/Lovely Rita por Pelee Mendolotudo: La Rockerita

Lovely Rita por Pelee Mendolotudo: La Rockerita

 

Miraba, poco a poco, cómo mi cerveza se calentaba en la tranquilidad de ese bar céntrico. Hacía frío, estaba cansado, y el sueño me hacía ver borroso todo el ambiente del establecimiento. No hubiera tenido ninguna intención de quedarme… si no fuera porque sabía que la oportunidad que tenía adelante era única en la vida.
Hace unos meses me habían contratado para la revista El Amplificador Feliz, y esa tarde iba a tener el placer de poder entrevistar a la bajista de Los Traviata…
A la única y divina Penélope Lane.
Los Traviata eran una banda mendocina de Punk Garage Dark Reggae Altern Banana Western Rock… y eran famosísimos por todo Cuyo. A sus shows acudían entre 30 y 40 personas (Eso para Mendoza es como que te diga que La Berisso llenó un Super Bowl) y todas hablaban de lo bien que sonaba esa banda de inadaptados…
Eran 4 músicos quienes la integraban: el Gerardo “Gere” Ruiz, El Ernesto “Erne” Solá, La Guadalupe “Guada” Masttochi y por último la Penélope Lane que, por razones obvias, no le gustaban los apodos.
Como gran fánatico acudía a sus shows religiosamente, no podía dejar de escuchar esa bella música que hacían, era un adicto. Un gran adicto. Como la inmortalidad que sigue a Mirtha Legrand o el analfabetismo que sigue al Indio Solari, yo siempre seguía a la banda y sobretodo a su bajista, su joya más preciada…
Entre show y show logré entablar una amistad casi de hermanos con ella, y fue cuando puse todas mis fichas en la mesa y le pregunte si la podía entrevistar. Con gran positividad me afirmó y me citó para el bar en el cual me encontraba sentado…
Era tarde y supuse que se había olvidado de mí. Me estaba por levantar cuando la vi entrar, con sus rulos desfachatados y caminata desinteresada, se acercó a la mesa para saludarme…
—¡HOLA PIBIS!
Miré para mí alrededor. No había nadie más que yo.
— ¿A quién le decís pibis, boluda? Estoy solo- Le dije mientras la saludaba.
— Perdón, es la costumbre… ¡HOLA PENDEX! ¿Ahí está mejor?
— No. No sos Carlín Calvo. Dale, sentate.
Empecé la entrevista y hablamos de todo. De cómo empezó a tocar el bajo. De cómo consiguió trabajo en la música y la TV. De sus mejores noches artísticas. De todos los tatuajes que tenía…
— Repetime cuantos tatuajes tenes…
— 67, culiado. Pero los que más quiero son 4. El que me tatué de una rosa en el brazo derecho, el de una calavera en la gamba izquierda, la frase “a la gilada ni cabida yo la miro desde el Empaier Steit” en el antebrazo izquierdo y por último me tatué la placenta de mi hija en la espalda…
— Bien, perfecto. Ahora hablemos de tu fami… PARÁ ¿CÓMO QUE TE TATUASTE UNA PLACENTA?
— Es porque simboliza la protección que le da una madre a su hijo.
— PERO HAY UN MILLÓN DE TATUAJES MEJORES PARA SIMBOLIZAR ESO.
— Tenes razón, boludo. Siempre pensé que hubiera sido mejor tatuarme una incubadora…
Mientras la entrevista se hacía cada vez más bizarra y divertida, y vaso de cerveza iba y venía, la noche se empezó a implantar en el cielo mendocino.
— Última pregunta.- Dije. — ¿Qué plan tenes para futuro?
— Seguir con lo de siempre, culiado. Meterle al rock como vengo haciendo, cuidar a mi familia y también volver a actuar en Juego De Tronos en Junio cuando empiece la nueva temporada, boludo.

 

En ese momento, cuando terminábamos de reírnos y estábamos por despedirnos, un horrible estruendo se sintió en toda la sala.
Tres hombres encapuchados entraron y apuntaron sus armas hacia el cajero, obligándonos a todos a escondernos debajo de las mesas…
Estaba asustado y la mire a Penélope, que por alguna razón estaba muy tranquila. Me acercó su boca al oído y me preguntó si tenía algún tema de David Bowie en el celular. Yo la miré con mi mejor cara de “Flaca, hay 3 tipos armados adelante nuestro y vos querés que ponga música, ¡loca de remate!”
Ella me insistió. Decidí hacerle caso… Quizá lo único que quería era morir escuchando buena música.
Pero en el mismo momento que sonaron los primeros acordes, algo increíble pasó…
Penélope se levantó de la mesa casi danzarinamente y con un movimiento increíblemente simétrico y preciso, le partió una silla por la cabeza a uno de los ladrones. El golpe fue con tal violencia que hasta el día de hoy me pregunto cómo no quedo el encéfalo del hombre desparramado por todo el mostrador.
Antes de que el segundo ladrón pudiera percatarse de lo que había sucedido, Penélope se escurrió por su espalda y con el tubo de un matafuego comenzó a asfixiar poco a poco al malviviente. El hombre pedía compasión con el poco aire que salía de su vía aérea…
-Shhhhh… Dormite… Culiado.
El segundo hombre cayó con todo su peso al piso, en completa inconsciencia frente al tercero que veía la situación en completo horror.
Miró a Penélope y no dudó. Levantó su arma y disparó a quemarropa.
Penélope sonrió antes de que el pibe pudiera tirar su primer disparó y comenzó a bailar. Pero no interpretó cualquier baile. Lo conocí inmediatamente: Era el baile que Axl Rose de los Guns N’ Roses hacía habitualmente en sus conciertos. Y sucedió lo imposible.
De los siete disparos ninguno fue a objetivo, esquivados soberbiamente por el baile rollinga de la bajista.
El hombre cayó de rodillas vencido. Sabía que había perdido. A Penélope le bastó golpearle con el codo en la nariz en un movimiento similar al retroceso de un escopetazo (Al que después me entere que ella llamaba cariñosamente “La Kurt Cobain”) para despachar al último bandido.
Tres ladrones en el suelo. La canción “The Man Who Sold The World” del flaco Bowie sonando. Todo el bar completamente maravillado y anonadado por lo que acaba de suceder. Y al lado de la puerta, Penélope mirándome…
-Me tengo que ir pibe. Te veo en el próximo concierto, boludo.
Me levante del suelo y le grite desde mi lejanía…
-¡Espera Penélope! ¿Qué es lo que acaba de pasar?
Se dio vuelta antes de perderse en la oscuridad de la noche y con una sonrisa me dijo:
-Esto que pasó, pibe… Esto es rock.

 

 

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