El recuerdo chillaba dolor en mi cabeza, pero estaba cómodo. Reposaba en un colchón holgado, sucio. Un pintalabios rush descansaba en mi mano izquierda y un twit en la derecha.
El lugar parecía abandonado, pero supuse que era en el centro. Un gran pasillo se alzaba a un lado de la habitación verde que me hacia recordar a mi niñez. Pasaron horas y yo recordaba mi niñez, añoraba esos momentos en los que jugaba a las muñecas, y mi papá furioso me pateaba la torta de barro que ellas iban a comer y me ponía el cañón de un impactante frío en mi pequeña frente.
Nunca voy a olvidar sus palabras que me repetía cada noche que llegaba con olor a mujer.
-Ricardo, hacete hombre- Retumbaba en el interior de mi cráneo y el dolor rebalsó los limites que pude soportar, luego sentí enojo, mucho enojo y me levanté.
Las cadenas que retenían mis extremidades estaban a medio oxidar, y de no ser por el intolerable ruido que producían al moverme, no me hubiese dado cuenta que estaban ahí. Eran pesadas, pero mis pies de tanto reposo no lograban sentir el contacto con tal encierro macabro. Intenté contactar a alguien por celular, pero estaba congelado con esa imagen horripilante que me generaba interminables dudas, dudas de que había echo en ese instante, que había sucedido.
Omitiendo los sucesivos pinchazos de dolor decidí buscar una escapatoria a mis cadenas, algún objeto que me ayudara, pero la habitación estaba vacía, comencé a buscar y me fijé en algo que no había notado anteriormente. Era una especie de roedor gigante que me observaba atentamente, su cola lo delataba, pero estaba mal escondido detrás de una mesita ratona gastada y con una tonelada de colillas de cigarrillos recientes.
-¡Puta, culiado!- Dijo, y yo me asusté, el roedor salio de su escondite improvisado y comenzó a jugar con los dedos de mis pies
-¡Me encontraste culiado!- exclamó
-Soltame- Fue la única palabra que pudieron esbozar mis labios.
-Este fue a comprar un huevo- me agarraba el dedo mas pequeño.
-Este, ¡Este es un ratón culiado!, ¿por qué compra un solo huevo para 5 dedos ah?- Exclamaba mientras gritaba a la palma de mi pie. Desconcertado dudaba como reaccionar. Dudaba de su cordura.
-¿Qué te pasa culiado ah?- Parecía enojado.
-¿No sé, quien sos? ¿Qué hago acá? Soltame- Repliqué e intenté soltarme las cadenas a tirones.
-¡Eh! pará culiado, soy Don Rata y estás en la casa de los mendolotudos ¿No entendés?- Mientras me miraba extrañado de mi presencia
-Entender ¿Qué?- Yo no entendía.
-Que te la echaste hermano, sinceramente te la echaste-
-¡Pero por favor! decíme que fue lo que hice por lo menos-
-¡Culiado! no me hinches la pija, ¡me lastimaste mi corazón! y el único que tiene derecho de eso es Fernet, que decí que no le dije nada, por que si se entera… cagaste- Dijo mas afilado que una guillotina
-Bueno, soltáme Rata, por favor- Quería volver a mi vida normal…
-No sé culiado, El jefe se va a enojar- Lo dijo de una manera que me erizó el poco pelo de mi cabellera.
-¿Jefe?- Comenzaba a sentir taquicardia.
– Si, en realidad son dos, pero uno es el que tira todos los hilos, y si te suelto…se arma la cagada- Soltó sin tapujos.
– No hablarás de “Exquisita”- Algo me empezaba a sonar familiar dentro de todo.
-¡Uh culiado, dijiste la palabra!- Comenzó a mirar asustado hacia el pasillo.
Tres eran las diferentes voces que comencé a escuchar y se podían diferenciar, discutían algo sobre el fin del mundo, retorcido e impensable, algo que jamás podré olvidar.
Al final del pasillo comenzaron a surgir figuras que se iban dando a conocer a medida que avanzaban, mientras más avanzaban mas sentía mis pelos de la nuca erizados.
Un resplandor, una vestimenta roja y a cuadros surgía del fondo de esa pesadilla seguido de dos potentes presencias que se burlaban de, según escuché, “un mantel”
Don Rata de verdad comenzó a asustarse y se alejó de donde estaba yo
-Ahí vienen, uh… encima con Facfs y con El Gurkha, cagaste culiado, se armó el bardo- Dijo, y se escabulló detrás de la mesita ratona.
Los tres individuos se perfilaron y finalmente se acomodaron en la entrada del pasillo.
-“Exquisita”- Fue lo único que se me vino a la cabeza, al ver esos anteojos delatores de Conep.
-¿Por qué Exquisita? Preguntó el gigante de la izquierda, con más años encima de los tres y con un porte de golem protector de la tumba de Salomóm.
-Pue’ por el biscochuelo, bolú- Respondió el de la derecha, este tenia un cuerpo quizás del mismo tamaño, pero su porte era diferente, parecía querer golpearme a todo momento
-A si que te despertaste querido Ricardito- Su figura me transmitía cierto odio. Me a acerqué lo mas cerca que pude y le grité
-¡Vos estas atrás de todo, pseudo periodista!-
-Calmate, Ricardito por favor. Acá ninguno es periodista Gurkha, Facsf ¿me hacen el favor? vamos a darle una guía por la casa mendolotuda-
Los dos enormes acompañantes asintieron quizás de mala gana y se aproximaron velozmente. Me colocaron una bolsa negra que dificultaba mi respiración. Los nervios de no saber que me estaba pasando machaban mi cabeza, y después de una inútil lucha sentí como se desprendía mi cuerpo de esa cárcel y me arrastraban hacia los confines de mi pesadilla.
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¿Y te llevaron a una habitación, te sentaron en una silla incómoda, en un pupitre chiquito, con una computadora del año del jopo, te sacaron la bolsa y te dijeron: «vos querías ser parte del mendolotudo… bueno, empezá», y así y ahí estás desde ese día? Todos la pasamos… no llores! jajajajaa
Me encantó, Vampi, queri’o!
el mantel de Conep jajajaja
yyyyyyy… que pasó culiado????? jajjajajja
Te la dejo picando loco…ya voy a pasar la segunda parte 😉