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El llamado de lo salvaje

Todo empezó una noche de diciembre, me mandó un mensaje un amigo y armamos una salida improvisada. Yo en lo único que pensaba era en salir a festejar, esa semana había rendido bien mis exámenes y tenía que salir, sí o sí. Me tome el micro y me fui hasta Luján, cuando llegue nos preparamos y partimos a DeLuk’s a tomar unos tragos.

Esa noche nos había salido todo redondo, nos tomamos unos tragos y empezamos a dar vueltas por el bar, como siempre con al menos una botella de cerveza en la mano. En un momento me sentí observado por alguien, fue una especie de llamado salvaje, algo muy raro y difícil de explicar, cuando me di vuelta la vi. Me cautivo desde un primer momento, nos miramos por unos segundos y una sonrisa pícara se dibujó en su dulce rostro. Estaba bailando y tomando un trago en el medio de la pista, tenía una remera rosada que escondía dos grandes pechos. Su rostro angelical me buscaba, fue como si me hubiera pasado un tren por arriba, estaba casi noqueado por esa mirada.

Me agarro mi típica timidez y comencé a caminar erráticamente por todo el boliche, me carcomían los nervios. ¿Qué tenía que hacer? ¿Le hablaba? Repetía muchas veces en mi cabeza “que locura, no la conozco”. Me preguntaba a mí mismo ¿y si le digo que quiero estar una noche con ella? ¿Y si se asusta? ¿Y si me dice que no? ¿Me estoy apresurando? Solo había una forma de averiguarlo, me acerque a ella y la tome de la cintura, sin dudarlo bese su cuello. El ambiente se había silenciado, la temperatura comenzó a elevarse lentamente… Ella se dio vuelta y ya decidido le comí la boca, sus dulces labios se rozaban con los míos. ¿Qué estaba haciendo? No importaba, estábamos flotando en una nube. Me di vuelta y no vi a mi amigo, pensé que seguro se había ido al ver la situación.

Tome su mano y nos fuimos de ese lugar, el ruido no nos dejaba concentrarnos, teníamos que ir a un lugar más privado, tomamos un taxi. Abrí la puerta de la habitación y ambos nos sentamos en el borde de la cama. Lentamente comencé a besar sus labios y a sacarle la ropa. Sus maternales pechos me erizaban la piel, su sonrisa me acariciaba el alma. Lentamente la acomode en la cama y baje para darle placer con mi boca, en silencio ella disfrutaba y me tomaba los pelos. Nos acomodamos para hacer un 69 perfecto.

Suavemente se subió arriba mío y entre dentro de ella. Comenzamos despacio y aumentamos el ritmo de a poco. Sentía como se iba calentando la temperatura dentro de ella, sentía como su cuerpo se tensaba. Ambos estábamos en la cumbre del éxtasis. Me pare y la subí a mi cintura, la coloque contra una pared y volví a entrar dentro de ella. Sentía como sus uñas se clavaban en mi espalda, mi corazón latía fuerte y el suyo también. Éramos dos desconocidos, sabíamos poco de nosotros, habíamos intercambiado pocas palabras, ella era de Luján y yo de Guaymallén, era lo único que sabíamos de nosotros. Creo que de ahí surgía la magia.

Mi amigo me toco el hombro y me dijo “dale loco, hablale”. Me acerque a ella y la salude, me dio su nombre y le susurre al oído “ya sé que te puede sonar extraño, pero quiero hacerte protagonista de uno de mis relatos hot”. Una sonrisa se dibujó en su rostro, el juego había comenzado. Era el llamado de la bestia salvaje.

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