/A Palmares le hacen falta mas rochos y turras

A Palmares le hacen falta mas rochos y turras

«Acá no queremos negros» fue la bienvenida que me dio un empleado de seguridad de Palmares la primera vez que estuve ahí. “No vine a que me dieran amor” pensé, mientras me chupaba un huevo el comentario. Es que entendí que el tipo se sintió seguro, grande y poderoso por el hecho de trabajar para una empresa careta y con guita.

¿Cómo se habrá sentido el tipo si en lugar de eso, trabajara para gente sin todo ese esplendor, sin esa cubierta de superficialidad y elitismo, como actualmente les pasa a los empleados de Mr. Dog?

Lo imaginé entonces siendo invadido por una horda de muchachos con piercings, remeritas rosa y zapatillas con resorte; al mejor estilo de una película de zombies cumbieros. Vi un mundo donde hipsters y limpiavidrios toman café en el mismo negocio y la Jacky no te vende droga sino que administra los locales del centro comercial.

¿No sería esta la máxima expresión de sociedad de la Mendoza moderna? Vamos a ver…

Por empezar, la entrada, además de estar repleta de pubers llenos de azúcar y plata de sus padres, tendría el agregado de los pungas llenos de ganas de ser tus amigos y llevarse algún recuerdo tuyo. Estos muchachos se sacarían fotos exhibiendo sus armas, y no selfies amariconadas como «acá con el cafecito» o «las nuevas John Foos» (Aunque hablando de eso, los Johnnys proliferarían cual pelusa en primavera mendocina)

El estacionamiento sería el lugar más seguro para dejar el auto de toda la puta provincia. Dos cuidacoches por vehículo, más el infaltable wachín que se sienta en un tacho dado vuelta para tirarles charla. Ni el más alto mando de Gendarmería tiene su transporte tan monitoreado como podrían hacerlo estos muchachos.

“Vamos a Palmares” sería reemplazado por “Tené cuidado por ahí que está Palmares” ¿Se acuerdan de esas canciones chotas sobre dos pendejos que se enamoran a pesar de ser de clases sociales diferentes? Cagamos, las tendríamos sonando a toda hora: los encuentros amorosos entre estas dos especies saturarían de frases cursi la atmósfera comercial.

En los locales de comida se producirían los intercambios culturales más grandes desde que Colón estacionó en América, aunque sin que una de las partes mate y esclavice a la otra. Esta sería una armonía perfecta en la que cada uno aprendería del otro.

-Pero y ¿qué? ¿Vos estás así como que todos los días haciendo esto? ¿Everyday?

-No, no, nosotro’ salimo’ cuando el Kevin tiene que comè’, si te llueve ni salimo’.

-Ah, ¿qué loco, no? ¿Y tus papás no te mantienen? Porque yo vivo con ellos, un día con cada uno, me voy turnando según quién me compre más cosas o me dé así como más moneditas… *acá va esa risa del orto que hacen cuando creen haber contado un chiste*

-No, nah que vè’, mi’ viejo’ ‘tan hace desde que yo nací hace que ‘tan juntos, salimo’ a robar con ellos a vece’.

Las finas viejitas con sus perros cubiertos de vello púbico blanco acompañarían sus desayunos con las deliciosas melodías del Guachón, Piola Vago, y la nostálgica Banda del Lechuga. ¡Casi puedo ver como mueven los meñiques siguiendo el compás de la música mientras sujetan sus tacitas de té! ¡Es una perfecta imagen de inclusión orquestada por el ritmo de un rallaqueso!

Los baños tendrían el adorno estilizado de miles de artistas que desean plasmar sus nombres como recuerdo para la posteridad. Las futuras generaciones de visitantes de Palmares encontrarían el rastro de los quince mil Maxi (o Massi, por sus siglas en tula) que adornaron el Sagrado Recinto del Sorete.

Las publicidades antes de entrar ampliarían su variedad, encontrando desde restaurantes como Las Tinajas, hasta la tienda de ropa “que es de mi sobrina que anda de encargo y vende ropa usada”.

¿Y qué decir del cine? Nada, porque por mucha guita que tengan, son bastante roñosos a la hora de entrar a una sala. Pero en este mundo ideal, los flacos te fumarían en la nuca en medio de la película porque ¿Quién les diría algo? Solamente uno puede hacer justicia en este salvaje oeste argentino. Este sería un espectáculo de aventura, en el que no sabés si vas a salir con vida.

Además, se vendería pan casero con fiambre en lugar de pochoclos… cosa que no me molestaría tanto… ¿Será por eso que no me dejaron entrar aquella vez?

Quizás John Lennon debería haber agregado esta idea a su canción Imagine. Un mundo de perfecta paz, armonía y buena convivencia. Nos serviría bastante para darnos cuenta de que también el lujo y la opulencia está bastante lleno de pelotudeces inbancables.