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Odiar las fiestas…por 13 razones

 

Sin necesidad de pensar mucho pueden encontrar como unos 2 o 3 millones de motivos para odiar las fiestas, pero voy a hacer una selección de los que, a mi criterio, son las 13 razones más peculiares para detestar las fiestas de fin de año. Hagamos catarsis de esta agonía:

1 – Delirios místicos no religiosos: ¿por qué tenemos que ser el suplente de un tipo imaginario? No somos pibes y sabémos que Papa Noel no existe, ¿pero porqué nos toca a nosotros, que contra nuestra vountad formamos parte de «los adultos», hacerles creer eso a los purretes? Un mensaje claro de que estas grande y de que querés cagar a trompadas al que inventó a Santa Claus porque te empernaron en gastar un montón de guita en otros sin un motivo convincente.

2 – Sensación apocalíptica: parece que se acaba el mundo, todos andan como locos, se comen y chupan todo, gastan un montón de guita y después la vida sigue como si nada. Es como una versión bizarra de The Walking Death de fin de año, aunque en ambos casos hay un personaje que se llama Jesús, la real esta enfundada en tonos verdes, rojos y blancos y por suerte en enero volves a la normalidad.

3 – 27 juntadas en 2 semanas: entre que estás cansado, todos se quieren ver, hay eventos por doquier, cenas de fina de año y las fiestas como cereza de este postre nefasto, si nadie se murió y tenemos enero, ¡no sean tan exagerados y dejen algo para el año que viene! Después se desaparecen todo el 2018 porque la crisis ya pasó o te clavan el visto sistemáticamente los 11 meses restantes.

4 – Mal humor: todo el mundo te trata como el culo con la excusa de que está cansado, les aviso que no se acaba el mundo el 31 de diciembre, ni un hada mágica les resetea la vida para que todo sea feliz y relajado espontáneamente el 1° de enero así que aflójenle a la chotera. Deberían agregar clases de yoga en vez del turrón de maní duro en las cajas de navidad de las empresas.

5 – Ver a toda tu familia concentrada: aunque no tiene nada de raro, no puede faltar el horror de que se reúna tu ADN en todas sus variantes a romper las pelotas al unísono y sin ponerse de acuerdo ni siquiera en la sidra. No olvidemos a la tía Pocha, cualquier sea su nombre todos tenemos una vieja forra en la familia que le encanta el puterío, largando bombas y preguntas incómodas en el medio de la cena. Secretamente todo el mundo espera que la noqueé un corchazo de sidra.

6 – LA calor: si bien existe más allá de las fiestas, es un condimento especial para hacer todo más agobiante. Tener que salir a comprar, cocinar, vestirte para salir, ver como se derrite el maní con chocolate y que te corra una gota gorda de sudor cuando te acercas un pedacito de mantecol, al cuál le seguís entrando igual.

7 – Las fiestas épicas de fin de año: va mucha gente, su gran atractivo y maldición, hace que aparenten ser divertidas y terminen en un amontonamiento como ganado insoportable, transpiración, 2 baños para 10.000 personas y barras colapsadas te dan la misma sensación de estar haciendo la cola del banco pero con música al palo.

8 – Cierre: ¿de qué? ¿del pantalón? O sea, la tierra no se da cuenta que está pasando de nuevo por el mismo lugar, nos lo inventamos nosotros que ahí termina. El problema es que con esa excusa te meten laburo, estadísticas y análisis hasta las orejas. Se podrían hacer siempre en septiembre y sería igual ¿por qué septiembre? Porque en septiembre tú fuiste mía y ahora todo es melancolía…

9 – Los adornos: nunca me van a dejar de parecer más desubicados que chupete en el culo los adornos navideños, nieve y gente vestida de invierno con 40°C ¿Alguien en su puta vida vió un reno? ¿Porque carajo simulan nieve en el pino? ¿Alguien ha visto algún muñeco del pesebre que no sea deforme? ¿Por qué ponen esas luces en el frente de la casa para que parezca un OVNI mal estacionado?

10 – Las luces de Navidad: creación del mismísimo demonio, que durante el resto del año son enredadas por seres del inframundo para que pases horas como choto ordenándolas, y al final tengas que comprar nuevas porque la mitad no sirven ¿Alguien las prende todos los días? ¿Amerita tal prueba de resistencia psicológica unas mierditas que prenden y apagan?

11 – Los fuegos artificiales: que desatan la pelea insufrible de todos los años entre defensores y detractores. Más allá de los efectos colaterales, es evidente que los de colores que se ven bonitos pero ¿Cuál es el chiste de que hagan ruido? ¿En tu vida pasada estuviste en alguna guerra y te trae un recuerdo emotivo? ¿Te retrotrae a tu época en las cavernas ver explotar cosas con ruidos fuertes?

12 – Los que se van de vacaciones después: tal vez no podés ir a ningún lado porque tu nivel de indigencia no lo permite, te dan las vacaciones en octubre cuando a nadie le importa, o más aún detestas la felicidad ajena en esta época del año que en estás laburando como animal víctima del subdesarrollo y aguantando pelotudeces. Ciertamente la felicidad ajena a esta altura definitivamente no ayuda.

13 – Las películas navideñas: ¿qué necesidad? Esa exaltación exacerbada de la felicidad, la unión, el amor, el gasto desenfrenado, la familia y el festejo sin razón aparente, al tono del villancico que taladra «es la época más maravillosa del año», en la que todos se olvidan irónicamente de quien es el cumpleaños.

Lo único que vale la pena de todo esto, es esa maravilla reconfortante que nunca falta en ninguna fiesta, que te acompaña en este penoso proceso y varios días más, está ahí cuando llegas a la mañana, para acompañar tu media tarde, con su frescura, su suavidad e increíble incapacidad de llenarte…

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