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Todos somos tontos, todos somos inteligentes

A lo largo de mi vida mucha gente me ha sorprendido, algunas para bien, otras para el orto. Criada en el pensamiento de que la inteligencia era una sola, y se evaluaba con el CI, y también que el abanderado seguramente era el más inteligente del curso.

En principio me di cuenta, al hacernos un test de inteligencia en el secundario, que los CI más altos no eran los de los abanderados. Me sorprendió mucho. Después en la facultad vi que personas de promedio regular eran mucho más rápidos para estudiar que los de promedio alto. Pero sobre todo, descubrí que mucha gente muy emprendedora e inteligente no era capaz de permanecer sentada en la silla más de 20 minutos, por lo que seguir una carrera universitaria (que para mí era estar cumpliendo un sueño) sería para ellos una tortura peor que ser siamés de Hugo Torrente.

El primer y más contundente chasco me lo llevé conmigo misma, al comprobar que a pesar de ser muy rápida para aprender en el colegio, casi no necesitar estudiar para aprobar, leer desde los 4 años, o ser muy picudita con los adultos poniéndolos en jaque con observaciones muy agudas; era una semerenda boluda que se quedó embarazada del primer novio a los 3 meses de noviazgo… ¿Y la viveza? ¿Y la inteligencia de la que te jactás en la facu, en familia? ¿Vos sos tarada o tus viejos son primos? El golpe fue duro, bajé la cabeza (a veces creo que demasiado); apreté los dientes y apechugué mi boludez. Con el tiempo me di cuenta que no era TANTA mi oligofrenia, sólo que me tomó desprevenida: yo no sabía que era una tarada con los hombres, que era muy fácil de manipular y que debía poner mucha atención en lo sucesivo.

Pero el tema no terminó ahí: tuve la suerte de conocer muchos otros casos y no sentirme tan sola. La medalla de oro de mi facultad parece del Naranjito como madre: una pequeña tirana de 3 años le digita la vida y ella sólo puede decirle que sí a todo y rogar morirse pronto para descansar un rato. Una amiga de la niñez que no le dio el cacumen para terminar la secundaria hace 16 años que está casada (y enamorada, ojo) con un tipo maravilloso que da la vida por ella, y tiene dos hijos que son la personificación misma de la felicidad, siempre sonriendo, son amados profundamente y lo saben las 24 horas del día. Una belleza.

Un ex-novio, que no puede sobreponerse a su extrema vagancia, tiene la mayor capacidad que he visto en la vida para manipular a los que lo rodean, consigue vivir medianamente bien de los demás sin haber trabajado, limpiado, cocinado, cuidado a nadie a menos que a él se le cantara la gana, durante un rato, siempre que lo estuvieran mirando y aplaudiendo. Un maestro en lo suyo, encima su entorno sigue sintiendo que le deben algo.

Una flaca de la facultad a la que conozco de lejos, deja a los hombres totalmente embobados después de 5 minutos de estar con ella. Uno la ve de lejos y sí, es linda, pero el efecto que causa gracias a su actitud y atractivo es mucho más poderoso. Se ha bajado a más de un compañero, a pesar de estar casada (y embarazada); sin embargo es considerada por todos una señora respetable. Cagó a una colega y la cagó groso, pero sigue teniendo buena relación con el resto de los compañeros. Antes de recibirse casi casi entra a trabajar en el mejor puesto que uno puede aspirar, por el cual siempre hay varios profesionales haciendo mérito; una jefa inmune a sus encantos la bajó de un hondazo horas antes de que se efectivizaran los papeles. Una talentosa de las relaciones humanas, sin duda alguna… pero con el promedio bastante bajo.

Así que queridos lectores: todos somos tontos, todos somos inteligentes. La gracia de todo esto, es descubrir cuáles son nuestros puntos fuertes para sacarles provecho; y cuáles nuestros campos minados para manejarnos en ellos con la mayor de las precauciones.

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