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La primera vez que fui a un telo

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¿Qué seria del parque sin sus gloriosas noches oscuras y secretas entre sus árboles? ¿Sin esos momentos que se crean de placer y risas a escondidas en las calles poco conocidas? ¿Qué seria?

Con Matías nos veníamos viendo hace tiempo, entre risas y charlas por whtasapp besos y caricias cara a cara, el deseo aumentaba con el correr de los días. Ya no aguantábamos más estar así, era una necesidad de los dos consumar el acto y sentirnos completos.

Fue así cuando un día decidió “secuestrarme” de la facultad para llevarme a recorrer los más ansiados deseos generados. Me subí al auto, procedí a saludarlo y preguntar a donde nos dirigíamos. Me respondió con una sonrisa pícara diciendo “al telo”. Yo, teniendo 19 años, jamás había pisado uno. Había tenido la suerte de que siempre con el flaco que estuve vivía solo o tenía la casa sola. Nunca me había ni acercado a un lugar así. El, teniendo 30 años, la experiencia y las visitas me ganaban por goleada. Me agarro un dolor en el estómago que era mezcla de nervios y ansiedad. Llegue hasta decirle que vayamos al parque, todo para evitar ir ahí. El entre risas burlescas no cambio de rumbo y se dirigió al lugar decidido.

Llegamos y baja la ventanilla del auto, “una suite malbec, por favor”, yo acotando desde el asiento del copiloto que “no tomaba alcohol” ¿¡para que!? Me hundí más que el titanic con ese comentario típico de niña salida de primaria. Pero ojo, no termina ahí. Nos encontramos parados en la puerta Nº17, yo tenía el control y las llaves de la habitación. Me miro indicándome que entrara, procedo a colocar la llave en la cerradura y no abría, me estaba desesperando de lo patética que me veía… la puerta estaba abierta. Me sentí más virgen que “supuestamente” Wanda Nara antes del matrimonio. Entramos y como niño en una juguetería empiezo a mirar para todos lados. Era uno de los momentos que iban a marcar mi vida, mi primer telo, mi primer visita a un telo, ya estoy acá ya está, tengo que dejar de pensar y disfrutar, me auto decía en mi mente. El televisor se encontraba prendido, canal venus deleitando hermosos videos porno, no tuve mejor idea que cambiar y poner Los Simpsons, tenía que sentirme cómoda y la voz de Homero me bajaba a tierra.

Me saque mi campera y me acosté en la cama, Mati se recostó al lado mío y me abrazo, hacía caricias en mi cara y me daba suaves besos. Nuestros labios se rozaban muy despacio. Esa fue la señal de tranquilidad que necesitaba, mi cabeza olvido donde estaba y solo pensaba en él y lo mucho que me gustaba.

No debo detallar mucho de lo que paso después, entre masajes y cariños nos desvestimos. Los 5 sentidos estuvieron presentes, podía oler su perfume cuando se acercaba a mi cuello, tocar con mis manos cada centímetro de su cuerpo suave, sentir el sabor de sus labios y piel en mi boca, escuchaba su respiración tan cerca mío que me atrevo a decir que se conectó con la mía y era compartido, y por último y más importante, verlo a él, ver sus ojos y sus movimientos, ver cómo nos hacíamos uno solo con cada paso que dábamos. Bailábamos al mismo ritmo lento y tranquilo. Completamente desnudos consumamos el acto deseado que teníamos hace semanas, al principio fue tranquilo y relajante, nos estábamos amoldando a lo que venía. Con un rápido cambio me encontraba en cuatro dejándole todo a él. Su sexo y mi sexo se sintieron como nunca. Era la fuerza justa, el dolor necesario, los gemidos exactos. Mis caderas voluptuosas se juntaban con las suyas. Mis pechos generosos se reflejaban en el espejo de enfrente. No podíamos más. Acabo y ambos nos tiramos en la cama a descansar.

Entre mis comentarios aniñados y sus risas malvadas hacíamos pausas para besarnos y abrazarnos otro poco más. Él se reía de todo lo que hacía, a veces no podíamos concentrarnos en nosotros porque con mis tontas acciones lo arruinaba, pero creo que esa fue la clave de hacer aquel momento único.

A los minutos estuvimos listos para el segundo round, nada más que esta vez el arriba mío me hacía sentir lo que pocos lograron, me estremecí al contacto de sus manos con mi sensible piel, su mástil de amor ingresaba fuerte en mí y yo disfrutaba cada segundo. Nuevamente ese hormigueo en el estómago, pero no de nervios ni timidez, sino de pasión generada por el y aquel cuarto Nº17. Ya estaba lista para recibir su licor en mi otra vez, su néctar semi espeso chorreaba por mis labios mientras mis ojos penetraban en él. Momento mágico.

Saque de mi cartera dos chocolates y nos recostamos juntos nuevamente a degustarlo. Cada momento fue perfecto, no precisábamos de más hasta que suena el teléfono, era el aviso de los 15 minutos restantes. Nos vestimos y salimos, pero esta vez no era yo la niña, lo éramos los dos. Salimos con una mirada tierna y sensual en cada uno, sabiendo que dejamos lo mejor que pudimos darnos en aquella cama. Me trajo a mi casa y nos despedimos anhelando el próximo encuentro. Quedaba mucho más por hacernos, lo bueno, tenemos toda la vida.

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