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Mi apuntes

¡Buongiorno! Aquí Mandy Lu reportando…. He estado todo este último mes “an-tro-po-lo-gian-do”: estudiando al amor efectivizado en el individuo humano, investigando y demás. Sucede de que ahora que estamos en pleno clímax vacacional, nosotros, los columnistas, nos piantamos acá a quemarnos el marote, por que los lectores demandan especialidades temática en las noticias a postular. Sí, las pibas están como un poco más cachondas y los vagos asqueados de tanto Fernet que se han chupado en el San Martín y Central. Sin olvidar que el gran por ciento de la población juvenil vuelve bien jodida de aquella famosa costa del país de al lado: “Reñaca”; ¿y cómo no han a volver así?, si se encuentran con 13.200 neuronas menos después de todo lo que se fumaron en hierva y mamaron. De todas formas no debemos atribuirles al alcohol y a los estupefacientes todos los daños, por que ya venían atrofiados desde acá; sí… fíjense ustedes el razonamiento pendejo –y que alguien me lo explique por que en escencia no lo comprendo- de irse de vacaciones a mirarse la cara con los mismos pelotúdos de siempre, sabiendo que ahí –en esa misma playa, en ese mismo parador donde con la sombrilla van, ahí- van a encontrarse a su ex amigo (el que le debía dinero), el otro ex amigo (el que se levanto en una borrachera a su novia), a las amigas de su ex, al ex de su ex, a la ex, al ex de su novia actual, al que una vez se la hizo a su novia y a las amigas de su novia (si es que no también esta la novia), y hasta el que encuentra de “casuela” “casuela” cuando va al puntero a comprar. Pero que les pasa, esta bien que yo no sea quien para cuestionar esto (por que convengamos que también estoy bastante del ojete). Debe ser el calor, ¿No? Siempre es el puto calor. Como la idea de Mandy Lu es reapuntarse en el público, quiso hacer una parodia a un artículo científico, que en un periodismo informativo ha sabido redactar; pero como tiene la oportunidad de escribir para *elmendoludo y este se presta para la cagada, a todo lo voy a desvirtuar. Y puedo apostar que ahora hasta los mismos productores de este diario de entretenimiento on-line me están odiando, así que mejor la corto y empiezo a tirar texto antes que me fleten de acá.

[El amor, como enfermedad.]

(8) No te enamores de nadie te digo, no te enamores de nadie… (8)

Fijate vos, que el  filósofo español José de la Olla y su colega Analío Di Fausto (el que te manoteo la cucharita), han definido al amor como «una especie de imbecilidad transitoria, un estado de angostura mental, de angina psíquica», (hacía mucho que algún filósofo no la tenía tan clara, ¿no?) y viendo esto así, vuelve el síndrome existencial de no querer “ser”, o “ser” un aborto de la naturaleza pero sin auspicia, por que el enamorarse parece una condición instintiva del hombre e inevitable, o sea, nos llega o nos llega y no hay tu tía. Pero eso no es lo peor, el amor dopa a la  voluntad, la inhibe hasta inhabilitarla, la somete a la incapacidad y así la hace desaparecer. Y es claro, por que cuando uno se enamora, se enamora y acá nada al respecto se puede hacer, la voluntad de la que hablamos entra suspendida en una tosca inconciencia, se halla boludeada, ensimismada, habita ensoñada y parece languidecer.

Dentro de las consecuencias del amor se destaca la vulnerabilidad, y una humillación de particular carácter, ¿no es sorprendente, cuando uno se humilla solito? La dignidad, el honor, y el poco de amor a uno mismo se han caído en picada desde el décimo piso… Y acá es cuando siempre sale una conchudita/o que se sintió tocada/o, saltando enfurecida/o, diciendo que la que redacta es una despechada, que no sabe nada del amor, que no es humillación si no una muestra de entrega y cariño hacia el otro y un montón de barrabasadas que en el momento inventan por no querer aceptar que más de una vez se vieron tocando el fondo de lo más bajo para que no los dejara el chongo/a. Y te digo, pendeja/o, que si llegaste tarde a la repartición de cerebro (y por esto tuvieron que dividir en cuartitos los últimos que quedaban), la culpa no tengo yo y afirmo: “El amor te deja del orto”, bien cagado de la cabeza, sí, mal, muy mal, enfermito.

Te estoy cantando la justa loco… según los estudios científicos, cada vez que incurrimos en esa enloquecedora imbecilidad, «perdemos la cabeza», debido al cóctel mc combo químico de testosterona, estrógenos, feniletilamina, dopamina y otras sustancias hormonales y neurotrasmisoras que se liberan en nuestra “blood” y recorren desenfrenadamente todo nuestro cuerpito. Mientras perdemos la razón, se acelera nuestro corazón, pensamos de manera obsesiva y recurrente -prácticamente sin poder ni querer hacer otra cosa- en la persona querida, sufrimos altibajos emocionales, nos desprendemos de nuestras inhibiciones, sentido del ridículo y sentido común y nuestro nivel de tolerancia a la tontería se eleva en grado superlativo.

Y sí, acá con el cientificismo tenemos la posta de las postas… la Licenciada Viola, una psiquiatra de origen sirio-peruano, reconocida en La Quiaca por sus laburos e investigaciones con mandriles sobre la evolución de la psiquis y la bioquímica en las gestaciones de sentimientos artificiales, ha estudiado a la gente enamorada, o sea, gente del orto, y a descubierto así, que los niveles de serotonina -una sustancia del sistema nervioso loco- son similares a las de las personas aquejadas de trastornos obsesivo-compulsivo y a las que padecen depresión. Hevy la cuestión, altas comparaciones nos traemos, y eso no es todo…

Por otra parte, una investigación hecha por el este pibe… el psicólogo de la Universidad Cositas (EE.UU.) comprueba que el gil enamorado sólo tiene una obsesión: la persona a la que ama o desea amar y con la que quiere estar, esto lo logro a partir de una prueba que hizo con unos locos. La volada es la siguiente: a los chabones estos les mostraron el Facebook de las personas de quienes estaban hasta la pija y en ese instante se registró la actividad de su cerebro por medio de una tomografía, comprobando que, al motivarse, una determinada área se inundó de dopamina, una sustancia que aparece cuando experimentamos sensaciones agradables como el coger, tomarnos una birra bien fría o colarnos una pepa.

Otras investigaciones recientes en las Universidades de Corea del Norte, Chacarita, y Carropanchina, sugieren que ese hermoso, pero pasajero, estado en el que a la mayoría nos gustaría sumirnos reiteradamente, también guarda ciertos paralelismos con algunas dolencias e incluso con adicciones a ciertas drogas.

Y como estamos densos con esto de las drogas, te voy a destapar la cuneta para ser más claros todavía. El amor es como la cocaína pibe, con la coca empezas con un tirito, seguís con una línea y después terminas duro hasta el ojete inyectándote hasta el moño (te digo que no hay vena que se salve); con el amor es más o menos lo mismo, empezas con un piquito, pasas al besote, entra más caladito el beso y pasas al trance, ahí comenzas a mojarte y cuando te queres acordar estás en bolas entregadísimo, cual descajete. También vale destacar que el merquero como el enamorado, tienen los mismos síntomas: la persona no puede dormir, no puede concentrarse en otros temas o no tiene otro tema de conversación que no sea él o ella (en el caso del enamorado) o de las drogas (en caso del frulero), pueden hablar de otras cuestiones pero terminan ejemplificando o encausados en lo mismo y sólo se tiene una obsesión: ¡la cuestión esta que estamos hablando pues! Cuando se esta enamorado, cuando se esta con la persona amada es un éxtasis y un show con colores, guirnaldas, chisitos y toda la volada pero cuando él/ella se van, empieza el dolor, la decadencia, el “te extraño”, el “no puedo vivir si vos” y toda una saga de pelotudeces que son las fuentes de los culebrones del canal 7; con la merca lo mismo, tenes la bolsa en tus lompas y sos el más grande del mundo, te peinas unas líneas y “como las peinas eh” todo un ritual te digo… después llego el aspire y ¡pum!: el locurón. Ahora…   cuando se acaba, te quedas manija, te volves un desquiciado, y por comprar más llegas a vender hasta el televisor de la nona. Se dan cuenta. Y ahora voy a probar que la merca es tan suprema que puede compararse en todo aspecto de la vida, por que si bien se puede aplicar en las condiciones del “enamorado” se puede también aplicar al “no-enamorado”, por que el no haberse enamorado nunca es como estar de merca a toda hora, todo el tiempo, todo el día. Duro, insensible, inhumano. Se que esta buena la impunidad, el no ser vulnerable, el ser más racional, prudente y hasta un poco domesticado… pero no haberse enamorado nunca es no haber sentido nada en serio en tu puta vida, por que después de haber sentido, después de haber sufrido por amor, la vida te cuaja de otra forma viste, es como haber vivido en la calle o alguna cosa parecida. Y ahí es cuando uno se pone el sombrero de importante y dice: “La vida me a curtido”, que es más o menos lo mismo que decir…he loco mira que yo también he sufrido. Luego, con el paso de los años, uno se encuentra  llorando indiscriminadamente, algunos en situaciones puntuales, otra gente hasta porque sube el precio del petróleo, por que haberte enamorado -por lo menos una vez- es lo que te ha sensibilizado para todo el viaje; por eso es que todos los filósofos de la humanitas, del iluminismo, los de las teorías del conocimiento, ponen al amor como el sentimiento plural, de más impronta y el núcleo o derivante de todo otro sentir que conocemos, ellos entendían bien esto. Así que bueno, empezar aceptando que el amor es una enfermedad, esta bueno, y es un paso para contribuir a la existencia auténtica que Heidegger propone con su obra maestra “Ser y Tiempo” del 27. Obra que ya en otro momento vamos a hablar, pero haber, (y para cerrar con esto) sentirse un pelotúdo no es de ningún agrado, pero pelotúdos ha habido, los hay y los seguirán habiendo siempre durante toda la historia de la humanidad; y más cuando se esta enamorado, por que es el punto máximo de cualquier pelotudez mental. Mandy Lu, cerrando.

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