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La mujer ideal para casarse

Corría el 2006 y estábamos con los vagos en un asado. Carne, vino, música y amigos… ecuación perfecta si las hay. Agotados dos de los tres grandes temas que conforman cualquier charla varonil interesante (fútbol y autos), pasamos al principal y más importante temática de la trilogía: las minas.

La gran mayoría pasaba los 23 pirulos, así que la charla se había hecho profunda, no hablábamos de cuantas te comiste el finde pasado, cuantos polvos le echaste a la atorranta de tu vecina o que harías por salir con una tetona anormal, sino que con qué mina te casarías, que mujer elegirías para (intentar) pasar el resto de tus días… y se puso linda la cosa.

El Conejo y el Tanque se pusieron en una postura filosófica, “elegiría a una con la que pueda charlar, compartir temas interesantes y que no sea todo sexo y laburo, no me importa si es linda o fea”, apoyaron su moción el Flaco y el Rodilla y dimos por sentado que el Cécil (uno de los más centrados y moderados del grupo) también era de esa postura.

Los más bandos, como el Rolo y el Pompi dijeron que elegirían “a una copada, que te acompañe en la fiesta, que salga y te deje salir, que se escavie y se fume con vos, que se prenda en tus andanzas y que no te corte el chorro, sino que se sume y tampoco me calienta si esta buena”, el Perico se inclinó por esta postura, llevándose al Pelota al equipo.

El Cécil no había dicho nada, solo contemplaba el tópico, sin hablar. Hasta ese momento yo no opinaba, no por falta de ideas, sino porque se me habían adelantado los vagos, pero tenía mi postura bien clarita y fija, me tocó el momento y la largue sin preámbulos: “a mi me chupa la pija que sepa hablar o escaviar, yo elegiría a la más rica”. La gran mayoría se me cagó de la risa, al tiempo que me decían “que raro vos, si sos siempre un materialista de mierda, que solo te fijás en lo físico”, y en el momento que traté de defender mi tesis los “gordos” me comenzaron a tirar con papeles, una chancleta, una costilla roída y listo… me callaron. Inhibido y golpeado, no me quedó más remedio que callarme e intentar hablar de otra cosa.

A eso de las 3 de la mañana los vagos comenzaron a agitar para encarabanarse al boliche, como yo no tenía ganas de salir a bailar y el Cécil tampoco, decidimos quedarnos en el bar del barrio a tomar algo y seguir charlando. Yo sabía que se había quedado con ganas de más. Llegamos, nos sentamos y arrancó la charla…

– Che, me quedé pensando en lo de la mina.

– Uhhh… es lógico que vos vas a estar en contra mío.

– ¿Lógico? ¿Por qué?

– Y porque sos como todo re serio, formal, ubicado… es lógico que quieras elegir una mina con la que compartir, charlar, disfrutar y mi teoría te chupe un huevo, pero…

– No me chupa un huevo tu teoría, ¡si ni siquiera opiné culiado!

– Bueno… pero te conozco Cécil… además no me dejaron explicarla bien.

– Por eso te pregunto, ¿Por qué elegís una rica para casarte, sin importar si es o no copada?

– Es sencillo… la linda es linda, la fea es fea y va a ser fea siempre, ¿de acuerdo?

– Si, podes hacerle unas tetas, algo, pero si… si es fea de grande, es casi seguro que sea fea siempre.

– O sea que a la fea no la podes cambiar. Por otro lado, las lindas suelen ser estúpidas, ¿de acuerdo?

– Por supuesto, la mayoría de las lindas son unas boludas, por eso te mataron los chicos.

– Bueno, ¿pero quien nace aprendiendo? A las tontitas o pelotudas se las puede transformar en minas interesantes, le podes hablar, hacerla pensar, hacerla leer, ver pelis grosas… o sea, tenes chances de que la tontita se vuelva intelectual, a las feas no se las puede transformar en lindas.

– Cierto…

– Además… por otro lado, ¿para que concha quiero hablar con una mina de política, historia, filosofía o fútbol si los tengo a ustedes?

– Es verdad, pero…

– ¡“Pero” nada Cécil!… mira, cuando seamos grandes y los ballenatos que los chicos elijan de esposas estén cagándose a palos entre nuestras charlas, discutiendo si el sistema socialista es mejor que el capitalista, si Perón era bueno o no, si Audi es mejor que BMW, si Maradona o Messi, yo prefiero que mi esposa esté riquísima haciendo cosas de mina, charlando cosas de mina con minas y mirándome con cara de zozobra sabiendo que esa noche la ponemos a rabiar. Prefiero una mina que me encante, que se la quiera poner todo el día y no una bolchevique intelectual o una partuzera matada que piense como un filósofo o escavie como un toro, pero que me guste menos que caminar arrastrando el culo sobre una lija y tener que ir de putas para masticar algo descante.

– Es media fría tu teoría… pero puede ser.

– ¡Claro que puede ser! Si tu esposa no te re calienta, no te gusta, no te parece la más linda del mundo, a cada paso que des, vas a ver una rica y tonta para culear. Cécil… para hablar de filosofía, política, religión o fulbo los tengo a ustedes, no para garchar como chango feliz y contento.

Ese finde el Cécil le cortó al bagarto intelectual que tenía de novia y se puso de novio con una perra que partía la tierra. Hoy debe ser unos de los tipos más felices y mejor garchados del mundo.

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