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Sueños mojados

¿Ya les había contado lo mucho que me gustaba él? Mi compañero, el rockero, si él: leer nota

Hay una típica frase trillada que dice así, “el amor a primera vista”. Si bien mucha gente cree en eso, yo soy más de la creencia de la “atracción a primera vista”. Es así, no vamos a auto engañarnos de que nos enamoramos profundamente de alguien a la primera vez de verlo, el amor conlleva conocer a una persona, saber absolutamente todo de ella, miedos, gustos, etc. Sin embargo hay algo en lo que la mayoría coincidimos que es la atracción. Ver una persona y quedar paralizados con mariposas en el estómago por tal belleza física, sentir que flotas en una nube escuchándolos hablar, volar por los cielos descubriendo cada parte de él. Bueno señores, esto sucede, y sucede mucho. Incontables las veces que uno va caminando por la calle, se cruza un ángel y queda atónito con ojos y boquiabiertos, sin la necesidad de ser un baboso, simplemente aprecias el buen gusto de tu cerebro. Y como todos, a mí me paso, me pasa y estoy muy segura que me pasara siempre.

Lo vi, me atrajo, lo conocí día tras día y me volvió loca. Pero a veces los amores o las atracciones no son correspondidos, vaya uno a saber por qué, solo queda la satisfacción de tu imaginación con ella, con él, con todos. Fue así cuando una noche de miércoles no muy lejana a la fecha actual paso algo por mi cabeza.

Había soñado con él, con mi compañero, con el satánico emo misterioso que se sentaba enfrente de mí, con aquel ser de luz oscura pero a la vez brillante. Transcurría la siguiente historia:

Me encontraba en la plaza independencia, eran pasadas las seis de la tarde, el sol comenzaba a retirarse con lentitud. Había acompañado a una amiga a ver los puestos artesanales que rondan la circunferencia de dicho público lugar. Caminábamos y caminábamos, volvíamos a visitar los ya vistos stands, mi amiga quería algo, no sabía todavía que. Se detuvo a mirar pulseras de cuero con talismanes. No eran muy lindos que digamos pero era su onda, estaba feliz probándose uno tras otro. Yo solo hacia el acompañamiento moral.

Decido comentarle que voy a cruzarme a comprar una botella de agua porque la sed me podía más que esos accesorios. Llegué hasta el quiosco y me atendió el, mi compañero.

– ¡Que sorpresa! ¿Qué haces acá?

– Estoy haciéndole el favor a un amigo, solo por unas horas ¿Vos que haces?

– Vine también a hacerle el favor a una amiga jaja está comprando cosas acá en frente.

– Ah mira que bien – Me entrega la botella de agua.

– Bueno, me gustó mucho verte. Que sigas muy bien. – Retirándome fuera del local.

– ¡Espera! En media hora termino ¿Queres tomar algo?

– Me encantaría, te espero en la plaza, cerca del museo.

Mi corazón latía fuerte, muy fuerte.

Todo pareció normal en mi cabeza. Encontrarlo a él, encontrarme a mí en aquella plaza. Mi cuerpo, si bien estaba dormido, todavía no reaccionaba de manera distinta. Pero quería saber más, quería seguir soñando.

– Gorda no me lo vas a creer, me encontré con él.

– ¿Con quién boluda?

– Con Juan, solo sé que se llama Juan, pero es el, mi compañero de cursado del que tanto te hable.

– ¡Ay me muero! ¿Y? ¿Qué paso?

– Me invitó a tomar algo.

– No digas más, anda tranquila. Yo me vuelvo sola, pero quiero detalles de todo.

Fui a esperarlo. Espere, espere, estaba sentada y seguía esperando. Había pasado tiempo, experimente dolor pensando que me había dejado plantada. De repente me tocaron el hombro.

No recuerdo la siguiente parte del sueño. Tampoco sé que paso después de sentir una mano sobre mi hombro derecho. El cerebro es así, nunca te da la posibilidad de recordar con lujo de detalles todo lo que soñaste la noche anterior. Simples retazos, como una película vieja en que algunas escenas están borradas. Pero también, el cerebro se encarga de hacerte recordar lo que sí importa, lo que si tiene un significado, o eso creo yo. Los sueños son los deseos del inconsciente, lo que uno anhela. Por suerte, pude acordarme del resto.

Estábamos en el pasto, parecía el parque de noche, pero a su vez era una explanada grande de color verde con olor a rocío nocturno. Estábamos acostados agarrados de la mano, nuestras piernas entrelazadas.

– Me gustas mucho, le dije en voz baja

Me besó, un leve y corto beso en mis labios. Subió encima de mí, me miro a los ojos, fue como un disparo a mi alma. Tocaba mi pelo haciendo cariños, se acercó a mi odio y susurro que iba a ser suya por el resto de la noche.

Apartó mis lentes y los dejo en un costado, levantó mi remera sacándola con lentitud. Bajó el cierre de mi pantalón y besó mi estómago, descendió desde mis pechos pasando por mi ombligo hasta llegar a mi pelvis. Respiré hondo.

– Tengo muchas cosquillas, perdón – Suspiré

Volvió a subir pasando su lengua, llego a mi corpiño y lo desprendió con suavidad. Lo retiró dejando al aire mis pechos, sentían la brisa fría provocada por el roció de aquella noche. Con sus manos los apretó fuerte, se escapaban entre sus dedos abiertos. Tocaba mis pezones, estaban muy sensibles. Jugaba con ellos, pasaba su dedo por alrededor, se excitaron, estaban por estallar.

Comenzó a hacerse para atrás retirando mi pantalón, con un rápido movimiento me dio vuelta dejándome de espaldas hacia él. Besó todo mi dorso, incluso algunas veces succionaba con su boca haciendo presión, eran masajes. Mordió mis hombros, luego mi cuello.

Recordé sentir un cosquilleo en mi nuca mientras dormía, pensé que habían sido mis perras o el viento de la ventana. Jamás hubiera imaginado que dormida podíamos sentir tan reales los sueños. Como si todo nuestro cuerpo funcionara con naturalidad exceptuando los ojos que se encuentran sellados. Volví a recordar como seguía.

Yo boca abajo, él encima mío. Bajó mi ropa interior. Sentía como la tela pasaba por mi cuerpo, la sentía recorrer mi cola hasta llegar a mis piernas, aquella sensación hizo que mi cuerpo se erizara completamente. La temperatura se apodero de mí.

Escuché el cierre de su pantalón, sabía lo que venía. Agarró mis caderas y las levantó un poco, era un punto intermedio entre el suelo y la altura de él arrodillado. Estaba en equilibrio, pero cómoda. Abrió un poco mis piernas y paso su lengua de arriba abajo, me humedeció más de lo que ya estaba. ¡Pum! Nalgada – “ay” – susurre casi sin voz.

Entró en mí, lento, primero la puntita. Generaba anhelo en mi cuerpo, tenía las desesperadas ganas de sentirlo completo, hasta que sin pensarlo ingresó de lleno. Dolió, pero gustó. Se movía a velocidades incontrolables, no se podía definir un ritmo lento ni rápido. Sorprendía.

Seguía dormida, constantemente mi mama comentaba sobre mi manera de dormir como algo inexplicable. Siempre me dijo que tenía el sueño pesado, que podía activarse la alarma, los perros ladrar, la música sonar y aun así no me despertaba. Y eso me pasó, seguía dormida, pero tenía calor. Me había acostado la noche anterior con una remera. Bajo las sabanas. Me desperté sin ropa, destapada, transpirada. Seguí pensando en el sueño.

Entraba y salía, paraba, respiraba y seguía. Era un ritmo incalculable. Mis muñecas de tanto hacer equilibrio en aquella posición boca abajo me dolían. Estuvimos unos minutos, que para mí se sintieron horas. O tal vez si estuvimos horas que se sintieron minutos. El tiempo es relativo.

Llegó a su punto máximo y me dijo que iba a acabar. Me separe de él dándome vuelta, quedé nuevamente boca arriba. Pero esta vez yo penetre sus ojos.

– Acaba en mí – le dije.

Su néctar se desparramo por toda mi boca, goteo hasta el cuello. Era el sello de una noche de anhelos.

Ahora sí, había pensado en todo mi sueño. Traté de pasarlo todo una y otra vez por mi cabeza, queriendo saber más. No había recordado todo pero si lo que más me gusto. Ahora entiendo porque me desperté toda sudada, agitada, con las palpitaciones al máximo, respirando sin parar. Creí haber tenido una pesadilla, pero no, había sido el sueño más lindo de todos. Toque mi entre pierna, estaba mojada, estaba excitada. Era como si un espíritu se había apoderado de mí mientras dormía, y no, simplemente habían sido sueños mojados con él, mi compañero.

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