/Sumido en el onanismo más vergonzoso

Sumido en el onanismo más vergonzoso

No hacía mucho tiempo que había descubierto los placeres del onanismo, quemando las horas con dulces cosquilleos genitales. Aquella incipiente ebullición de “agüita de arroz” se iba transformando poco a poco en un vicio, dejando olvidados en el placard los juguetes, la pelota y a veces hasta los amigos.

Sacudirse a escondidas se transformó en una rutina diaria, ejercida hasta dos o tres veces por día. A esa edad no se entiende como algo tan rico puede ser gratis. Deben ubicarse en tiempo y espacio, en aquella época no había internet, ni whatsapp, ni Direct TV plus, solamente revistas exóticas, con mechudas rubias de vidriera, Nancy Dupláa de Montaña Rusa y la imaginación propia de cada onanista.

Además no era una cuestión fácil de ejecutar. Tenías que esconderte de todo y de todos, instintivamente relacionamos el sexo con lo prohibido, lo prohibido con lo ilegal y lo ilegal de esa edad es tu papá cagándote a cachetadas.

Pasaron los meses y llegó el momento en el que ese amigo del alma me regaló aquel almanaque de bolsillo con esa morocha tetona en tanga de boca. Ahí nomas me di cuenta de que en este caso la vista era mejor que la imaginación (faltaban vaaaaaaaarios años para que me diera cuenta de que ejecutar el acto de a dos era muchísimo mejor) así que comencé a recopilar material de apoyo, como fotos de lencería de la revista Avon de mi vieja.

Entre tres compañeros de la primaria teníamos un llavero móvil (si, un llavero) de una pareja poniéndola en una silla, vos movías la minita que se sentaba sobre el tipito erecto. La joya se iba pasando una semana cada uno, por lo que estabas dos semanas sin el artefacto encendedor.

El asunto es que hacía muy poco me habían regalado el Sega con varios cartuchos. Entre esos estaba el mejor juego que se creó para esa consola: Mortal Kombat (el 1). El Mortal Kombat además de ser híper sangriento, terrorífico, violento, tener las controversiales Fatalilies, contaba con siete personajes de distintas razas, colores y estilos. Y entre ellos estaba Sonya Blade.

Sonya era una teniente miembro de una unidad superior de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos. Rubia, sensual, atlética, tetona, cara de puta, una delicia.

Lógicamente mi personaje favorito era Sub Zero, pero cuando estaba sin el puto llaverito y mi vieja andaba con las revistas de Avón, ella era la reina de mis fantasías sexuales. Me imaginaba defendiéndola de los malosos, luchando espalda contra espalda mientras me apoyaba su culo chivado, luego recompensándome con sexo furtivo en algún matorral de mis fábulas.

Una tarde de lluvia estaba viciándome mal, jugando en difícil y empedernido con ganar. La iba llevando muy bien, hasta que me tocó pelear contra ella. Piña va, piña viene la mina me gana. Vuelvo a jugar, me vuelve a ganar, pruebo tres veces más y no me le aguanto ni un round.

Re caliente me digo que es la última vez que pruebo, parado frente al tele, rojo de furia y con el joestick transpirado meta hacer “la U y el A” para tirar un poder (la “u” le decíamos a mover la crucecita izquierda, abajo, derecha, simulando una letra U). Entonces me comienza a fajar… en difícil era imbatible. Me da un ataque de ira, ví rojo, apreté el joestick con ánimos de pulverizarlo en mis jovenzuelas manos y de puro caliente, sin siquiera apagar el video juego, saqué el cartucho de pechera. ¿Y que pasaba cuando sacabas el cartucho? Se quedaba la imagen congelada en la pantalla. Estática, hasta que apagaras la consola. Quedó justo una imagen así…

¡Que tetas! ¡Que posición!… entonces me cayó la ficha. Aprovechando que no había nadie en mi casa volví a meter el cartucho, me elegí a la mina y comencé un round contra el Kano. Le empecé a pegar, y le practiqué justo la toma que hacía hervir mis fantasías… entonces saqué el cartucho y la imagen congelada era esta delicia.

Dios mío… tenía la Sonya en cuatro, coseeeeta del papi… con esa tanga metida en la cola que la partía al medio, esas piernas torneadas, esos gemelos musculosos, esas zapatillas de turra, esa espalda magra, preciosa, divina, rubia, toda para mí. Fue como descubrir el paraíso, tenía pornografía gratis en mi video juego, las veces que quisiera, a la hora que quisiera, mediante un artilugio tan sencillo que daba risa. Obviamente me casqué tupido, como la patria demanda. Y a partir de ahí mi vida preadolescente cambió para siempre. Mi descubrimiento hizo furor entre mis compañeritos del grado, la bola se corrió en toda la primaria y hasta venían los más grandes a preguntarme bien como era el método y si funcionaba para el Family Game.

Ni les cuento cuando llegó el Mortal Kombat 2 con las tetonas hermanas Mileena y Kitana.

 

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