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Los peores castigos que me impartió mi vieja

Ayer mientras leía la nota de Bomur y veía como se burlaba de su mamá, sentía una mezcla de risa con miedo, porque recordaba que cuando yo me burlaba de mi vieja después me las veía negras, pero negras en serio. Si ustedes me creen ocurrente para escribir pelotudeces es porque lo heredé de mi vieja, ella es muy creativa, pero solo cuando de imponer un castigo se trata.

Mi papa siempre fue y es, un hombre de dialogo y consenso, mientras mi mama era la que repartía bifes cuando no dejaba dormir la siesta, cuando llegaba el boletín, cuando me ponían amonestaciones por levantar faldas, etc.

Algo que nunca aprendí fue a anticipar o esquivar un sopapo de mi vieja, por más rápido que me iba haciendo tenía un don para ser impredecible y certera, con cachetones bien directos a la jeta.

¿A quien no lo ha guasqueado la madre? Que levante la mano aquel que no se comió un chancletazo endemoniado que le sirvió de correctivo, de lección, de moraleja. Hoy vengo a contarles algunas de las represalias que mi creativa madre tomaba cuando me mandaba mis cagadas.

El día que dije pichula por primera vez:

Era un infante totalmente inocente y vacío de cualquier pensamiento con alguna connotación  sexual, pero siempre tuve amigos más grandes que yo, por lo que desde temprana edad yo los escuchaba a ellos diciendo palabras como: pija, concha, pete y entre esas hubo una que me llamo la atención y me pareció hasta inofensiva, fue la palabra “pichula”. Se daba la casualidad, que en esa época estaban dando la película de 101 Dálmatas y mi vieja me había comprado los calzoncillos de dicha película (Mi vieja siempre me compró calzones de las pelis de moda) y yo basado en mi ignorancia y absoluta inocencia, pensaba que “pichula” era el nombre de una de las perritas de la peli. Así fue como en un día de verano que yo andaba en calzoncillitos, me le acerco corriendo a mi mama con mansa cara de feliz cumple, me miro el calzoncillo y señalando a la perrita impresa en el mismo, le digo: Mirá mami, esta es la Pichula (con tanta mala leche, que justo la perrita estaba en la zona de mi entonces diminuto pene) Fue en ese instante en el que sentí una brisa, después un ruido, y después un ardor en la jeta. La mano de mi vieja fue tan veloz que ni maravilla Martinez la podría esquivar. Luego de ese guampaso me dijo la frase: ¡Eso no se dice! ¿Quién te enseño eso? Y yo le dije, el Gustavito má…y ahí también active mis genes de cobani, jaja.

El día que la vieja chota de tecnología se mandó cualquiera:

Ya en la etapa del secundario y como niño prodigio que siempre fui, terminaba las tareas muy rápido y después me encargaba de fastidiar a los peleles que me rodeaban. Así era siempre, salvo en la hora de tecnología. En la hora de tecnología, nos hacían ir a la sala de computadoras a hacer pelotudces con el Excel y que se yo. Como siempre las terminaba rápido, abría el paint y me ponía a escribir con los aerosoles los nombres de mis bandas favoritas. La cosa es que me dispongo a escribir la A de Arbol cuando la profesora me empieza a cagar a pedos diciéndome: ¿cómo pudiste?¿no ves que hay mujeres? Pervertido, ordinario, desubicado y de más cosas que en ese momento no pude entender. Y  yo le respondí: “Profe, que quería que hiciera si ya termine la tarea”. La cosa es que la javie me dice que el lunes me iba a poner amonestaciones porque justo en ese momento le daba paja, pero me hiso salir de la sala de informática. Yo no entendía porque la vieja se había mal pegado de esa manera con el hecho de que yo escribiera nombres de bandas. Bueno, pasan los días, le aviso a mi vieja que vaya a firmar las amonestaciones (cosa que ya era algo casi cotidiano para ella) va y hace lo suyo. Al mediodía al salir del colegio, me dirijo a mi casa sabiendo que se venía el almuerzo con el sermón que siempre me comía cuando me mandaba una cagada, pero resulta que llego a casa y mi mama me esperaba con unas hojas sobre la mesa, crayones, fibras, papel creppe, pinceles, temperas y de más útiles. Yo pensé acá algo raro pasa, pero me voy a hacer el gil. Hola má ¿Qué son esas cosas? Y me dice: mirá, como bien sabes esta mañana firme un nuevo parte, en el que la maestra escribe que mientras tus compañeras trabajaban vos dibujabas penes en la computadora, asique ya que te gusta dibujar pitos, me vas a hacer un pito cubista, un pito rococó y uno renacentista, pendejo maricon de mierda, seguido de un cachetón que me voló el peluquín.

Nota: La profesora que tenía no veía una garcha y se comió que la letra A (yo la hacía con el ápice redondeado) era una poronga y nada que ver. Pero por otra parte, el hecho de que mi vieja me hiciera pintar pijas, me hizo descubrir mi talento y con el tiempo me surgieron algunos laburitos de decoración de fachadas, les dejo algunas fotulis.

La ensalada de papel:

Que tire la primera goma, aquel que no se haya hecho una cerbatana con el tubo de la lapicera. Este era uno de mis pasatiempos favoritos, agarraba una hoja de papel, le cortaba un pedacito y me lo metía a la boca para masticarlo y llenarlo de baba. De esa forma, se convertía en una suerte de pasta salivada que se podía escupir y direccionar con gran precisión, usando la cerbatana improvisada con la lapicera. Mis víctimas siempre eran los nerds de adelante, a los que les dejaba el pelo lleno de papelitos baboseados. La onda es que debido a las reiteradas quejas de mis compañeros, un día cae de sorpresa la directora al curso, con tanta mala leche que yo estaba amasando municiones de papel, la directora se acerca directamente a mí y me hace sacarme lo que tengo en la boca, efectivamente tenia papel,  dejando en evidencia que yo era el pija que les escupía a los peleles. La onda es que de nuevo va mi vieja a firmar el parte de amonestaciones, y al llegar a casa yo me esperaba una buena cagada a pedos, con tirón de orejas y chancletazo on board. Pero sin embargo llego, abro la puerta y me encuentro con la mesa servida con un montón de bandejas. Al acercarme, veo que mi mama me pasa la sal y el vinagre y me dice: condimenta la ensalada a gusto. Y yo miro una de las bandejas y tenía miles de trocitos de hoja Rivadavia, y le digo: “Mami pero eso es papel”. A lo que la genia, idola, reina de mi vieja me dice: “si, esta mañana fui a firmar un parte en el que te ponen amonestaciones por estar masticando papel, asique si tanto te gusta el papel ahora te vas a comer esta ensalada de hojas Rivadavia, que con tanto amor te hice. Y si te quedás con hambre avísame y compro una resma”.

Fuente de las imágenes:
http://i.ytimg.com
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http://www.marcelatrujillo.cl

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