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La chica «comé sano y rico»

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Cualquier amante del fúltbol suele utilizar algunas jergas de este juego (el mejor del mundo) en diferentes tipos de metáforas para representar cualquier situación cotidiana.

Todos alguna vez quedamos «orsai» en donde queríamos que la tierra nos tragara, o a quién no le sacaron la roja alguna vez en su vida, o como el caso de Ernesto Choripán, cuando su novia le dijo que dejara el fútbol de lado porque él le hacía falta a lo que él respondió «¿¿¿!!! DE QUÉ FALTA ME HABLAS SI NI TE HE TOCADO!!!???.

Y así como existen estas personas, también están las que se fanatizan con cualquier otra cosa y eso mismo comienzan a aplicarlo en su vida y en el entorno que las rodean.

Así fue como conocí a Marianela, un día como cualquier otro que decido comprar comida preparada porque PAJA, y pasé por SubWay de la peatonal, ese es que mas largo que ancho y mas alto que profundo. Al entrar ella ya estaba decidiendo entre mostaza común o mostaza dulce. Como no había nadie más, bicho yo, me apuro para alcanzarla en la caja, por lo que mi pedido fue «Hola si dame uno de 15 cm de salmóndigas con extra chedar y rucula y panceta y pimiento y calentalo y dame el combo con papas no deja esta bien asi sin papas pero con gaseosas gracias acá está la plata.»

Pero mi apuro fue en vano, ella ya se había ido.

Pasaron los días y su sonrisa no se me borraba de mi cabeza. Decidí nuevamente ir SubWay y allí estaba ella. Las palpitaciones comenzaron. Paso a pedir mi sánguche y lo bueno que esta vez Marianela se había quedado en una mesa individual. Estratégico yo, me siento cera y comienzo a estudiar sus movimientos. Ya instalado, empiezo a comer y suena su celular. Lo único que dijo fue «Dale, ahí voy para allá». Me cago en satanás.

La tercera era la vencida. Volví al otro día y ahí estaba nuevamente, haciendo la cola para el pedido. Mientras esperaba dos personas detrás pensaba… «Que suerte la mia de cruzarla, ni que vieniese todos los días… un momento. ¿Ella vendrá todos los días? ¿No será mucho? En fin, está mas buena que asiento vacío de bondi en hora pico».

Hago el pedido y directamente me siento al lado de su mesa.

– Hola, ¿cómo estás?
– Hola, ¿bien vos?
– Bien, salvando mi estómago por un rato.

Ella sonrió. Punto para Conep.

– Vos sabés que te he visto por acá bastante seguido.
– Si, es lo más este lugar, además vivo acá sobre la peatonal asi que me queda como queso chedar derretido a un sánguche de 30cm.
– Jaja, buena comparación – digo yo.
– Si, mi comida la llevo a la vida diaria. Soy Marianela, ¿vos?
– Conep. Conep a secas.

Pasa un rato y suena su celular otra vez. Habla en voz baja y lo guarda.

– ¿Te cortaron el almuerzo?
– No, era mi hermano que me preguntaba unas cosas de la facultad. Es que está empezando y está mas verde que el pimiento que podés elegir allá (señala el mostrador).
– Jaja, de una
– En serio, yo no se si su cerebro mide 15 o 30cm

Las comparativas con el local de comidas eran cada vez mas frecuentes y menos graciosas, pero su sonrisa le permitía decir lo que quisiera que yo se lo iba a festejar.

– ¿Siempre sonreís tan lindo?
– Y depende de mi estado de ánimo. A veces estoy radiante como el pancito blanco, otras veces estoy con un ánimo más fuerte, como el pancito de cebolla y otras veces estoy hecha una un sol como el pancito de salvado… bueno, como los que venden acá.
– Ahhhh… claaaaaaro.
– Bueno, me tengo que ir – dice ella.
– Bueno, dale, que andes bien.
– ¿No me vas a pedir el celular?

EPA.

– Si obvio, a ver que anoto
– Dale, ¿lo querés con la característica local o solo los números?
– Emm… pasamelo como para que pueda escribirte por wasap.
– ¿Vas a querer agregarme a Facebook? Por una invitación más al combo Chiken Bleu te paso mi Twitter tambien.
– Jaja, no en serio, dame el número.
– ¿No vas a querer ningún extra de mí? ¿Instagram? ¿LinkedIn?
– ¿ME PASAS EL NÚMERO?
– Hay nene que amargo, te hace falta un poco de mostaza dulce como la que dan acá en tu vida.

Sin mediar otra palabra se levantó y se fue. Otra vez hipnotizado por su caminar y perfume a vainilla que dejaba después de comerse una cookie, Marianela se alejaba. Y yo sentado.

Volví a los días y nuevamente allí estaba, pero con otro, riendo y comiendo. Ella con su sonrilla maravillosa. Él con una visera de SubWay. Claramente había encontrado el relleno que su sánguche de pan con salvado necesitaba.

Ha, me olvidaba. Como cada vez, esta historia termina conmigo sin ponerla.

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