/Leyenda del fantasma del hombre que nunca existió

Leyenda del fantasma del hombre que nunca existió

Justo en el momento que él me dejó pude entender todo, el abanico nuevo de posibilidades que tenía en frente mío solo podía decirme una cosa y debía escribirla rápido para luego recordarla y si es posible tatuarla en mi frente. Por lo que corrí inmediatamente a la computadora y abrí Word.

Recuerdo otoñal
No me acuerdo con exactitud las palabras de aquella tarde, pero fueron algo como “no me gustan los compromisos y esto ya se está poniendo bastante serio. Cuando alguien le pone nombre a algo se encariña, yo no le quiero poner nombre a nuestra relación, no me quiero terminar encariñando, yo no soy así” y así fue como me dejó, después de un portazo sordo, de esos que solo escuchamos los que estamos en soledad. Fue un golpe seco y áspero, todavía me acuerdo de la forma de la mancha de barro que dejó su zapatilla en el costado del marco de mi pared cuando se retiró.

Operación vida nueva
No quise saber más nada, pero sin embargo no me podía olvidar de nada de lo que él hacía ni pensaba, es como si su espíritu todavía viviese debajo de mi cama: su extraño gusto por el humor político y lo bizarro,  adicción a los números, su significado e incoherentes explicaciones astrológicas, raro, ocurrente, el placer por leer libros de todo tipo y el maldito defecto de no perderse ni un solo capítulo de su novela.

(Aparición de paréntesis en la historia)
Desde ahí en más, su maldición me condenó para siempre.  Por no poder (querer es poder) olvidarme de él fui condenada a toda una vida (me gusta exagerar, soy mujer) de la persecución de sus fantasmas hacia mí. Cada hombre que conocía tenía una parte suya adentro, y por más que fuese diferente, algo tenía, algo que me atraía. Con el tiempo fui descubriendo que ese algo eras él y que aunque lo quisiese evitar, me había enamorado de sus características.

Comienzo del plan
 Tenía que desprenderme de eso, no sabía como y me sentía impotente, por lo que me limité a andar por la vida sin querer enamorarme. Buscaría mil hombres, cada uno con un poco de vos, y andaría con todos ellos a la vez (con o sin su consentimiento) hasta completar el rompecabezas. Con el tiempo, mi plan titulado “mil hombres” se volvió difícil, tan difícil como poseer muchos perros y hacer que te quieran todos por igual sin mencionar el hecho que debía sacarlos a pasear y darles de comer. El sexo se había tornado escandaloso y mis fantasías eran un remix de emociones que con el tiempo se volvieron perturbadoras. La gente comenzó a llamarme fácil.

Falsa resolución del conflicto
Pero como dicen que el que no busca encuentra apareció él, un chico diferente, totalmente similar al opuesto del fantasma. El problema era que por alguna u otra razón éramos tan opuestos que no llegamos a complementar por lo que inventé una escusa parecida a esto: “no me gustan los compromisos y esto ya se está poniendo bastante serio. Cuando alguien le pone nombre a algo se encariña, yo no le quiero poner nombre a nuestra relación, no me quiero terminar encariñando, yo no soy así” y cerré la puerta dejando ir, quizás, todas las posibilidades que tenía de cambiar mi capricho.

Resolución real del conflicto y filosofías innecesarias
Hoy llegué a mi casa y descubrí que de quien me había enamorado era de mí cuando estaba con él. Y que cuando uno empieza a conocer a una persona, lo primero que resalta son las similitudes, por eso tiende a pensar que son “almas gemelas”, con el tiempo cuando ya comenzamos a explorar en profundidad al otro, notamos las diferencias. Queda en nosotros aceptarlas, o seguir de largo.

No pretendas cambiar al otro, eso es de películas. Y cerré al archivo.

También podes leer:
Salida de a cuatro 

El año pasado escribíamos:
No desesperen más… ¡acá está Grego! 

ETIQUETAS: