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Martín Fiero, el misterio del gaucho de Monte Comán

Hace un tiempo, estaba buscando en la Biblioteca San Martín material para hacer mi próxima investigación para lo mejor que me pasó en la vida, que sin dudas es El Mendolotudo, titulada: “Dios existe y vive en San Rafael”.

Leyendo libro tras libro de este departamento, encontré una fotografía que me llamó la atención. Se trataba de la fanática hot del club de mis amores, River Plate, que había publicado el diario Olé en su contratapa.

Pero basta de jarana. Así que volví a los libros y ahí encontré una imagen que nuevamente me llamó la atención. A simple vista no parece nada del otro mundo, pero afortunadamente siempre llevo una lupa en mi mochila, así que la saqué y al hacerle zoom pude ver lo siguiente:

Claramente se podía leer: “El gaucho Martín Fiero estuvo aquí”. Definitivamente tenía que saber quién era este gaucho.

Seguí buscando data en la biblioteca pero nada me llevaba a él. Busqué en internet y nada. Pero la foto no mentía. Si había un gaucho que existió en Monte Comán, en algún lado tenía que estar su historia.

Así que decidí dirigirme a la localidad Sanrafaelina con el afán de recopilar más información al respecto.

El viaje fue largo. Pero al llegar al lugar pude ver el cartel que había visto en la foto. Le grité al chofer de Cata que frenara, cosa que no hizo. Así que cuando llegamos a la parada, me volví caminando unos 3km hasta la señalización a ver si concordaba con lo que había visto.

Mi sorpresa no fue grata. Esto encontré en el cartel:

Algo no me cerraba. Mis sospechas comenzaban a tomar forma.

Me volví caminando hasta el centro del pueblo con el objetivo de entrevistar a los habitantes sobre este gaucho.

Las respuestas no fueron positivas. Incluso algunos no me dieron ni la más mínima pelota. Me obviaban, se hacían los sordos. Incluso un señor entrado en edad se hacía el muerto dentro de un ataúd. Un pillo el viejo.

Los días pasaban y seguía sin obtener información alguna. Ya casi resignándome y como es de costumbre el darme por vencido fácilmente, comencé a preparar la mochila y volver al micro centromendocino. Hasta que…

“Aaaarrringgggg aaaarrringgggg” Me suena el celular. ¿Podría ser que a último momento me llegara información clasificada para mi investigación? Lo atiendo y era Bomur preguntándome porque hacía 3 días no subía una puta nota. Y mientas hablaba con él, como de la nada apareció una señora de aspecto misterioso. Eso era una señal. Pero no hizo nada. Así como llegó, se fue. Al terminar de hablar por el celular, me cuelgo la mochila y una carta se desliza por debajo de la puerta del sucucho que había alquilado. ¡Pistas! ¡Por fin! Pero no. Era la factura del gas. La tomo y dejándola sobre la mesa, veo una inscripción tallada que me parecía extraña. «A los gatos no les gusta el color azul». Eso si es extraño.

No le di mucha bola y me fui del lugar.

Al salir la gente en la calle me observaba. Incluso los autos pasaban lentos y sus conductores me seguían con la mirada. Hasta que me di cuenta que tenía el cierre del jean abajo. Qué vergüenza.

Me siento en la parada del micro disponiéndome a escuchar música, un joven de unos 14 años se me acerca y me extiende su mano. En él había un papel doblado. Pensé: ¡Por fin una pista! Lo agarro, lo abro y leo “Puto el que lee” y al levantar la vista mi mochila ya no estaba. Si, no solo me trataron de puto sino que me habían afanado.

Una señora octogenaria se me acerca por el escándalo que empecé a hacer. Y entre llanto y pataleo le cuento que me había pasado y amablemente me invita a tomar un té a la casa.

Al entrar a su humilde morada, lo primero que veo en la pared es una estatuilla de un gaucho. ¡Si por fin encuentro una pista!

– Señora, cuénteme por qué tiene esa estatuilla de un guacho en su casa?¡No me mienta más! ¡Dígame todo lo que sabe del gaucho Martín Fiero!

– Pibe, tengo una estatuilla porque soy devota del Gauchito Gil.

Claro, todo cerraba perfectamente. Luego de esto, me invitó a retirarme de su casa.

Nuevamente en la parada de colectivo, me pongo a observar las cosas a mí alrededor. Una farmacia, un café, una escuela, hasta que… De repente veo que una gomería tenía un cartel que decía “Gaucho de primera calidad”. “¡Sí! ¡Esta es la mía!” me dije. Tanto esfuerzo había valido la pena. Ya podía saborear el regocijo de obtener información.

Entro al negocio, y ya estando adentro vi que en realidad decía “Caucho de primera calidad”. Igual ya estaba ahí y no perdía nada con preguntar. Lo primero que veo es un grafiti pintado con aerosol adentro que decía: “El campo es el motor de la ciudad. Muerte a los citadinos”. Y antes que terminara de leerlo ya tenía una mano en mi hombro. Creo que no fue un buen momento para llevar mi remera de “Cuidad de Mendoza” que me regalaron en la municipalidad para mi cumpleaños.

Afortunadamente Alejandro “Nutria Muerta” Pérez y su hermano Horacio “Sangre Sudor y Sexo” Pascual eran fanáticos de El Mendolotudo. Nos tomamos unos mates y cuando me doy cuenta, el micro ya estaba en la parada y su chofer gritaba “¡Último Micro a Mendoza. Todos a bordo!”

Así que salí corriendo y Alejandro me frena y me dice:

–  Tomá Ferni, esto te puede servir

Y me entregó esta foto.

Creo que tengo mucho que investigar…

Continuará

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