Venía de una relación frustrada… y muchos años sin salir de joda explosiva. Siempre supe que en muchas ocasiones pegarse una salidita al cheboli no está para nada mal, pero llevaba tiempo sin los placeres de la noche. Los motivos de la salida pueden ser de los más variados, dentro de los grupetes de las féminas, o el de los machos. En mi caso eran las ganas de volver. La dinámica es similar para todos. Llegas, armas una previa con tus amigos, te morfás una pizza, te largas al baile, escabias hasta donde te de el bolsillo (y el bolsillo de tus amigos) luego regresas a casa, y eso fue todo. ¡Es muy bueno! ¡Mansa terapia!
El sábado a la noche, luego de estar pasando tantas pálidas, parecía concheto Francés del siglo XVII. Se me ocurrió, salir a disfrutar de la noche. Invité a Armando, el cual automáticamente aceptó la propuesta.
– ¡Seeee papuu! ¡A dársela en la pera! – fue su respuesta.
– Bien bro, ¿pero, donde podemos salir? Yo perdí la chispa para esto, ¡pero las ganas no me faltan!
– Che, ¿y si vamos a Ciudad de Dios?
– ¿Y que tal estará? Yo fui la otra vez, cuando le hicimos el aguante a la fiesta del Mendo.
– Seeeeee viejaaa, ¡se ree ponee!
– ¡Oka QSL Recibidooo!
En ese mismo instante, preparé la ducha, y fui directamente al placard. De en medio de una nube de desgraciadas polillas y caótico desorden, rescaté unas prendas que estaban zafables. Pegué bañazo, cambiazo y ¡vamo’ noma’! Pasé a buscar al Armando, estaba en Lujan en un barrio que parecía ser Chiita o Kurdo de Irak. Posta, solo faltaban algunos con bazucas y AK47. Nos dirigimos a la fiesta. Al llegar, estaba todo más tranquilo que curso de yoga. Alcanzamos la barra del cheboli para tomar unos tragos, estuvimos hablando un rato hasta que se armó la joda. Se acercaron a nosotros un grupo de chicas, dijimos entre nosotros: “listortiii”. Y así uno y otro grupo. Llegaban y se tomaban el palo mal. Si mal. ¡Era un garrón! Estábamos hechos unos espanta minas, menos filo que cuchillo de Farinata. Nos replegamos al baño a cambiarle el agua a las aceitunas y además planear otra estrategia.
– ¿¡Que nos está pasando boludo!? Estamos como dos perejiles. ¡Parecemos unos virgos! – me dijo preocupado el Armando.
– Algo estamos haciendo para el culo. Está bien que no salimos hace bastante. Pero no puede ser el fin.
– Ya está loco, acá nos topa la calle a nosotros.
– No viejo; mira, el Gitano me dijo una vez, si sobrio no atinas, escabiado levantas como recolector de residuos. Tenemos que tomar tupido.
– Ese chango está re loco. Además a las chicas no les gustan los flacos borrachos.
– No es borracho, es “escabiado”, darle un tono a este bajón.
No se habló mas del tema, y nos dedicamos a entonar el alma. Arrancamos con unas cervezas, el barman que me atendió era un copado, ¡hasta me regaló un cuba libre! Se ganó todo mi afecto y cariño el loco ese. Ya estando ambos en sintonía etílica, volvimos a atacar. Nos fue un poco mejor, ahora el coraje estaba regresando a nuestras actitudes, nos mandábamos de cara entre nuestras “presas”, se estaba poniendo. Inmediatamente fui a comprar más elixir, en este caso dos mojitos Malibú sobre los cuales tuve una fuerte discusión con la barwomen que no entendía un carajo la diferencia entre ron blanco y ron con sabor a coco. Le tuve que enseñar cuantos pares son tres botas; ¡pero me había olvidado del Armando! Agarré los tragos y me mandé de cabecita con el grupito que se había armado. Tomamos nuestros tragos, obviamente también llevé unos a las chicas, no iba a ser tan caradura de no regar la amistad. Ya estábamos como dos “Casanovas”, rodeados de chicas que estaban más ricas que un lomo del Barloa.
Abandoné un momento a mi cumpita para ir a encararle a un grupo de veteranas cuarentonas que eran un para el espectáculo, ¡y se me dio! ¡Estaba imparable wachin! Mi cerebro y onda parlero estaban más acertados que Tecnología Militar. Ahora lo único que nos faltaba era concluir todo de una manera bien levante, era hora de llevar a nuestras chicas a afilar la Katana. Esta vez lo envié a Armando a la barra a por más tragos. Estaba tardando mucho, el trámite se volvió más largo que sacar el carnet de conducir en Maipú. De repente llegó con una frapera hasta el moño de un líquido de procedencia dudosa a lo que le pregunto…
– ¿Que bosta es esto Armando? ¡Te mandé por unos “champú” huevón!
– Vos tranqui papurri, lo preparó la flaquita de los mojitos.
– Mmm, esto debe ser cualquier cosa.
De todas maneras le entré a dos manos, parecía petróleo, era una mezcla de gusto a de todo. Armando le pegó el trago largo, las chichis no quisieron tomar esa pócima del caldero negro así que les traje unos Speed con Vodka. A los minutos nos fuimos poniendo duros como troncos, era un estado semi depresivo tal que quería demandar a la flaca que canta “Baila Morena, Baila Morena”.
Sentía una falta de oxigeno bárbara, la temperatura era cuasi-sanjuanina, la humedad era insoportable, una catarata de traspiración recorría mi espalda. La “vete” que me había levantado siguió un rato más con nosotros, las demás huían despavoridas, algo andaba mal. En ese entonces me dice “Bonito que te pasa, ¿estas bien?” Desde lo más recóndito de mi ser surgió una explosión estomacal producto de tanto alcohol al mejor estilo el exorcista. La vomité toda, me recontra re puteó y salió corriendo al baño. Me retiré del local, y encontré al Armando tirado cual linyera en la vereda con toda la remera vomitada hasta el pechito. Desde ese entonces nos dimos cuenta de varias cosas:
1- Nunca abandonar la joda o esta te abandona a vos.
2- El gitano que la chupe no le vuelvo a dar pelota.
3- Y lo más importante: no hacer enojar a la barwomen o te la vas a pasar para el orto.
Escrito por Leandro para la sección: