordenó el Rabino con ese «culiao» impostado que usa intentando simular su pésimo acento menduco.

—No tengo señal, que alguien le mandé un whatsapp —respondió el Tino mientras le hacía «la foto del día» al Serra y un whisky japonés.

—Ya le escribo yo —asentí mientras le mandaba un «¿te falta mucho re culiado?» por whatsapp al Mario.

«Voy en camino» respondió por el chat al tiempo que se apersonaba por la puerta del patio del Rabino ante los saludos y abrazos de los demás presentes.

«Qué rápido es para escribir» fue lo que pensé y lo fui a saludar.

El Rabino ha potenciado lo mejor de nosotros, hace asados más increíble que el Dios en el que no cree y sabe de vinos casi tanto como P11. Le queda de porteño el «sho» nomás. La cena se fue desarrollando como todas nuestras juntadas; gastadas grupales, anécdotas de fin de año, comentarios sobre proyectos personales fallidos, risas, chicanas, charlas filosóficas sobre mujeres, motos, autos y personajes del empresariado menduco entre costillas, entrañas, chori, morci y chinchu. Cada temática era cerrada por un comentario absolutamente ordinario de la mano del Mono, como es su costumbre.

En ese momento abrí mi celular para ver si tenía algún mensaje de mi embarazada esposa. Nada. Me di una vueltita por Facebook y ahí vi algo… tres estados de J. al hilo. Con foto, datos, historia, eternos. Uno hablaba sobre el desfalco kirchnerista a los fondos de Santa Cruz, en otro exponía un teorema liberal en contra del Catolicismo Occidental y en uno mucho más largo y detallado hablaba sobre un proyecto de la Rusia soviética sobre viajes interestelares. «¿Cómo se le ocurren tantas cosas el mismo día?», pensé.

Cuando la esposa del dueño de casa nos trajo un monumental postre, aproveché para volver a pispear si tenía mensajes de mi mujer y, nuevamente, le di una miradita al Face… otra vez tres estados de J., uno de hacía 7 minutos, otro hacía 5 y un tercero de hacía 2 minutos. En ellos hablaba sobre la “necesidad imperiosa” de privatizar los océanos, los misterios en torno a la vida de Elvis Presley y las variaciones del BitCoin respecto a criptomodenas de Bulgaria. «Esto es imposible» deduje.

Entonces pensé una jugada, había algo que me generaba «ruido»… «¿en qué momento escribió esto si está acá con nosotros?», «¿son temáticas que han estado todo el día online y las estoy viendo recién ahora». Tenía muchas preguntas que hacer —Marito, ¿me prestas tu celular que tengo que hacer una llamada y no tengo crédito? —Me arriesgué, sabiendo que me iban a gastar.

Ante las risas de los demás comensales, J. me prestó el celular. Entonces, simulando que marcaba un número, le puse el celular en «modo avión». Hice como que llamaba a mi esposa, corté y se lo devolví. Inmediatamente lo guardó en su bolsillo sin controlar… ahora estaba offline. Esperé diez minutos y volví a entrar a Facebook… cuatro estados más de él; en uno hablaba de su video juego de zombis, en otro comentaba sobre los avances de una serie sobre el mismo tema, en uno muy largo y cargado de datos duros contaba (en inglés) como es el uso de los sistemas de calefacción y refrigeración de los tanques de acero inoxidable para la industria vitivinícola y en el último sobre su un posible nuevo libro de ciencia ficción titulado «Borges, Perón y la máquina del tiempo». Yo me dedico a manejar redes sociales y sé que los estados, en los perfiles privados (o sea, de personas físicas) no se pueden programar. ¡Había alguien escribiendo por J.!

La velada terminó entrada la madrugada, es un grupo extremadamente dispar y muy muy lindo de amigos. Pero yo tenía otros planes… debía seguir a J. hasta su casa. Nuevamente tenía una corazonada. Nos despedimos los nueve, cada uno subió a su auto y yo arranqué la moto. Sigilosamente me puse al final de la fila de autos, tomé una distancia prudencial del Audi de J. y fui tras él como un perro sabueso. Íbamos en dirección a su casa, pero viró su destino y se dirigió hacia su oficina, una misteriosa mansión antigua ubicada en una emblemática callé céntrica. Estacionó el auto e ingresó al trabajo… a plena madrugada. Entonces saqué mi teléfono, marque el teléfono fijo de la casa de Mario, que estaba a unas quince cuadras de su oficina, era eso de las tres de la madrugada…

—Hola— atendió con vos dormida la esposa de Mario luego de varios rings.

— Hello, excuse the time, I am a business partner of Mario. I need to speak urgently with him. It is for one of our industrial projects.—dije en mi ingles paupérrimo.

—Mario, es para vos… un socio tuyo yankee— dijo la mujer y le pasó el teléfono a quien dormía con ella… que teóricamente era el Mario.

—Hello? —se escuchó la voz del Mario — who speaks? —volvió a decir con tono imperativo.

Entonces, boquiabierto, corté…

Mario acababa de entrar a su oficina, lo había visto con mis propios ojos, pero también estaba en su hogar durmiendo… por eso la cantidad de estados en Face… por eso los miles de proyectos, por eso las horas en vela. Todos sospechábamos que no era una sola persona, que estaba pasado de rosca o que padecía insomnio, pero ahora estaba ante la realidad… habían dos Mario J.

Detuve la moto dos cuadras hacia el oeste de la oficina del ingeniero, sin saber qué hacer, estaba desesperado, tiritaba entero, ¿sabría mi amigo que tenía un clon?, ¿y si le contaba?, ¿y si su familia o su vida corría peligro?, ¿cuál sería el original y cuál el trucho?… me agarré la cabeza de confusión… entonces pasó lo peor.

—Bomur, ¿qué mierda haces acá? —me interceptó una voz desde la vereda.

—Marito… —respondí tieso… Mario J. con ropa de running, todo chivado, venía claramente de correr desde el parque hacia la oficina, a las tres y media de la mañana —estemmm… me quedé sin nafta —¿vos qué haces acá?

—Es que comimos tanto en el Rabino que me bajé a correr unas vueltitas al lago antes de dormir —me mintió, mientras de reojo veía el Audi estacionado un par de cuadras más abajo. Estaba completamente confundido, ¿cuántos Marios habían, la puta madre? —tengo el auto en la oficina, deja la moto ahí y te llevo a buscar nafta.

Asentí. Cuando llegamos hasta el auto pude ver las luces de la oficina encendidas, evidentemente había un Mario ahí dentro — ya que estamos acá ¿me convidas agua? —me animé a decirle.

—No —respondió lisa y llanamente con una mirada fulminante, J. era bastante bicho para hacerlo caer en una treta. —tengo que abrir dos rejas, sacar la alarma de la oficina, es un bardo. Te compro un agua en la estación si no tenes guita… total me debes tantas cosas ya —intentó suavizar la escena con un chiste.

—Ok, dale vamos — le dije más preocupado que nunca… sin dudas Mario sabía que había, por lo menos, otro J.

En el camino charlamos varias cosas, entonces me la jugué fuerte —le salió rica la paella al Rabino — comenté y me quedé mirando por la ventanila, haciéndome el distraído.

—Sí, riquísima — respondió taciturno el Mario.

Entonces me di cuenta que estaba todo mal. Tuve una reacción violenta y fugaz, sospecho que ni siquiera se la vio venir, por eso el éxito de mi golpe. Le asesté un derechazo directo al mentón. Al estar en posición relajada, inmediatamente la torsión en su cuello le produjo un desmayo. Quedó knockout al volante. Rápidamente tomé las riendas de su auto, estacioné en la banquina, y haciendo un nudo entre mi ropa y el cinturón de seguridad lo até a la butaca del acompañante. Me dirigí a toda prisa hacia mi oficina ubicada en una antigua casona de Villa Nueva. Con un sótano sepulcral.

En el camino le llamé a mi esposa y le dije que había tenido unos inconvenientes laborales, que más tarde llegaría a casa y le contaría lo sucedido, que estaba bien y que cualquier cosa me llamase. No la quería alarmar. No me animé a llamar a nadie. Llegué a la oficina, bajé al Mario que aún seguía nockeado, descendí hasta el sótano, lo até firmemente a una silla y comencé a despertarlo con agua y zamarreos. Luego de un rato comenzó a recuperar la conciencia.

—¿Qué pasó pelotudo — fue lo primero que me dijo al abrir los ojos.

— ¿Quién sos, la concha de tu madre? —le dije.

— ¿Cómo que quién soy? ¿vos me estás jodiendo Martín? ¿qué concha hago atado? ¿dónde estamos?

— Cerra el orto que las preguntas las hago yo.

— ¿Pero vos sos pelotudo, Scarface de cotillón? Soltame que te voy a cagar a trompadas, ¿porque estoy atado?

— No te voy a soltar hasta que no me digas quién sos y qué has hecho con mi amigo Mario.

— Peronista enfermo mental, ¿me soltas hijo de una gran puta? Si esto es una joda te va a salir muy cara, Rumbo, en serio te lo digo.

— No es una joda y dejá de amenazarme…

— No son amenazas, son certezas, apenas me sueltes te hago re cagar.

— ¿Sos el verdadero Mario?

— ¿¡Queeeeeeee!? ¿pero vos sos tonto, payaso culiado, soltame? —y su tez se comenzó a tornar de morena a roja.

— No te vas a poder soltar, mientras antes me respondas, más rápido te vas —le dije titubeando, en un tono que debía ser amenazante pero estaba esbozando con extremado miedo.

— ¡Cagón, puto, soltame que te voy a reventar la cabeza a piñas! —me dijo con violencia mientras se movía frenético intentando zafarse.

— ¿Cuantos Mario J. hay? — le solté de una, mientras me temblaba todo.

— ¡Chupame la pijaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! — gritó y el sudor estalló en su frente. La situación se estaba poniendo extrema.

— Dale, ¡culiado hablá! —le dije.

— ¡Obligame cagón! —me desafió. — Dale peronista de mierda, ¡obligame!

Mario estaba completamente fuera de foco, la vena aorta le estallaba en el cuello, otra le surcaba la frente al medio, entre el sudor que lo bañaba, sus ojos inyectados de furia me miraban coléricos. De haberlo soltado en ese momento, sin dudas me daba un palizón de la san puta. Ya estaba jugado… técnicamente estaba secuestrando a una persona, esto era privación ilegítima de la libertad. Ni siquiera Emeka me iba hacer zafar de esta. Estaba en el horno, lo conozco al Mario. Él tiene dos formas de hacer las cosas. Comenzaría por una serie de demandas legales en cuatro países, donde seguramente terminaría en cana y si no salía esa, sin dudas la ilegal me iba a doler. En un minuto de éxtasis total, mientras él me insultaba a los cuatro vientos y hostigaba a que lo obligara a hablar, perdí el control y le asenté un sopapo en el rostro, impactando en la ceja y abriéndole un tajo profundo.

Mario quedó con la cabeza en dirección a la inercia del golpe unos minutos… respiraba como un toro maniatado. Sacó la lengua y saboreó la sangre que le chorreaba a borbotones. Esbozó una sonrisa intimidante, cebado — es la única manera que me podes pegar, culiado.

— ¿Vas a hablar o no? — volví a amenazarlo y esta vez me escupió saliva y sangre que pegó de lleno en mi quijada. Nuevamente le di otro puñetazo… nada.

Luego de un buen rato, el rostro de Mario estaba maltrecho, su furia intacta y mis nervios a tope. No iba a hablar, al menos no de ese modo. Me di cuenta que estaba amaneciendo, las cosas se estaban poniendo demasiado peligrosas. No sabía qué carajos hacer. Abrí mi celular. Entré a Facebook… siete estados del Mario en el inicio. Criticaba al tibio gobierno de Macri tildándolo de comunismo chic, comentaba sobre un nuevo personaje Cubano que estaba craneando, invitaba a votar en change.org para cambiar el nombre de la Vinchuca a Bicho Peronista, compartía una nota recientemente subida a Ropa Sucia que hablaba sobre el arte barroco, hacía una sinopsis sobre el Libro Rojo de Jung, se lucía desayunando con sus hijos y un último post en el que le daba con un caño a los Millenials, diciendo que había calculado que un generación x rendía por ocho millennials y medio … por suerte había más Marios haciendo el trabajo de padre, laburante y vaya a saber que más. Eso me reconfortó. Subí a tomar aire… estaba en serios problemas. Encendí el televisor, seguía la puja por el paro docente, el impresentable de Roberto Baradel hablaba de «libertad, justicia y educación» en medio de un piquete con restos de pan en la barba. Hacía alusión a Perón y Evita y lloraba… entonces tuve una visión, como un shock, una corazonada real, la certeza de la duda resuelta, como el científico que entre sueños resuelve el teorema. ¡Era eso! Tomé mi teléfono y comencé a hacer llamadas, tenía que terminar esto cuento antes.

Horas más tarde descendí al sótano. La herida en la ceja del Mario estaba cerrada y la sangre seca le marcaba el rostro hasta el cuello de la remera. Tenía varios moretones, pero estaba intacto. Duro como todos los negros. Apenas me vió, soltó —vuelve la mariconcita, ¿porque no me soltas una mano y hacemos una pelea más pareja, forro culiado?

— Mario… vamos a comenzar por las buenas… ¿me vas a contar la verdad? —esta vez mi voz sonaba firme y bastante parecida a la de un mafioso o secuestrador, tenía un plan que iba mucho más allá de mis golpes.

— ¿Qué verdad queres que te cuente, pelotudo a pedales?

— ¿Porqué hay clones tuyos y cuántos son?

— ¿Clones? ¡Por favor que ridículo!

— Mario… no tenes más alternativas, ¡ni siquiera me has pedido que llame a tu esposa o que de señales de que estas vivo! ¡ya hay estados tuyos en Facebook! ¿te das cuenta que es obvio que hay alguien igual a vos que te cubre?

— Apenas me soltes te voy a matar, sabelo. —amenazó tozudo. Entonces procedí…

— Chicos — dije en voz alta… — ¡bajen!

Desde la planta baja comenzaron a bajar varios jóvenes. Eran tres chicas ultra feministas y dos chicos vestidos con lentes de marco grueso y camisas leñadoras. Las chicas hablaban todo con la «E», los pibes le comentaban a Mario cómo son los nuevos paradigmas laborales, dónde está ahora el dinero en serio y la importancia de vivir experiencias, antes que prepararse académicamente. Las chicas hablaban a los gritos y flameaban sus pañuelos verdes, los chichos hablaban y se ponían a lagrimear de los nervios.

— ¿Ese que ves ses ese que este tede el die berdeande en face? ¿Qué te meleste nuestres grites y pintades? ¿qué te jode que insultemes a la policie? — le gritaba agudamente una de las chicas mientras le mostraba las tetas.

— Ustedes los viejos no saben nada, nosotros nos podemos hacer ricos desde cualquier parte del mundo que haya wifi con un video de youtube sin tener que ser esclavo de un dinosaurio como vos —decía el muchacho mientras lloraba.

— ¿Que concha es esto? —dijo el Mario con cara desorbitada. La estaba comenzando a pasar mal.

— ¿Conche? ¿ves? ¡sos una victime del hétero patriarcado hegemónico impuesto por el neoliberalismo feroz y la iglesia Católica! — le dijo la otra femininja.

— ¡La iglesia me chupa la pija! —gritó el Mario.

— ¿¡Porqué grita señor!? — dijo espantado el Millenial mientras se tapaba los oídos y se ponía en posición fetal a lloriquear en un rincón como un autista.

— ¡Basta! — gritó el Mario, claramente sacado.

— ¿Vas a hablar?

— ¡Soltame que los matos a todos! — gritó, dando a entender que sería difícil hacerlo hablar.

— Ok… — le dije tranquilo — conste que te lo advertí — dije mirando hacia el ingreso al sótano — ¡compañeros! ¡vengan! — grité.

Entonces comenzaron los cánticos, con bombos y platillos… era una murga.

?Vengo bancando este proyecto
?Proyecto, nacional y popular

Mario abrió los ojos de par en par — No me podes estar haciendo esto la puta que te parió.

Bajaron como veinte ñatos de la Cámpora al sótano. El Gordo Soto venía con un chulengo y se puso a hacer choris, la Elbi encabezaba los cánticos.

?Te juro que en los malos momentos
?Los pibes siempre vamos a estar

Un gordo enorme le comenzó a hacer sonar el bombo al lado del Mario que apretaba los dientes y cerraba los ojos fuertes, simulando no escuchar.

?Porque Néstor no se fue
?lo llevo en el corazón
?con la jefa los soldados de Perón

— Noooooooo hijos de puta, noooooooo.

— ¿Me vas a contar o no?

— ¡Los odioooooo, los odio a todos! — y un denso humo le comenzó a salir de los oídos, al tiempo que un loop extraño le hacía tiritar el ojo derecho.

— ¡Compañeros! — gritó la Elbi, con ánimos de comenzar a dar un discurso.

— Compañeres, querrá decir, compañere — corrigió la feminista a Elbi.

— Exacto… compañeres — prosiguió — he aquí al gorila número uno de Mendoza, al enemigo acérrimo de nuestro movimiento. Él está en contra de la soberanía política, la justicia social y la independencia económica.

— Bomur me la vas a pagar tan caro — continuó amenazando J.

— Si me contas paro todo ahora — le dije, al tiempo que el gordo Soto escuchó la palabra «paro», se volvió loco y comenzó a arengar…

?Ya de bebé…
?en mi casa había una foto de Perón en la cocina
?Y ahora de grande…
?Unidos y Organizados junto a Néstor y Cristina

— ¡No voy a hablar una mierda! — desafió el Mario y me volvió a escupir.

— Continuá Elbi — le pedí a la famosa pianista.

— Este nefasto personaje, típico cipayo, gorila funcional al capital, es el que nos vive defenestrando ante la sociedad mendocina, tan ciega como él — gritó la Elbi ante las arengas de todos sus compañeros y los llantos de los dos millenials que no paraban de sacarse selfies. — ¡salvemos su odio con el amor de nuestras canciones compañaeres! — gritó la muchacha e instó a seguir cantando…

?Peroncho siempre, nunca me voy a olvidar
?Cuando bajaste los cuadros
?todo empezó a cambiar
?Dijimos no al ALCA, también al FMI
?A todos los gorilas y al monopolio Clarín.

— ¿Me vas a contar sobre los clones, Mario? — le dije con el tono más picante que he usado en mi vida, mientras el Mario entraba en una especie de trance, el humo le salía de la cabeza y los pocos pelos se le ponían de punta.

— No… jamás – dijo serio y convencido.

Suspiré profundo… creí que no lo iba a tener que usar, pero era por el bien de mi amigo, aquel que me dio el nombre a mi libro, aquel que me recomendó dónde no invertir, aquel compañero de letras, birras, cafés y asados. Tenía un poderoso as bajo la manga y era el momento de mostrarlo.

— ¡Se callan todos! — ordené violento, ante el inmediato silencio sepulcral de las más de treinta personas que estábamos en ese sótano de cuatro por cuatro. El olor a chori, a chivo, a humo y a humano reinaba en el ambiente. Era pestilente. — No quiere hablar el señorito… así que me veo obligado a utilizar mi arma más poderosa…. ¡Marcelo! — grité.

La puerta del sótano se abrió dejando entrar un haz de luz, se vieron dos zapatos de goma ochentosos enfundados en un jean gastado. De fondo sonaban «Los Salvajes Unitarios». Los pasos comenzaron a bajar lentamente las escaleras, detrás de sí aquel hombre cerró la puerta, quedando todo en penumbras. Nadie podía ver quién era. Las pupilas de J. se dilataron como las de una pantera. Estaba enjaulado como un animal y resoplaba exhausto. La figura caminaba despacio hacia la silla de mi ex amigo, entonces la lúgubre lámpara que iluminaba a Mario dejó ver el rostro en cuestión… era Marcelo Padilla. Y con vos suave y gruesa, cínica y atestada de sarcasmo comenzó a cantar lentamente…

?Los muchachos peronistas,
?todos unidos triunfaremos,
?y como siempre daremos
?un grito de corazón:
?«¡Viva Perón, viva Perón!».

Cuando J. pudo descifrar quién era colapsó — ¡Noooooo! ¡Hijo de puta no te me animaste al debate y ahora me venís a torturar así, maniatado! Bomur sos un hijo de mil puta — y comenzó a gritar desenfrenado, al tiempo que su voz se volvió metálica y varios chispazos saltaron desde donde antes había salido humo. Un olor a cable quemado inundó de inmediato el ambiente, Mario entró en un ataque total, convulsionaba como un epiléptico, le caía baba de la boca y un líquido negruzco comenzó a correr por su nariz. No era sangre, más bien parecía aceite. Uno de los millenials se desmayó, el otro corrió horrorizado entre saltitos y lágrimas, las feminazis también se asustaron y rajaron, no sin antes pintar con aerosol «J. Hétero» en la pared, la Elbi y el Gordo Soto levantaron el chulengo y se fueron. El Mario tartamuedeba palabras en varios idiomas y una alarma sonaba desde sus adentros, como cuando sale la ventanita de error de Windows. Padilla, un poco confundido por el estado de Mario y con algo de vena, le metió un patadón antes de irse, que lo hizo volar por los aires e impactar contra la pared detrás de la silla. La nuca de Mario explotó y un manojo de cables chispeantes comenzaron a flotar como Medusas. Era un robot… ¡era un puto robot!

Apenas la máquina terminó de colapsar y se detuvo, me acerqué a ver el paisaje. En la nuca podía ver todo un sistema electrónico, lleno de plaquetas, chips y cables. Los ojos de J. estaban abiertos y sus pupilas rojas. Aún tenía energía. No dudé en llamarle al Rabino. Si había alguien que sabía en Argentina sobre sistemas, era él.

Apenas llegó, lo miró y dijo que era un sistema encriptado de bioingeniería. Origen Suizo o Alemán. Lo conectó a su MacBook y comenzó a hackear el CPU, al cabo de dos horas tuvo acceso a la fuente y al disco rígido y logramos descular toda la verdad…

Corría el año 2010, Mario J. había tenido un accidente mortal de buceo en México, en plenas vacaciones. En ese momento, en el mismo lugar, se encontraba de vacaciones Ramón «Palito» Ortega… si… Palito, la cabeza del proyecto BioMachine.

Ortega necesitaba instalar la BioSupraMachine 1.2 en un joven influencer, para que mediante redes sociales disemine todo tipo de información social y política. Para que no se note, no debía ser político de fuste, más bien profesional, preferentemente ingeniero y tener conocimiento sólido sobre teorías políticas.

Palito había sido gobernador de Tucumán y senador Nacional por el Partido Justicialista. En 2010 iba a apoyar a la campaña electoral de Alfredo Olmedo, candidato a Gobernador por Salta. Olmedo, dadas sus influencias, le había asegurado control total sobre la Dirección Nacional De Desarrollo Tecnológico E Innovación. Institución que le daría fuerza y vigor al proyecto BioMachine.

En J. se instaló el BioSupraMachine 1.2, una versión alternativa del esperado BioSupraMachine que si bien no estaba preparado aún para ser probado en un muerto con más de 48hs de defunción, era la primera vez que se instalaba en huésped con capacidades innatas de comunicación, formación académica e instrucción política sin militancia.

El plan de Palito era captar un voto ausente en el peronismo, el de los jóvenes tecnológicos de la clase media. ¿Qué mejor que comenzar con la compleja y Radical Mendoza? Además sus vínculos con Vila y el laboratorio en San Isidro le permitían seguir de cerca a Mario. En teoría el «móvil» era idea. Negro, reaccionario, picante, pendenciero, barbudo, mechudo… ¡un peronista perfecto!

Lo que nadie de BioMachine sospechó, era que el J. humano tenía un odio acérrimo contra absolutamente todo el movimiento peronista. Desde Perón, hasta Cristina. La tecnología utiliza el cuerpo del «huésped», pero no bloquea todas sus funciones, ni cierra su información genética. La persona es la misma de siempre, sólo que tiene tecnología de avanzada instalada en su interior. Al cabo de dos semanas, no se sabe cómo, Mario hackeó su propio sistema. Se podría desvincular del control de la corporación maquiavélica de Ortega con un solo click. Pero… ¿cuánto tardarían en rastrearlo? Entonces, encontró la manera de potenciar el rendimiento del aparato, mejorando todo su sistema físico y por supuesto mental. De haberlo querido podría haber crecido 10 centímetros, tener pelo y ser blanco, pero esto levantaría sospechas.

Necesitaba actuar, por lo que puso su cerebro en modo override y lo puso al 200% de su capacidad. El cuál le permitía, entre otras cosas, con una mano escribir un ensayo sobre la influencia de Platón en San Agustín y con la otra programar el sistema de un compaginador nuclear intergaláctico. La sobre exigencia del procesador no fue gratuita, sobrecalentar el kernel generó disociación de personalidad en J., de momento tomando control de la unidad y generando personalidades profundas y reprimidas tales como un niño comunista o un excéntrico y hedonista billonario argentino. El esfuerzo no fue en vano, tardó sólo tres meses en aprender como clonarse. Pero el costo gigantesco de construir uno o varios BioMachine estaba fuera de su alcance.

Viajó a Europa y se infiltró en la secretísima reunión del grupo Bilderberg para presentarse como lo que era, un robot, ofreciendo sus capacidades a ellos. Increíblemente J. convenció a una de las sociedades más oscuras y secretas del planeta de pagarle enormes cantidades de dinero por ser un vector de ideas neoliberales y globalistas para instaurar el nuevo orden mundial.  Una vez que se hizo del dinero para replicarse se desvinculó por completo de la corporación de Palito, dejando un clon en su reemplazo. El mismo fue destruido por una patota peronista cuando simulaba militar en un barrio de Las Heras.

Entonces se dio cuenta que quizás podría llevar a cabo el sueño de toda su vida y hacerlo su verdadero trabajo: destruir al peronismo. Para ello construyó siete clones y le asignó nombres y funciones específicas:

  • MFM (Mario Family Machine): clon familiero que se la pasa con sus hijos y que cumple su rol de padre.
  • MWM (Mario Writer Machine) clon escritor que publica libros de ciencia ficción justicialista para darle en el intelecto al movimiento.
  • MEM (Mario Engineer Machine) clon que hace consultoría en ingeniería para llevar «el mango» a la casa.
  • MPM (Mario Party Machine) clon que vive de joda asados, con amigos y totalmente pasado.
  • MRM (Mario Running Machine) clon que hace deportes y sale a correr con un extraño perro.
  • MSM (Mario Social Machine) clon community manager instalado directamente a un PC que está todo el día escribiendo en Facebook.
  • MIM (Mario Investor Machine) clon inversionista que engrosa las cuentas en paraísos fiscales y financia realmente todo el plan.

El Rabino se encaró de meterle un virus al MRM, pero no nos animamos a diseminarlo entre los demás clones. Aún no sabemos cuál puede ser el Mario real, el que más tenga de él…


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