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Pasión y deseo

Empezamos a calentarnos a eso de las 9 y media, cuando llegó a mi casa. Puse Soda Stereo y nos encerramos en mi pieza a hacer todo lo que podíamos con ropa. Los acordes iban sonando y nuestra calentura iba subiendo. Siempre hemos tenido esa química, esa conexión que va más allá de los sentimientos, más allá de los cuerpos.

Había gente en la otra habitación y lamentablemente no vivía sola. No teníamos que llamar demasiado la atención. ¡Sus besos, sus labios! Todo en él es tan adictivo. La música iba tapando los gemidos y las respiraciones agitadas.

Teníamos que comer. La persona que estaba en la otra habitación estaba esperando la cena. Paramos. Él tenía una erección tremenda y yo agradecía por ser mujer y no ser tan obvia cuando me calentaba. Película en Netflix, yo no la había visto nunca y él se la sabia de memoria. Empezamos a tocarnos cuando se fueron a dormir. Yo apague las luces del living y solo quedaba el reflejo del televisor y de la cochera. En un momento él se duerme en mi pecho.

La película termina y la calentura se retoma en el punto que la dejamos. Todos duermen, el me arrincona contra una columna y empezamos a tocarnos. Ni lo piensa y se baja el pantalón, yo me bajo el mío y me bajo la tanga y me roza. Nos miramos y entre gemidos le digo «vamos a mi pieza». La calentura está a punto de estallar y no creo que aguantemos así mucho tiempo más.

Voy tanteando y agarro el picaporte de mi pieza y lo abro mientras que él me besa apasionadamente las partes de mi cuerpo que le van quedando a mano, el cuello, los brazos tatuados, la boca. Entramos en la habitación y estamos tan a punto que básicamente nos prendemos fuego juntos. Cierro la puerta, y, caminando yo de espaldas unos pasos, me tira a la cama donde él se saca las zapatillas, el pantalón y el bóxer, mientras que yo me saco la tanga y los zapatos que tiro al piso. Se me sube arriba mío y nuestros placeres fluyen libremente como quien viene esperando algo durante mucho tiempo.

Al rato cuando ya hemos llegado a la cumbre de nuestros placeres, y las respiraciones se van calmando de a poco, es que me doy cuenta que nuestros cuerpos se complementan uno al otro de una manera que yo no creí capaz. Va más allá de simples momentos de calenturas, sino de una conexión extraña y única. No es la primera vez que nos entregamos así, y afortunadamente no será la única. Habría continuación.

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