/Tinder: más relatos salvajes (Parte 2)

Tinder: más relatos salvajes (Parte 2)

Leer la primera parte.

Doce de la noche, mensaje de Roberto preguntando que hacia hoy, mi cabeza entraba en una nube filosófica y dudosa sobre que responderle. ¿Estaría bien que me vaya con él? Ya sabía que no era a tomar un café, la cosa iba más allá, pero… Acabo de salir de tener sexo con una persona, ¿sería correcto que me vaya con otro diferente? Físicamente me sentía genial, lo que me frenaba era mi mente. Le conteste que en el camino de vuelta a mi casa lo iba a meditar y en una hora le daba una respuesta.

Llegue a casa, salude a mis perras, y si, lo decidí. Opte por abrir whatsapp preguntarle si seguía en pie la juntada, a lo que rápidamente contesto que sí. Le mande la ubicación de mi casa y espere sentada a que llegara. De vuelta la nube filosófica que me ponía los nervios de punta, era la primera vez que iba a salir con alguien tan grande, no solo me doblaba la edad sino la experiencia. 25 años más que yo, prácticamente mi padre, debo confesar que a la vez me intrigaba saber cómo actuaba una persona tan grande, si comentaría o diría lo mismo que un chico de mi edad. Pero eran todas suposiciones, solo sabría las respuestas a cada incógnita al momento de estar junto a él. Me llego un mensaje de “estoy afuera” y salí. Procedo a subirme al auto, y mis ojos se agrandaron, esboce una sonrisa, un tipo fachero para su edad, me sentí feliz.

Manejando le pregunte a dónde íbamos, respondió que a su casa, nuevamente los nervios se apoderaron de mí y empezaron las preguntas dignas de una pendeja de 20 años. Pasamos la barraca y entramos a uno de los complejos que están en frente, al ingresar al estacionamiento veo una moto de viaje toda equipada, grande y muy linda. Me contó que solía viajar recorriendo Argentina con sus amigos en moto (mi corazón acelero, primer punto del señor). Apenas nos bajamos del auto, noto que era muy alto, lo cual me gustaba, ya que yo mido 1.77. Entramos a su casa y lo primero que veo al prender la luz, eran discos de vinilo y CD’s de bandas de rock internacional viejas, rock alternativo, inclusive metal. Esa era su onda, esa era su música (segundo punto a favor). Me saco mi campera y el me pregunta si deseaba tomar algo, le conteste lo que el tomara. Me trae un fernet y apenas me lo da pasa a decirme “sos hermosa” y me comió la boca como muy pocos lo habían hecho (tercer y último punto definitivo). No iba a hacer la rutina de ver una película antes, el señor de 45 años ya había avanzado más rápido que cualquiera, y lo había hecho bien, así que solo le conteste, vamos a tu pieza.

Ambos parados frente a la cama, le dije si podía hacerme un masaje (soy una pendeja muy mañosa), accedió quitándome la ropa y masajeando mi espalda, sus manos apretaban muy fuerte mis hombros, bajaba hasta mi cadera, amasaba mi espalda, que placer era sentir ese tacto, sumo unos besos en la nuca y masajes capilares. Yo ya estaba encendida, ya había entrado en calor, no podía creer que en tan solo media hora supo encenderme con esos masajes. Quite su ropa y le comí la boca.

Debo confesar que han sido uno de los mejores sexos de mi basta experiencia, fue fuerte, con ganas, todavía recuerdo como me penetraba el arriba mío, agarrándose de la cama, esos movimientos pélvicos eran mejor que ver un gol en contra del equipo rival. Yo le cabalgaba como nunca lo había hecho, era como montar un caballo mansos de esos que no cabalgan, donde el trabajo lo haces vos, recuerdo su cara mirando con deseo mis tetas, como tocaba mi cintura, sus manos suaves. Recordarlo es tan excitante como hacerlo. También fue suave, pasional, sentí sus dulces labios rozando cada parte de mi cuerpo, mordiendo dulcemente mis piernas, cola y brazos. Gemir era un placer. Subimos y bajamos el ritmo varias veces, cambiamos posiciones y nos divertimos como nunca. No quedo nada por no hacer, realmente nos exploramos al máximo.

Ya cansados, nos quedamos desnudos charlando en la cama mientras nuestras manos jugaban otro poco más. Hablamos de sus hijos y mi carrera, su trabajo y sus planes. Mis sueños y sus viajes. En fin, hablamos de todo, pocas veces sentí una conexión tal como aquella noche de sábado veraniego en Mendoza. Se hicieron las 5 de la mañana y yo debía volver a mi casa, otra vez. Me levante a buscar mi ropa, por lo que él hizo lo mismo, mi cara de sorpresa fue que él quería llevarme a mi casa. Obviamente le dije que no, que no hacía falta. El insistió, en ese momento note que era un verdadero caballero de los que ya no quedaban, y sí, claro, tiene 45 años.

Finalmente en la puerta de mi casa, nos despedimos con un buen beso y hasta la próxima que el destino decida juntarnos. Opte por darme un baño y acostarme. Día domingo, el sol pegaba en mi cara, abro los ojos y al estirarme noto que no me podía mover, sentía un dolor fuerte en mi cuello, bajo corriendo al baño y mis ojos no creían lo que veían. Un hematoma en mi teta izquierda y un moretón en mi cuello. ¡¿En qué momento?! Era un color morado oscuro, como iba a disimular eso, me maquille tratando de ocultarlo, lo que menos quería era que toda mi familia me preguntara por eso. Al momento de hacer pis, no podía, me dolía, sangraba, ahí fue cuando descubrí que tenía un tajo en el tajo. Literalmente, estaba muy lastimada ¿debería llamarlo heridas de guerra? ¿Consecuencias del sexo fuerte? En ese momento de shock lo único que logre reaccionar fue con una carcajada y auto decirme que si me gusta el durazno tendré que bancarme la pelusa morada en mi cuerpo.

Así fue, como Tinder volvió a llenarme de anécdotas, esta vez no salí intacta como siempre pero… ¿De quién eran estas heridas? ¿Danilo o Roberto? Nunca lo sabré.

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