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Los sueños que no fueron

Mi vida se llenó de alegría cuando supe de esa noticia, «Vas a ser papá». Esas fueron las palabras que me cambiaron rotundamente la vida, me encontré sumergido en un mar de emociones, alegría, ansiedad e incluso confusión, ya que no estaba en pareja con esa mujer y pensé «Será que sólo me lo decía para volver o será verdad, ¿Por qué me lo dijo cuando ya llevaba 5 meses de embarazo?». Pues sí, dudé, pero algo muy dentro de mí me decía que ese bebé era mío y las fechas coincidían… sin duda alguna era mi hijo. Lo quiero, lo amo, y no veía la hora de tenerlo en mis brazos y ver su mirada, de cambiar sus pañales, de pasar noches en vela por saber si mi hijo estará durmiendo bien, si la madre necesitaba ayuda, porque a pesar de estar separados sería nuestro bebé y quería  darle amor, cariño y que le faltara nada

Quería  verlo cuando diga su primer palabra, ya sea mamá o papá, quería  escuchar su primer «ajó» con una sonrisa dibujada en su pequeño rostro, quería estar presente cuando diera sus primeros pasos, y aún más cuando empezara el jardín, ver la ansiedad que tendría al ir a su primer día de clases, como también ver como lloraría y haría berrinches al enterarse que con él no podríamos quedarnos, anhelaba tanto llegar del trabajo y que el corriera  desesperadamente hacia mi diciendo «Papiiiii», abrazándome con mucha fuerza y alegría, sentir como sus brazos abrazan mi cintura al mismo tiempo que su cabeza reposa sobre mi estomago.

Ya no veía la hora de ver como se emociona al recibir su primer regalo de reyes magos, al igual que ser yo quien pusiera la plata debajo de su almohada cuando su primer diente de leche cayera, ¡Diossss!  Son tantas emociones y momentos que imagine y moría por vivir, el enseñarle a andar en bicicleta, como se caía sé levanta y lo volvía a intentar una vez más,  llevarlo a su primer partido de fútbol a ver ese club del cual me había hecho mi viejo.

En su adolescencia me hubiese gustado mucho darle consejos, de que no se drogara y que si tomará alcohol lo hiciera con prudencia, tener esa charla de hombre a hombre en la que él me confesaba que le gustaba una chica y por qué no también darle consejos cuando tuviera su primera relación sexual.

Pero nada de eso pasó, una tarde, hablando por teléfono con su madre, me dijo que se sentía mal y sin dudarlo le dije — ya voy para allá y nos vamos al hospital.

Ella respondió — no te hagas drama, son sólo simples dolores de embarazo.

— ¿Segura?  Mirá que no cuesta nada y es mejor prevenir— le respondí

— Si estoy segura, quedate tranquilo, son dolores comunes en el embarazo, nos vemos mañana, un beso— sin decir más cortó.

Esa noche el cansancio laboral se hizo notar y caí rendido en un sueño profundo, aunque más que un sueño fue una pesadilla, en ella me encontraba en la habitación de mi ex parado en una esquina observando como ella dormía, fue muy lindo verla ahí con la mano en su panza, hasta que vi a la mismísima muerte aparecer de la nada, con su túnica que no era de color negro, sino que esta era blanca y en su mano la guadaña que tanto la identificaba. Me quedé sorprendido cuando de pronto quiso reposar su otra mano, quise moverme y detenerla pero fue inútil, estaba inmóvil y sólo pude gritar…

— ¡Nooo!, no la toques, ¿Qué haces hija de puta?

— Lo siento, pero se debe ir conmigo…

— ¡Nooooo! Por favor no te la lleves, llevame a mí, ¡pero no ella por favor!

— No vengo por ella, vengo por él.

— ¡¿Qué?! No no, no, te lo suplico llevame a mi pero no a mi hijo ¡¡por favor!!

— No es tu tiempo y no soy yo quien te lleve, lo siento pero debo hacerlo.

— ¿Pe… Pero por qué? ¿Por qué mi hijo?

— Porque él es un ángel… es un ángel y tiene que estar donde lo merece, algún día lo entenderás….

Me quedé sin voz y vi como el reposaba su mano en el vientre, una luz blanca surgió en ese instante dejándome cegado por completo. Desperté con las pulsaciones a mil, el cuerpo me sudaba no lo dudé y desesperado busqué mi celular y llamé a mi ex, y obtuve la respuesta que tanto temía, lo que había soñado se volvió realidad, la muerte me había arrebatado a mi pequeño bebé.

Caí en un pozo del cual aún no puedo salir, pero a pesar de todo sigo adelante, fingiendo una sonrisa a la vida, porque por más forra e hija de mil puta que sea, vida hay una sola y hay que vivirla aprendiendo a convivir con el dolor.

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