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La hermana del Tano

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La hermana del Tano Lorenzo había crecido. Atrás habían quedado aquellas muñecas de la princesa Sofía, las zapas con luces intermitentes y la ropa de Violeta. La Guadalupe había cosechado unas curvas peligrosísimas, un estilo abrumador en sensualidad y una simpatía diabólica. Encima le decían “Lupe”. Tenía locos a todos los compañeritos del secundario… y los amigos del Tano no estaban exentos de esta sensación de querer hacerle trillizos y tener al Lorenzo de cuñado. Estaba tan buena que olvidaban que le llevaban más de diez años.

El Lorenzo llevaba calentura italiana en la sangre (de apellido Spitalieri Rossi) y era un enfermo de los celos. Celos que se replicaban en el abuelo y el padre. La Lupe era la joyita de la familia. Conocida era la anécdota que en Mar de las Pampas se cagaron a piñas a la reserva de Central por gritarle cochinadas a la pendeja, como “si yo fuera plomero te destaparía el agujero”. Encima cuando vieron al padre del Tano le gritaron “tu papá no tiene pichula, sino pincel” y se armó la trifulca en medio de la arena. Dos pibes desmayados, tres fracturas y media familia en cana. Hasta la nonina se surtió a un defensor. Un espectáculo maravilloso. Dicen que aún hoy se escucha en las tribunas de la reserva de Newell’s el cantito “vos corre che canalla botón / que hasta el Tano te fajó por mirón”

Una vez en un quince le tocaron el culo a la Lupe… mesas que chocan, sillas que vuelan, sopapos gratis. El Tano (claramente rico para las piñas) se sacudió a media fiesta, solo lograron pararlo luego que un tío de la quinceañera lo desmayara usando una pata de jamón como bate. Dos días después, al despertar, le pegó a un enfermero del Hospital Italiano porque le sonrió a la nena.

El tiempo pasó y el Tano se convirtió en un muy buen estudiante de ingeniería. Había madurado, encausando sus celos, pero no disipándolos. Entonces, el muy astuto había creado un dispositivo maravilloso que hacía invisible a la hermana.

Se trataba de un proyector holográfico de ondas terahertz instalado en la nuca de la Lupe que al accionarse generaba un manto virtual de mataátomos simil metaflex, reduciendo en un 100% las ondas electromagnéticas visibles al ojo humano. Entonces, cuando los vagos se juntaban en lo de la familia Spitalieri, el Tano le daba “on” al sensor de la pendeja, haciéndola invisible para la buitreada.

Con el invento andando a la perfección, la familia tenía todo un complejo sistema de alarmas para darle invisibilidad a la nena. Llegaban los pibes, tocaban timbre, la Estela (mama del Tano) les iba abrir la puerta y apretaba un interruptor en el picaportes que le hacía sonar una chicharra en el cel del Tano “buitres buitres buitres” marcaba el smartphone. Entonces Lorenzo corría a activar a la hermana. Tiempo después inventó un control remoto para prenderla y apagarla desde la comodidad de la churrasquera, o directamente cuando iba llegando con uno de sus amigos a casa.

La nena empezó a salir y el Tano se dió cuenta que tarde o temprano los amigos la verían en algún bar o boliche. Lupe explotaba y sin dudas se pasarían la amistad por el saco de las bolas si se encontraban a ese camión en la calle, lejos de la familia. Luego de unas “vacaciones a Córdoba” (quince días internado en el taller de la facultad) el Tano les regaló “un collarcito” a cada uno de sus amigos… Lorenzo le había colocado al aparato de la Lupe un sensor de proximidad ultrasónico, que cuando detectaba que los collares estaban a menos de un kilómetro, automáticamente se activaba su invisibilidad. Así que, por ejemplo, cuando alguien mandaba al grupo “che… mi hermano dice que la Lupe está en la Arístides, vamos a verla” la pendeja se esfumaba apenas los buitres pisaban Colón. O la mina desaparecía en cuanto pisaban el mismo boliche. El invento era perfecto.

De más está decir que la familia, suponiendo el potencial que significaba para un adolescente tener la libertad de desaparecer a gusto, le había prohibido estrictamente el manejo del aparato a la Lupe. Hasta que la nena se hizo grandecita… y heredó algo de la habilidad ingenieril del hermano, más la calentura tana… pero no de celos, sino de celo. Con un programa de Linux logró hackear el dispositivo inserto en su nuca y generó un código fuente paralelo que le permitió tener un control personal… para poder pulsar y hacerse desaparecer cuando ella quisiese. ¡Y mierda que lo empezó a usar!

Todo se fue al carajo cuando el Tano, sospechando que alguien había podido hackear su sistema, encendió el aparato la Nochebuena del 2016.

Ahí estaba la Lupe… en pelotas, garchando con el primo al lado de la nonina… 23 centímetros de puro vigor juvenil italiano volaron por los aires, cayendo dentro del vaso de vino del papá de la criatura, como una pajita de carne rojiza y húmeda. Con el mismo cuchillo el Tano intentó servirse al primito promiscuo, ahora convertido en eunuco. Entonces se libró la batalla familiar más épica que se haya visto en todo Dorrego… miembros amputados, virginidades perdidas, lesiones por doquier y un tío muerto de un paro cardíaco fueron el saldo.

Hoy el Tano está en cana y ya no hace falta ningún dispositivo para que nadie se le arrime a la Lupe.

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