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Lo que es no saber nada de fútbol

Viernes… comenzó a sonar mi whatsapp, mis amigos me habían agregado a un nuevo grupo: “Fútbol 5 lunes”… ¿fútbol lunes? ¿A mí? ¿Al humano que tiene la misma habilidad con la pelota que la de una tostada? No puede ser. Lo llamo al Garabito…

– Loco… ¿qué es ese grupo nuevo?

– Fútbol Bomur… grupo de fútbol, ese deporte que juegan 11 contra 11 con una pelota en una cancha de césped.

– Sos un tarado… ¿pero qué onda?

– Nada loco, los lunes nos vamos a empezar a juntamos todos los pibes a jugar, ¡tenes que venir culiado!

– ¿Estás seguro? Mira que resto…

– Estamos matados, por lo menos corres algo, copate va a estar groso.

– De una.

¡Qué emoción! ¡Mis amigos me habían invitado a jugar a la pelota! Explico mi emoción: mi familia es de tradición deportista, desde mis bisabuelos hasta mis hermanos y yo, a todos nos gusta el deporte… pero en solitario. No me pregunten porque, pero los Bomur siempre nos hemos dedicado a jugar solos, pádel, tenis, karate, boxeo, esgrima, gimnasio, gimnasia deportiva, natación, atletismo, judo, andinismo, etc… todo solos, unipersonales, menos espíritu de equipo que ucraniano ortiva y huraño.

Esa actitud nos ha llevado a tener muy buen estado físico, pero pésima habilidad en las canchas. De chico mis primeros pasos por el fútbol fueron horrorosos. Mi viejo jamás nos llevó a la cancha, es más… creo que jamás lo vi mirar un partido de fútbol por la tele, salvo algunos casos mundialistas. Mi abuelo paterno no debe conocer más de tres nombres de equipos de fútbol, incluido River y Boca. Nunca en la vida me regalaron una pelota de fóbal, por lo que en mi crecimiento jamás estuvo impreso el instinto de saber pegarle al balompié.

Pero hay una verdad que es indiscutible… es raro ver un tipo al que no le guste jugar al fútbol. No pasa nada si sos un mortadela, pero de ahí a que no te guste jugar, probablemente te miren raro y en el barrio se sospeche de que tenes afición por el salame picado grueso. No te puede no gustar el fútbol, es como que no te guste comer, como argentino es una obligación sentir por lo menos un mínimo de agrado por esa actividad que genera tantas sensaciones, lágrimas, alegrías, promesas, que le puede cambiar el estado de ánimo de una persona durante semanas, que puede unir y separar amigos, tópico típico del trío temático masculino (fútbol, minas, autos), pasión de multitudes, negocio millonario, deporte hacedor de héroes y villanos, de hitos, de íconos, de anécdotas selladas en la genética es idiosincrasia argentina, actividad que mueve la varita de tus lunes. Que no te guste el fútbol es como ver a un peronista alto, rubio, de River y alérgico al choripán… una utopía. Y los vagos me estaban invitando a mí… ¡a mí!, al defensor más parecido a una Cindor que se haya visto, al 2 con la misma habilidad que un pallet, al marcador con la gambeta de un escritorio de sindicato de los 70, esos de chapa, pesados como elefante con indigestión. Me estaban invitando el lunes a mí… al zaguero con la técnica de una embotelladora de salsa casera.

Al toque pongo que sí, sumado a un premonitorio mensaje que intuí que iba a dejar pensando a mis amigos y que les iba a asegurar mi participación el lunes y mi estadía semanal forever:

“Estoy… y se van a caer de culo con lo que voy a llevar”

Tengo los mismos amigos de hace casi 20 años, lógicamente me conocen más que mis viejos, así que saben de mi escasísimo gusto por la fóbal, por lo que una sonrisa ha de haberse dibujado en los rostros de ellos, pensé.

El sábado me levanté temprano y decidí proceder a armar mi sorpresa. Me fui a conocida marca de deportes de Mendoza que empieza con ADI y termina con DAS, entré como el tipo más decidido del mundo y le dije al muchacho vendedor:

– Quiero los botines de Messi.

El flaco me miró con cara rara, con esa cara que te ponen las minas en el boliche cuando te queres hacer el chistoso para entrarles y ni el chiste ni tu porte tientan.

– ¿Vos queres los Adidas Samba Adizero F50? – preguntó el muchacho ávido en el tema.

– ¡Eeeee papa me estas vendiendo un transformer!  – contesté haciéndome el gracioso, esperando carcajadas del ocote y recibiendo una dura y seria mirada de sábado por la mañana, de un tipo que seguramente ha salido un viernes por la noche y ahora tiene que bancarse los comentarios de un payaso. – Si… esos – dije serio para terminar la charla.

– ¿Talle?

– 42

Cuando los trajo… ¡mamadera! Eran un avión. Definitivamente si Optimus Prime jugara a la pelota lo habría hecho con esa maravilla de la ingeniería del calzado. Con altas llantas el T-1000 habría alcanzado sin problemas el auto del Terminator para surtirlo tupido al John Connor. Al toque los miré como un niño en navidad, como cuando tu viejo te trae la caja de la Play y vos sabes que hay dentro. Los acaricié antes de probármelos… eran tan suaves, tan armoniosos al tacto, lisitos como pantalla de LCD. Ese color azul eléctrico iba a atormentar a mis oponentes, iba a ser el Rayden de la cancha, pegado al suelo por la corriente, volando como un rayo, esparciéndome por el césped cual relámpago en costa de Gesell, matando gente y quemando locales. Esos cordones anaranjados, atractivos, glamorosos, eran como la panza seductora de una cobra que te hipnotiza y en el momento menos pensado te ensarta su estocada de veneno. Esos iban a ser mis goles… ¡un embate venenoso contra mis amigos! Una fatality del Sub Zero. Les toqué la suela… altos tacos. Con razón el enano puto ese de Messi tiene tanta habilidad, si con estos pinches se clava al piso y puede girar y cambiar su dirección como un huracán, atornillándose al suelo y explotando hacia otro lado… ¡ya te descubrí el secreto culiadín!

¡Cuando me los probeeeeee! ¡Para que les cuento! Era como que te metan un dedo en el orto segundos antes de acabar. Un guante enjabonado de látex, una seda, una cosa de locos. Si no tuviesen tapones iría a laburar con esa gloria de botines. Me quedaban justo, impecables, pintados. Me miré en el espejo y con ese calzado, sumado a mi pelo revuelto, más mis piernas robustas y mi escasa altura, era el calco de un jugador de los ochenta. ¡Pumpido! Qué se yo, uno de esos.

– ¡Me los llevo ya capo!

No me fui sin antes comprarme tremendas medias, no podía arruinar la estética y la belleza de esos timbos con una medias biorsi, así que entre pito y flauta se me fueron milqui en la jodita. Eso si… la iba a romper como un campeón.

Llega el lunes, debo reconocer que el domingo no pude dormir de la emoción de usar mis Adidas Samba Adizero F50 súper ultra sport archi destructores Skorpion Luke Skywalker Ken Goku Sayayin Seya de oro GTA 100% completado. Me los llevé a la oficina y los estuve mirando toda la mañana del lunes, imaginando las gambetas que se iba a comer el Gonzalo, los pases que le iba a hacer al Dani, los balones que le iba a anticipar al Polilla y por supuesto… la catarata de goles que le iba a hacer al Tanque o al Negro. A partir de ahora, no iba a ser más el último que queda para ser elegido, todos iban a querer tenerme en su equipo con mis mansos timbos.

Nos juntábamos a las 21, pero llegué 20:30, sumido en una histeria y emoción galopante, que de tener 50 años indefectiblemente hubiesen terminado en un ataque al corazón. Estaba cambiado, sin los botines. Espere a que llegaran…

– ¿Y la sorpresa Bomur? – me recordó el Gordo Gonzalo.

– Se mueren… posta que se mueren.

Entonces me fui al baño y me puse mis Adidas Samba Adizero F50 Matrix Reloaded Samsug S5 Miguel Ángel Rafael Donatello Leonardo Tondercats Por el poder de Grayskull Ranita de Metán Assassin Creed Metallica y me aparecí como galán de Hollywood que gana el Oscar al mejor actor de la historia del cine.

Como una explosión despampanante mis amigos se empezaron a reír, al principio creí que de la tremenda sorpresa que les estaba dando, pero al minuto me di cuenta de que las risas eran de burla… cruel y despiadada. Los vagos no podían ni hablar de las carcajadas, el Tanque empezó a toser y se ahogó, al Polilla le faltaba el aire, el Gonzalo casi vomita, el Garabito quedó en posición fetal en el piso, mientras las lágrimas le corrían por la cara, entre sus espantosas risas se esucuchaban cosas como “¡qué hijo de puta!”, “me muerrooooo es un boludooo”, “¿para que lo invitamos?”, “no te lo puedo creer”, “¡mirá y están nuevos, se los ha comprado hoy!”, “Bomur sos un capo Dios mío que tarado”. Entonces, preso de la ira y la vergüenza, convencido de que la envidia insana había desembarcado en mi patético y puto grupo de amigos pregunté…

– ¡Culiado son los de Messi! ¿no les gustan acaso?

– No, boludo – alcanzó a balbucear el Negro desfalleciendo de la risa – con tapones no se juega en sintético.

Y ese lunes jugaron 9.

NdA: a vos vendedor la concha de tu madre ¡cómo no me decís que son para césped la puta que te parió cara de culo!

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