/Un elefante en el galpón

Un elefante en el galpón

Para entender el contexto de los hechos que voy a relatar a continuación tendrían que leer dos notas:

Yésica, la gauchita, y los extraterrestres
El travesti extraterrestre de la Rodríguez Peña

Pero si la paja los puede les voy a hacer breves resúmenes cuando sea necesario.

Estaba yo en un domingo cualquiera a la tarde, con la remera levantada y hurgueteándome el ombligo. Pensando si a la vista de la mugre que veía, cuándo me había bañado por última vez. Y si me lo había lavado. En eso que escarbo para sacarle la pelusa suena el timbre del portero de mi departamento.

Preguntaron por mí, diciendo que pertenecían a la Policía Federal.

Les abrí el portero, tocaron a mi puerta y los hice entrar: una morocha bien latina, ojos claros, cara redonda de piel blanca, vestida con jean ajustado y camisa blanca identificada como Jazmín Moldes. Buenas gomas. El otro un delgado rubio, con pantalón de vestir negro, camisa blanca y corbata fina negra. Dániel Sculli. Ambos de la misma estatura, que sería más o menos de uno setenta.

Me señalaron la nota sobre el travesti que decía ser extraterrestre, a lo que les afirmé que era un relato de ficción. Ellos insistieron, y su seriedad me preocupó.

– Sucede que sus dos relatos sobre extraterrestres coinciden con hechos que estamos investigando – empezó a exponer el detective extranjero – Y es parte de una operación de la ONU para investigar una posible invasión.

–  ¿Qué? – dije – Oiga, entienda que escribo ficción. FICCIÓN. Si esto es una broma…

– Le aseguramos que no es ninguna broma – terció la mujer. Su voz era grave, como de fumadora. El tono me distrajo. Y algo se movió en mis pantalones.

– Es más – siguió el varón – queremos invitarlo a un puesto. Donde nos dijeron que hay algo que se relaciona con ambas historias. Nuestra investigación se inició cuando alguien nos dijo que un puestero tenía un elefante en un galpón. Nosotros seguimos noticias insólitas, y esta, nos llamó mucho la atención. Un ex empleado del zoológico nos contó sobre cosas extrañas halladas en la jaula de los elefantes. Incluso la elefanta abortó algo irreconocible.

– Luego leímos las notas…- agregó Jazmín.

–  Cuentos de ficción – interrumpí.

–  Si. Eso – prosiguió con fastidio – donde menciona un descenso forzoso de una nave extraterrestre en la zona del pedemonte. Al informar a nuestros superiores, nos dieron la orden de entrevistarlo e ir a esa locación. Lo más perentoriamente posible. Con usted.

La miré a Jazmín. Se había desprendido los botones de la camisa y me miraba sonriente.

No me podía resistir. Así que a la hora estaba subido a una camioneta todo terreno en dirección, primero al sur, y luego hacia el oeste por una huella de tierra.

El puesto estaba a medio camino entre la ciudad y los cerros de la precordillera. Las construcciones no se  veían porque estaban metidas como en un pozo. Una casa chiquita con el techo de un agua, típica de los puestos de la zona, y un galpón de chapa que se apoyaba en un barranco. Si hubo alguna vez álamos, estos habían sido talados. Rodeaba las construcciones matorrales altos de la típica vegetación, que no nombraré para evitar su localización.

Cuando nos bajamos de la camioneta, salió de la casa un viejo bastante particular. Más que particular. Desagradable. Vaqueros gastados y sucios, con manchas de grasa a lo dálmata. Una camisa blanca con rayas grises y manchas marrones. Esta se abombaba en el estómago. Calzaba unas alpargatas destruidas. El pelo peinado con alguna grasa, sin brillo. Barba de días. Dientes amarillos.

– Buenas. ¿Qué andan buscando? – sus ojos alternaban entre los dos agentes con brillos lascivos.

Estos nos presentaron y le comentaron el rumor que seguían.

– Si. Tengo un elefante en el galpón – dijo el viejo tocándose la bragueta – si quieren se los muestro. Al elefante.

Jazmín se veía tranquila, pero Dániel no. Empezaba a correrle un sudor por la frente.

Se nos adelantó y abrió el pesado portón de chapa acanalada. Dentro el olor era rancio y metálico. Materia orgánica en descomposición.

En el medio del galpón, junto a un montón de cajones con frutas varias, un elefante comía tranquilamente. El puestero se le acercó.

– Estas personas te buscan, iojanus.- le dijo luego de palmearlo.

Pesadamente caminó hacia una puerta tipo caja fuerte pero de tres metros de altura que sobresalía en la pared que estaba del lado del barranco. Con la trompa giró la manivela y luego de varios crujidos y golpes se abrió despacio.

El paquidermo nos dirigió la mirada e ingresó.

Se trataba de una gigantesca sala ovalada. Mientras la criatura caminaba, se puso de pié, se sacó unos guantes que escondían una manos de las patas delanteras. Cuando llegó a un enorme sillón en uno de los extremos, activó con unos mandos las luces y una pantalla que mostraba una panorámica de la ciudad. Se dio vuelta hacia nosotros y Jazmín soltó un gemido agudo. El miembro viril era humano, pero descomunal.

– Tomá de aquella mesa la recompensa. Y ahora andate. Dejame solo con las visitas – le dijo con voz muy grave al dueño del puesto.

El puestero tomó una bolsita con varias botellitas de vidrio. La abrió y pude ver que contenían líquidos de distintos colores. Tomó uno y lo abrió. Miró a Dániel y sonrió pervertidamente. Luego salió de la nave.

– ¿A que vinieron? – preguntó.

– Nos envía la ONU – dijo Dániel.

– Ah. Los esperaba. ¿Ya localizaron a los otros miembros de mi expedición?

– El parece que sabe algo – dijo el yanqui mientras me señalaba – escribió en un medio local dos notas que indican la presencia de dos de ellos.

Todos me miraron salvo Jazmín, que seguía distraída.

Le conté brevemente ambas notas: dos detectives se entrevistan con un travesti que había sido camionero, y que dice que lo cambió alguien del espacio.

– Se trata de una pareja – interrumpió el Elefante – que tienen fetiches gay. Ambos. Y van usando productos de esta nave para cambiarlos a ustedes a su gusto. Seguro el camionero se encontró con el varón.

– La otra era de un travesti de baja estatura con poderes mentales que busca llegar a su nave.

– Esos son peligrosos. Muy astutos. Pueden reclutar a un ejército ¿Te dijo su nombre? – al ver que no decía nada siguió – Ok. Supongo que pronto sabré de los otros – hizo un suspiro largo.

– ¿Qué tienen esos frascos? – pregunté.

– Entre muchas otras cosas, feromonas. Alteran las tendencias de los humanoides. Somos una nave carguera que las llevábamos a otro sistema, y caímos aquí. Algunos escaparon a hacer de las suyas. Luego el resto salieron a buscarlos. De eso hace varios años. Hasta que contacté a gente de la ONU. Pero pienso que no me prestan atención… así que me he puesto a comercializar la carga. Así atraigo a mi tripulación. Ahora déjenme solo, no tolero a los homínidos, me dan asco.

Cada paso retumbaba en la instalación. Se sentó en la silla y la pantalla gigante comenzaba un programa de NatGeo sobre elefantes.

Al salir del galpón, Jazmín decidió volverse. Decía que tenía que darle un mensaje. Dániel buscó al puestero para pagarle por el permiso, y este lo esperaba sonriente en la entrada de la casa.

Yo me subí a la camioneta y después de media hora me quedé dormido.

Me desperté cuando estaba anocheciendo y no vi a nadie alrededor. Me bajé para buscarlos y del galpón salió Jazmín, desnuda de la cintura para abajo, y con varias bolsas de frascos en las manos, junto a su ropa. La camisa tenía manchas amarillas. Lucía relajada. Hizo como que no me veía, abrió el baúl de la camioneta y se cambió allí mismo. Puso la ropa sucia en una bolsa de residuos y la guardó en un contenedor con el símbolo de riesgo de salud. Luego se subió al asiento del acompañante.

Luego vino Dániel, caminando con dificultad no pudiendo doblar las rodillas, con una seriedad mayor de la acostumbrada. Repitió el rito. Se cambio y guardó su ropa en otro contenedor. Y se acomodó en silencio en el asiento del conductor. Ambos tenían un olor fuertísimo a lavandina.

Condujeron en silencio durante la hora y media que duró el viaje hacia la zona donde vivo.

Me dejaron en la puerta del edificio Jazmín me miró y dijo:

– Por ninguna razón debe volver al puesto.  Y si en algún momento lo necesitamos enviaremos por Usted. Tome.

Me dio varios frascos de color rojo. Los miré. Al levantar la vista ya no estaban. Pero presentí que los volvería a ver pronto…