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Fantasías: Sexo, Armas y Rock del bueno

Intro de conceptos que trata la nota:

La parafilia es básicamente un tipo de comportamiento, una experiencia caracterizada por un acto sexual en donde el placer o el orgasmo se consigue fuera de los límites de las relaciones convencionales.

La hibristofilia es una parafilia en la que la persona siente atracción por mantener relaciones sexuales con personas peligrosas.

Desde chica tenía la imagen de que el tipo que manejaba armas tenía cierto poder. Algo me llamaba la atención, claramente las películas de acción que veíamos en mi casa (todos hermanos varones, nunca una romántica) me habían provocado esa admiración. De grande me olvidé un poco del tema hasta que conocí a Miguel. Un hito en la historia de la noche mendocina, conocido por muchos. Un manejo excepcional de las armas de todo tipo, criado en ese ambiente. Escucharlo hablar era estar atenta a sus anécdotas, me mordía los labios cuando contaba de alguna pelea en la que había salido triunfante, no se si me gustaba ese lado impulsivo-violento, o la pasión con la que hablaba de esos hechos. Disfrutaba lo que contaba porque lo vivido lo había disfrutado mil veces más. Era mirarlo y pensar: ¿Llevará algún arma encima? ¿Tendré algún trastorno de hibristofilia?

Trastorno o no, saber que tenía un pasado pesadito me humedecía. Me podía. Estábamos juntos en el mismo lugar, mismos conocidos pero aún nadie nos había presentado. Me sentaba cerca, lo rondaba… esperaba el momento justo para hablarle. Por mí que se diera vuelta y me acariciara la mejilla corriendo el pelo de mi cara y que dijera: “vamos, yo sé lo que queres”. Pero bueno, padezco una gran imaginación y esas cosas solo pasan en mi cabeza. Para mi sorpresa, se dió vuelta, miró mi vaso y me dijo:

– ¿Vos querés? – todo quiero, con vos tooodo.

– Sí, por favor – Terminó de preparar mi fernet y dije “Gracias”.

Se veía un tipo duro, no se me ocurría como lograr una ocasión oportuna o de qué hablarle por que a demás de interesantemente peligroso era un tipo muy instruido y me daba miedo decir alguna estupidez.

Fumando un cigarrillo quedé sumergida en mis pensamientos, que muy dispuesto se dignó a interrumpir.

– Pagaría por saber en qué piensa, Murray.

– Tengo una imagen que me da vueltas en la cabeza. Es una imagen que nunca ví, de una situación que jamás viví.

– ¿Una fantasía?

– Tristemente.

– Hágame saber al final de la noche, cuando todos se estén retirando, si puedo contribuir a su pensamiento, compartiendo mis fantasías, o haciendo algo por las suyas.

Se retiró en silencio. Wooow… ¡Que tipo éste Dios! Respiré profundo, sonrisa macabra, acomodé mi postura y solo esperaba que todos se empezaran a ir. Pero la paciencia no era lo mío. Pasada la hora y media y dos vasos más, dije:

– Bueno chicos, me voy yendo.

– Voy para el centro, querés que te acerque a algún lado- Dijo Miguel

– Si, también podrías acercar a Facu y Sofi – Dijo alguien por ahí.

– Sí, no hay problema. Dijo él.

Nos subimos los cuatro al auto, Facu adelante y con Sofi atrás. Ellos se bajaron primero, saludamos, me paso al asiento del acompañante y al fin solos.

– Vamos a mi casa, si no te molesta.

– Vamos, solo no olvide sus modales.

– Jamás.

Llegamos a su casa, y tenía una sección especial para sus bebidas. Sirvió dos vasos de whisky, uno con hielo y otro sin. El que tenía hielo me lo dió en la mano, el otro se lo dejó.

– No te pregunto si tomás whisky porque probablemente me digas que no, y sería un pecado no probar éste. Es un Chivas Regal 18, a mi paladar uno de los mejores escoceses.

Era cierto, como no probarlo… dejaba una sensación cítrica y picante al final. Empecé a mirar alrededor.

– ¿Qué buscas?

– Las armas… Sé que tenés. Me intrigan.

– Sos curiosa… la curiosidad mató al gato. ¿No te da miedo?

– ¿Me vas a matar?

– Eso espero, aunque no con un arma de fuego.

Puso una selección de música en la compu, comenzaba a sonar «Perfectos extraños» de Deep Purple.

– ¿Tengo cara de escuchar Arjona?

– No… pero algún clásico de Ricki Martin si.

– No se lo digas a nadie, que sea nuestro secreto.

Nos reímos una milésima de segundos juntos por el comentario y caminó hasta su placard. Sacó algo así como un maletín y se sentó en la cama.

-Vení, mirá – me dijo. Me senté frente a él para mirar atenta lo que tenía.

– Mi última adquisición, la nena de la casa. Es una Glock. Se llama así por el que las diseñó. Son prácticas y muy seguras, si se cae al piso no se dispara como otras. A diferencia de las tradicionales, éstas tienen otro sistema de seguridad. Tres seguros automáticos y un sistema de doble acción constante, eso es lo que la hace tan segura; mientras se aprieta el gatillo tres mecanismos se ponen en funcionamiento independientemente uno del otro. El seguro del gatillo, éste ¿ves? El seguro de la aguja percutora, que sería esto y el seguro contra caídas. ¿me entendes?. Después del disparo, cuando el gatillo vuelve a su posición, los tres sistemas se reactivan de nuevo… Chino básico para vos ¿no?

– No, no… algo te sigo, no es tan difícil de entender.

– Calibre 9mm y capacidad del cargador de 17. Este es el cargador.

Mientras el hablaba sonaba «T.N.T.» de AC/DC. Su mirada brillaba con el arma en la mano, la música le daba el fondo perfecto a esas palabras nuevas para mi y ya nos estábamos llevando mejor con ese whisky escocés.

– ¿Qué pensabas más temprano? – dijo mientras la guardaba.

– No la guardes. La vas a necesitar – dije con una sonrisa.- En mis fantasías y podés colaborar… quiero que me cojas, pero en la previa, que la uses… la acerques a mi cara, me amenaces… que me agarres fuerte y me hagas forcejear un poco. Se me ocurre que podr..

– Shhh… no necesito un instructivo. Dejá el vaso y recostate.

Papeeto… lo que me esperaba. Dejé el vaso en su mesa de luz, y atiné a sacarme los zapatos negros que llevaba.

– No, no te los saques. No te saques nada, solo recostate.

Se sacó los zapatos, el cinto y lo hizo sonar. Empezó a desabrocharse la camisa pero se la dejó puesta y puso el arma atrás después de haberla descargado. Subió a la cama y se colocó encima mío, agarró mis muñecas y las cruzó sobre mi cabeza sosteniéndolas con una sola mano. Con la otra dibujó un camino bajando por mis brazos hasta mis pechos, me miró y corrió el escote de mi blusa hacia abajo, llevándose consigo la copa de encaje de mi corpiño. Dejándo mi pezón al descubierto, lo besó como mordiéndolo… siguió bajando su mano por mi abdomen y llegó a mi cola. Levantó mi falda hacia arriba, dejándo ver mi bombacha. Sacó el arma de su pantalón y colocó la punta en mi pierna. Ahora el recorrido era hacia arriba. De fondo sonaba «Youth gone wild» de Skid Row.

Colocó las almohadas en el respaldar de la cama y me hizo sentar un poco. Obedecí. Con el arma rozándo mis piernas, hizo la presión necesaria para que yo entendiera que tenía que abrirlas. La pasaba por el interior de mis muslos y la apoyaba en mi concha hinchada… Me apuntó con el arma y dijo:

– Sacate la bombacha y tirala donde yo la vea – Sonreí, había entendido perfectamente lo que yo quería. Me la saqué y la tiré al piso. Se levantó de la cama y buscó su vaso de whisky.

– Abrí las piernas, dejame ver.- dijo sin dejar de apuntarme, hice lo que me pidió.- Tocáte.

Me metí un dedo en la boca, lo mojé bien y empecé a tocarme pero desde abajo. Estaba mojada, quería sentir mi humedad y desparramarla por toda mi concha, que así como estaba daban más ganas de comerla que de mirarla. Él se sentó en una silla frente a la cama y miraba todo lo que hacía para él. Me saqué la falda, me puse en cuatro, y me tocaba así. Se acercó con su arma y me acarició la cola con ella… me dio un revés en la cola con el cuerpo de la anfitriona. Ida y vuelta. Puso la parte de arriba del arma, el cañón o como se llame, en mis labios, abriéndolos un poco. Se hizo hacia atrás y volvió a la silla.

– Date vuelta. Mirame. Sacate la remera. El corpiño también, los zapatos no.

– Y si no quiero ¿qué?

– No me hagas enojar pendeja, vos lo querés así. Caminá hasta acá y vení a chuparme la pija.

Era todo un caballero, pero en este contexto se le cayó el diccionario. Igual me gustaba. Fuí hasta la silla y empecé a desabrocharle el pantalón. Una pija promedio tirando a buena me esperaba para ser comida. Se la chupe en modo Dios, con todas mis técnicas tan halagadas. La agarraba con la mano haciendo movimientos hacia abajo y arriba me la iba comiendo toda. Él agarraba mi cabeza con la mano que sostenía el arma, la metía hasta el fondo de mi garganta, sostenía ahi unos segundos y volvía con la lengua haciéndole presión por debajo, para no ahogarme en la salida. Lo disfrutaba y me lo hacía saber. Puso el arma debajo de mi mentón haciendo fuerza hacia arriba y así me paré. Sin que me lo pidiera me senté en esa pija, ya la quería adentro. De fondo se escuchaba a Eric Clapton tocando en vivo «Layla».

Dejó la pistola en la mesa y me agarró la cola con las dos manos. Hacía la cabeza hacia atrás extasiado, me agarraba las tetas, las besaba, las apretaba. Yo me movía hacia arriba y hacia abajo, con los tacos aún puestos noté que me resultaba más fácil que en otras ocasiones. Me levanté y sacándolo de adentro mío, me dí vuelta. Corrí mi pelo hacía la izquierda y mirándolo me senté de nuevo, pero de espaldas a él. Mejoré su panorama en un 100 por ciento, dejándo la visión despejada a ese pedazo de carne entrándo en mí una y mil veces más. Me movía despacio… lento, para que la viera salir brillante. Me enderezaba y él me agarraba las tetas haciendo fuerza hacia abajo metiéndomela toda. ¡Que manera de sentir… de disfrutar!

Me llevó hacia la cama, se colocó sobre mí. Con mis piernas bien abiertas lo esperaba mientras escuchábamos a Phil Collins en «In the air tonight». La escena dió un giro inesperado; en vez de volverse loco y darme más fuerte como creí, se suavizó y cada tanto acariciaba mis piernas o me besaba. Me enterneció ese cariño repentino y lo agarré de la cara, como frenándolo un segundo. Lo miré fijo y lo besé de una manera… tan dulce y erótica a la vez. Entre besos y bombeadas, bien juntos, sudados los dos, acabó la noche.

Se recostó a mi lado en la cama a penas desordenada.

– Sacate los zapatos y metete en la cama, te va a dar frío

– Ya no me das órdenes… Game over…

– Dale, tapate.- Dijo entre sonrisas.

Me acosté en su cama, él vino después. Puso su brazo estirado y me hizo ese ademán – que nosotras entendemos tan bien- para acostarme sobre su pecho. Me besó la cabeza, y prendió un cigarro. Sonaba de fondo «Back in Black» de AC/DC…

– Volvería a empezar con esa canción.- dije.

– ¿Querés bailar para mi mientras me recupero?