/Diem Carpe por Dra Li: Un día de zozobra

Diem Carpe por Dra Li: Un día de zozobra

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Me levanté esta mañana y me sentí diferente. Tenía mucho calor pese a estar fresca la mañana, las pantuflas sólo cubrían la mitad de mis pies, sentía una sed aterradora que me atenazaba la garganta. ¿Cuánto whiskey tomé anoche? ¿O sería la impiadosa señal de mi cuerpo transmitiendo el mensaje de una existencia fugaz? ¿Cómo calmar el río salado que resecaba mi alma torturada? ¿Halls o Mentoplus? ¿Galán o Mateico?

Fui al baño con la luz apagada, me senté para hacer pis. Mientras repasaba en mi cabeza la noche anterior buscando respuestas que no hallaba, me invadió una espantosa sensación de carga, de peso sobre mis hombros. Demasiados interrogantes en el mundo, un exceso de retóricas inquietudes sobrevolaban mi cabeza como mariposas nocturnas en torno a una cálida lámpara de verano. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Por qué esa repentina necesidad de desentrañar los oscuros misterios de las vicisitudes de la humanidad toda? Como ¿adónde van los sueños cuando no los encuentro? ¿Cómo hace el lavarropas para desaparecer una media? ¿Hay vida en Marte? ¿Quién se ha tomado todo el vino?

Pese a todo el peso de la incertidumbre humana logré pararme sobre mis piernas, mucho más peludas que de costumbre. Fui a poner la pava para hacerme unos mates, pero en su lugar encontré una cafetera llena y con un olorcito imposible de ignorar. De pronto se me ocurrió que el café es por excelencia el mejor tónico para una mente abrumada, y me trasladé por unos instantes al momento en que el primer aborigen sintió sus maravillosos efectos, quizás en soledad, quizás desterrado, en un estado donde ya nada importaba y buscaba un veneno mortífero que calmara su angustiosa existencia.

Miré el reloj de la cocina, colgué mal y se hicieron las 12 del mediodía. Llamé al trabajo con una excusa pedorra que nadie creyó, y me senté frente a la compu con el cuarto café entre las manos, preocupada por mi salud mental, tan extraña me había sentido desde que me desperté. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí así? ¿O siempre me sentí así? ¿Quién era yo realmente? ¿Por qué me sentía extrañA y no extrañO, si me acababa de rascar los huevos? ¿Desde cuándo tomaba café y no mate? ¿Por qué en vez de llamar al hospital había llamado a una oficina, y mi voz había sonado como Cacho Castaña con laringitis?

Miré por la ventana y vi desconcertada que el sol estaba a punto de meterse tras las montañas. ¿Otra vez colgué? Sacudí la cabeza y prendí la laptop, buscando pistas. En youtube, lo último escuchado es un mix de los Beatles. En google, las últimas búsquedas son “cómo construir adobe con papel picado”, “¿Dear Prudence alguna vez salió a jugar?”, “¿qué es lo que hace un taxista seduciendo a la vida?” y la más inquietante “depilarse el culo con miel y engrudo”. Voy al Face. 850 mensajes de amigos preguntando por mí, si estaba bien, si tenía resaca. No recordaba haber hecho esas búsquedas en google, pero lo que estaba segura era que no tenía tantos amigos. ¡Evidentemente yo no era yo! ¿Quién era? ¿Cómo descubrir este enigma? ¿Por qué esta necesidad morbosa de cuestionarme absolutamente todo? ¿Me estaba cuestionando absolutamente todo? ¿O sólo lo que mi yo entendía como todo? ¿Qué es absoluto? ¿Absolutamente viene de mente absoluta? ¿Qué es todo? ¿Existe un todo absoluto? ¿O el todo es absoluto por la mente misma de la cuestión?

Voy a mi perfil, desesperada y con dolor de cabeza. Y ahí lo veo… “Hola Diem!” Me saluda Zuckerberg.

Entendí todo.

Sonreí.

Y me volví a rascar los huevos.