/La extraña teoría del Gurka, sobre las dificultades para ponerla

La extraña teoría del Gurka, sobre las dificultades para ponerla

Hace varios años ya,  trabajaba en “Camila” una zapatería de mujeres muy concheta de Mendoza, por esos días, atendía especialmente chilenas, el cambio les favorecía y ellas enloquecían con el calzado argentino. Todo mi sueldo me lo incautaba mi viejo para arreglar el Renault de mi vieja que volqué borracho en el acceso este. Salimos de “La Chimere”, llevé a la mina del Gurka al UNIMEV, al Gurka a la sexta y a la que me tocó a mi a Maipú, remé en el dulce de leche, casi media hora en el auto, con una botella de Gancia de por medio, a las siete, con la satisfacción del deber cumplido volvía a Mendoza me quedé dormido y me di vuelta. Por eso laburaba, para evitar el filicidio que quería perpetrar mi viejo.

Un sábado a la mañana, entraron a la zapatería dos chilenas, veteranas, con cara de putas y con pinta de millonarias, digamos casi perfectas. Mientras les probaba los zapatos las chilenas empezaron a tirar onda, me contaron que sus maridos las habían dejado en Mendoza y habían seguido a Buenos Aires por negocios; la que tenía mas cara de puta y siliconas, se jugaba toda que los maridos andaban de putas en Buenos Aires. Les vendí en total quince pares de zapatos, paramos un taxi para poder llevarse las cajas, cuando se estaban subiendo al tacho me jugué y les propuse salir a la noche, rápidamente dijeron que si, que  lleve a un amigo y se fueron en el taxi, no sin antes preguntarme la edad y darse cuenta que me llevaban casi veinte años de ventaja.

Esa noche, con el Gurka fuimos a cenar Sancho, el restaurante del hotel donde paraban. Me sentía Gardel con guitarra eléctrica, tenía veinte años, y dos veteranas espectaculares nos esperaban a cenar.

La cena fue un trámite, al rato ya estábamos de la manito y haciendo chistes estúpidos con doble sentido, antes de hacer la digestión, estábamos cada uno en una habitación haciendo de «chancho prestado», con una veterana, para mi mas no se podía pedir, solo haberle visto la cara al conserje cuando encaramos para el ascensor regarpaba la aventura. Jodiendo, nos hablábamos por internos, en una de esas llamadas, el Gurka me dijo, casi me ordenó: -«Desayunemos a las 6:00 en Strauss».

A Strauss, llegué yo primero, al rato llegó el Gurka; se sumó al pedido de medias lunas con jamón y queso, y ya que no habíamos gastado un mango en la joda el Gurka pidió Chivas para los dos.

En un momento de ese desayuno, pedí que me diera las gracias, le había conseguido “Pensión de Soto”; el Gurka brindó por compromiso, le vi en los ojos un gesto de desprecio, no dijo nada hasta que lo interrogué. -“¿Que mierda te pasa?”. -“Nada, no me gusta que sea tan fácil” dijo el Gurka como si no hicieran falta mas explicaciones. Obviamente me calenté, no solo era un ingrato, sino que medio me arruinaba la sonrisa de ganador que tenía soldada en la cara: -“Mirá culiado, te conseguí un hembra infernal, comiste de arriba uno de los  mejores restaurant de Mendoza, te la entotoraste en el mismo hotel que una vez no te dio laburo de recepcionista. ¿Qué mas querés?”. -“Que me cueste quiero- dijo el Gurka– que sea difícil, que sea yo el cazador, que tenga que laburar. Esto es como ir a cazar al zoológico!!!”. Terminó casi enojado.

-“Pará; vivimos pensando en ponerla, casi no hacemos otra cosa, y cuando la ponés te sale esta teoría trasnochada y en lugar de disfrutar la goleada, te sale el filósofo barato ese a minimizarla porque al otro equipo le habían echado al full back, anda a lavarte el orto!!!”

-“Está bien, goleamos, pero disfruto mas un 1 a 0 sobre la hora en un partido chivo. No me va eso de ser un objeto sexual.”

Siempre un chiste afloja las tensiones, así que nos reímos pedimos mas whisky y comenzamos la charla relajada.

La teoría del Gurka era que las dificultades eran la sal y pimienta del sexo, yo sostenía que era inevitable tener dificultades, pero no eran algo agradable sino todo lo contrario, que cada vez que me salía una boluda, queriéndome presentar a los padres o contándome que era virgen yo me convencía que los suegros y la virginidad eran un invento del diablo, como todo lo que nos impide ponerla, y que si hubiera un Dios, las minas nos levantarían a nosotros.

Ahí el Gurka me contó de cuando se hizo evangélico para culiarle la hija a un pastor o de cuando se probó con la monja amiga de la prima. “Loco, le robé un pico a una monja en la puerta del convento, entendés. Es como jugar una pulseada con Dios. Ese besito del orto vale cien polvos con chilenas putas aunque te presten el chiquito”. Yo empezaba a comprender su lógica y ahí fue cuando el Gurka se fue al pasto.

-“¿Sabés cual es mi sueño, pero mi sueño posta, mas todavía de que San Martín juegue en Primera?. Culiarme a un vago”

Yo no sabía si me hablaba en serio o si estaba borracho o solamente loco, le dije: –“Andá a la noche a Mitre y Necochea y hay pila de putos esperando”. En ese momento mostró todo el juego: “Pelotudo, no dije un puto, dije un vago, -tomo un trago y siguió-, un señor, un tipo, uno que no quiera, uno que se enoje, que te cague a trompadas. Ponéle; el papá del Oso.”

Casi me atraganto, el Atilio, el papá del Oso, era empleado del Banco Nación, grandote, le gustaba el fútbol y jugaba al tute como ninguno.

El Gurka siguió: –“Imagináte convencer al Atilio que se ponga en cuatro patas, eso es un desafío y no culiarse una chilena puta. ¿Sabés porque San Martín cruzó los andes? Porque era difícil, hermano, porque era difícil; mierda le importaban los hermanos latinoamericanos, le pintaba el desafío, entendés. Si todos pensaran como vos, San Martín se tenía que conformar con cruzar el zanjón de los ciruelos y liberar a los lasherinos.”

Yo pedí café y le saqué el tema de la ruleta, era lo único con que podía distraerlo cuando se ponía así. A eso de las nueve, cuando Strauss se empezaba a llenar de viejos chotos, nos fuimos tranquilos, ya discutiendo si un crupier pueden o no hacerte salir tres 14 seguidos.

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