/No sé si fue ayer, hace diez años o nunca pasó

No sé si fue ayer, hace diez años o nunca pasó

Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.
Juan Rulfo

No sé si fue ayer, hace diez años o si pasó ayer.

Al DJ parece que le gustaba Prodigy, sonaba una y otra y otra y otra vez.

No sé cómo llegué ahí. Era sábado, era verano con puñetazos de sudor. Era un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad.

Una casona antigua, en ella arreciaban los fantasmas aturdidos, sin rumbo y sin pasatiempos. De techos altos con nubes y estrellas, ahí donde éste terminaba, con vitraux en puertas y ventanas y un jardín eterno lleno de madreselvas, laureles y algún que otro malvón huérfano y rojo.

Me trajeron un trago. Me dijeron que era paregórico, pero  era fernet con LSD -girasol o bicicleta o punto verde. El lugar estaba semivacío de muebles y lleno de música y de gente.

Al DJ le gustaba Prodigy. No sé si fue ayer, hace diez años o si nunca pasó.

Estaba solo, bailaba solo a la vez que bailaban conmigo mujeres líquidas y de seda.

Nunca fui buen bebedor. Siempre al final de las Mil y una Noches terminaba vomitando en el colectivo de vuelta, en la entrada de mi casa y en el desierto de mi cama. Con las drogas no, eso sí era otro cantar. El menjunje de LSD y fernet que me regalaron era demoledor pero perduró el químico sobre el alcohol, el ácido venía directo de Rotterdam, sin escalas. En la fiesta había cocaína, marihuana, LSD, Artanes, jarabe para la tos, vaya uno a saber qué más rondaba por ahí, como lobos buscando hipotálamos en donde echarse panza arriba. En el ambiente reinaba una especie de fraternidad, todos eramos invitados e invitábamos, todos besábamos y eramos besados.

En un momento me descubrí escondido detrás del único sofá, riendo a las carcajadas.

Al DJ le gustaba Prodigy. No sé si fue ayer, hace diez años o si nunca pasó.

Con las drogas siempre fui una especie de Dr Jekyll y Mr Hyde, me beneficiaba una dualidad de pensamientos, un doble pensar -como en 1984 de Orwell. Mi mente tenía dos facetas: una que se bañaba desnuda en los mares oscuros de Júpiter y la otra que me decía al oído como mantener una postura normal para una agradable convivencia con la normalidad. Era un dualismo salvador que me permitía hablar normalmente con la policía, cuando me paraba para pedirme el DNI, y que al mismo tiempo me dejaba ver meteoritos saliendo de las narices del oficial en cuestión. Me dije, basado en ese concepto de dicotomía, que me hacía falta agua helada en la cara y en la mente.

Escena 1- Interior-Noche-Baño

El baño me recibió en su vientre.

El lugar era tan grande como mi casa, con artefactos de porcelana tibia y muda, En un rincón bajo la ducha, que me recordó inmediatamente a  Marion Crime gritando y  a Norman Bates con su cuchillo, estaba la bañera con sus patas de león, amplia como un océano y con la dignidad de un general derrotado. En ella habían dos chicos amándose. Bellos, libres, con ropa pero con el ardor del amor.

Me disculpé por la intromisión.

Diego me dijo que no pasaba nada, Santiago me sonrió y se siguieron amando.

Llené el lavatorio con agua sólida, helada y redentora. Hundí mi cabeza en ella. Peces químicos me mordieron los labios.

Al DJ le gustaba Prodigy. No sé si fue ayer, hace diez años o si nunca pasó.

En el patio me puse a mirar a las madreselvas, a los laureles y al malvón huérfano y rojo. La luna se me acercó y me acarició el pelo mojado. Caminé por la casa, entre un millón de personas diferentes. Creo que anduve por horas, por días, pero no me movía del lugar. En un momento levité, lentamente, con cierto esfuerzo, pero lo hice. Llegué a rozar el techo.

Vagué por el limbo de mis manos, era necesaria la cura del agua helada.

Escena 2-Interior-Noche-Baño

El baño entró en mí. No estaban ni Diego ni Santiago, sólo había quedado un poco de su amor desparramado sobre el piso de baldosas  ocres y rojas. En la bañera estaba una chica, desnuda de la cintura para arriba y unas alas de cotillón en su espalda hecha de un mar tan bello.

La chica lloraba. Lloraba con un llanto secreto, tan doloroso que hacía temblar al mundo.

Le pregunté si estaba bien, si necesitaba algo. Le ofrecí un pañuelo. La chica me miró y me dijo que le pasaba el amor, sólo eso dijo. Yo pensé a mi vez que a todos nos pasó el amor alguna vez. Sus senos se llenaban de lágrimas, perlas sobre perlas, esa imagen me acompañará hasta el final de mis días. No me pareció apropiado molestarla más.

Un breve relámpago de lucidez

Hundí mi cara en el agua, el grifo era una catarata. El líquido se me enroscó en la piel..

Salió del útero de la pared un gato blanco y negro y marrón y amarillo. Se sentó sobre el regazo de la chica.  El pañuelo en sus manos se había convertido en una constelación que también lloraba. La belleza absoluta.

Al DJ le gustaba Prodigy. No sé si fue ayer, hace diez años o si nunca pasó.

Bailé con mi sombra, que resultó ser una mujer con mirada de haikus nunca escritos.

La luz solar creciente nos iba derritiendo. Ella en un momento me besó y me pareció lo correcto.

Me dijo que estaba mareada, algo confusa. Le ofrecí mi talismán de sumergir la cabeza en el mismo Polo Sur..

Escena 3- Interior- Amanecer-Baño

La bañera estaba llena de agua, en ella flotaban los besos de Santiago y Diego, semihundidas como un galeón lleno de tesoros estaban las alas de la chica a la que le pasó el amor.

Era  un mar mágico. Le ofrecí a la mujer con mirada de haikus que nadásemos Nos zambullimos y buceamos entre un banco de coral con hipocampos y peces voladores. Llegamos al otro lado y nos tendimos en la arena roja, bajo el sol nuevo, abrazados y abrasados.

El  gato blanco y negro y marrón y amarillo nos miraba desde un planeta.

Al DJ le gustaba Prodigy. No sé si fue ayer, hace diez años o si nunca pasó.

El alba manchó la oscuridad y nos reconocimos como desconocidos. Algunos se acostaron a dormir en el mismo lugar en donde los bañó la luz del día, como si fueran estatuas de sal. Otros nos fuimos y nos subimos a un colectivo verde con chispas de colores como ruedas.

Con la mujer con mirada de haikus nunca escritos nos besamos en la parte de atrás del micro Viajábamos por un camino flanqueado por árboles azules.

No nos vimos nunca más, a veces creo reconocerla entre la muchedumbre, entre un millón de personas diferentes. No le digo nada, quizás ella tampoco recuerde si fue ayer, hace diez años o si pasó ayer.

Al DJ le gustaba Prodigy.


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