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Una noche con Betty: sexo, alcohol y perversión

Suena mi teléfono con el ringtone de Kylie Minogue, sábado 20 hs:

-Hola Amigo, soy Betty, ¿Cómo estás?

-Bien Reina, acá preparándome  para la juntada mendolotuda, ¿Vos vas?

-Obvio, ¿Nos vamos juntos? Pasá por casa y de ahí partimos.

-Dale, genial, nos vemos en un rato.

Finaliza la llamada, el calor del verano se hace notar con fuerza, apurando los tiempos entro a la bañera que rebalsa en espuma, una hora de relax me es suficiente para recuperar energías de mi reciente llegada de un largo viaje. Ya añoro encontrarme con mis colegas de la web, desde el año pasado no les veo las caras, y ya los extraño, sobre todo la voz y mirada de Bomur, que provoca en mí sensaciones únicas.

21:30 hs, ya estoy en la puerta de la casa de Betty, toco el timbre, y desde adentro siento una voz dulce y acogedora, es su madre quien muy amablemente me hace una reverencia, me besa en las dos mejillas y me abre las puertas de su apacible hogar. Me ubica en una silla en la punta de la mesa, y me convida una copa de champagne que estaban compartiendo hacía unos minutos, ya todos los miembros de la familia están preparándose para salir a disfrutar de la noche sabatina, Betty está realizando los últimos retoques en su vestuario, maquillaje perfecto y buen gusto en la elección de la ropa.

-¿Vamos Marqui? Ya estoy lista.

-Bueno, estás hermosa, vas a romper corazones jejeje.

Salimos en camino a la velada y no me cansé de mirarle, como buen gay, los zapatos que se puso, le quedaban fantásticos y los lució como nadie. Ella me halaga mi perfume, seguimos en viaje.

Al llegar al lugar del encuentro, comienzan los saludos, abrazos, la alegría se hace carne con este grupo de locos que nos vemos unidos bajo el telón del Mendolotudo,  las historias comienzan, los recuerdos de anécdotas, los chistes de Don Rata que no da respiro a las carcajadas, las caras de miedo mezcladas con sorpresa de los nuevos miembros del Staff, que de a poco se van acostumbrando al ambiente tan especial que se va creando.

Transcurre el tiempo, yo instalado en el jardín con los hombres hablando de nuevas ideas, cambios, sugerencias… Betty al frente del equipo de cocineras, sus manos ya están impregnadas de harina, el menú será su especialidad, pizzas caseras.

La cena  se transforma en deseo interminable, el alcohol corre en demasía, decido privar al grupo de mi glamorosa presencia y me alejo al final del jardín, entre las sombras de un nogal y frente a una hiedra que se hace dueña del muro, prendo un cigarro de esos locos, para terminar de relajarme y disfrutar aún más el momento.

Me reincorporo al grupo y comienzan sensaciones en mí que no recordaba, tenía a Betty a mi lado, que de reojo me miraba, hasta el momento no sabía si lo hacía con intenciones o por mi cara después del humo mágico.

-¿Marqui, me acompañás al baño?

-Sí, de paso yo también libero alcohol.

No me pareció  raro ir juntos al toilette, yo estoy acostumbrado con mis amigas a ir juntos y encerrarnos a hablar de los hombres, hacer un retoque en la ropa, mil veces mientras me miro el rostro en el espejo ellas se sientan en el inodoro, ya es algo natural, es como dicen los héteros “la suerte del gay”.

Pero las intenciones fisiológicas mutaron y se confundieron, yo naturalmente me ubique frente al espejo, y pensé que ella iba a liberar, pero no, se prendió un cigarro, y me dijo que estaba caliente, que hacía meses que no tenía sexo, pero del furioso, de ese que saca lo peor (o lo mejor) de vos, y ahí comenzaron los minutos más bizarros de mis últimos diez años.

Su mano se ubicó sobre mi bulto, automáticamente el flujo de sangre se dirigió a la zona, me puse duro como un tronco mientras la miraba directo a sus ojos claros que me recordaban a mi ex novio… no lo pensé, era momento para recordar el día que debuté, con una mujer, en el segundo piso de la Facultad, con “La Sole” que era ayudante alumna de la profesora más conservadora que conocía.

Mientras fumaba, Betty tomó con su mano derecha el cierre, y me demostró su experiencia a la hora de desnudar a un hombre. En milésimas de segundos estábamos los dos desnudos, yo sentado en el inodoro, y ella arrodillada frente a mí con mi pene en su boca.

Me dijo: Era realidad el mito, los gays son dotados.

Respondí: Normal, nunca se han quejado.

Su lengua hacía estragos en mí, tras varias succiones su boca subió hasta mis labios, coronando la fellatio con un beso cargado de saliva. Allí me dio la espalda, tomó mis manos y me hizo tocarle sus pechos, ambos nos mirábamos en el reflejo del espejo, yo sentía estar en una nube, en un sueño impensado… ella lo disfrutaba, sabía que no todos los días una mujer puede tener el premio de tener sexo con un gay, menos en un baño, menos con sus amigos en el jardín, quienes jamás imaginarían la escena que se desarrollaba en el interior de la casa.

No sé en qué momento tenía el forro puesto, y ella ya tenía sus nalgas en un grado de amplitud importante, me dijo: “Te quiero adentro”…

No lo pensé, ni me hice la cabeza, la promesa de jamás estar con una mina desde que me asumí gay se iba por la borda… cerré mis ojos, me mentalicé en que estaba con un hombre y la penetré. Su piel  se fusionó con la mía, era una conexión astral, sentía que nos habíamos tenido en otra vida, ¿habríamos sido amantes en el pasado?… sus leves gemidos me motivaban aún más, me pidió que lo haga con furia, quería mi miembro completo en su interior, yo cumplí…sacaba y metía mi pene con dureza, en mi mente se mezclaban la calentura con una fantasía de cómo hubiera (habría) sido mi vida si no me gustaran los hombres.

Mi lengua también se motivaba, y aunque los nervios de escuchar las risas del jardín me desesperaban, seguí haciendo lo que ella me pedía con su mirada, su vagina estaba en mi boca, y decidí entrar hasta lo más profundo, ella gozaba, yo ya sentía como el flujo corría por mi mentón.

Apresurados para no evidenciarnos frente al grupo, acabamos en el mismo instante, me dijo que pocos tipos le habían descubierto su punto débil, que esperaba ese momento desde el primer día que me vio, y que era un desperdicio, eso me causó gracias y le respondí:

-Para las mujeres seré desperdicio, los tipos me disfrutan.

Nos vestimos a gran velocidad y salimos para volver con los amigos, entre chistes y burlas, nos gastaban, inocentes ellos que no sabían que realmente hubo una escena de sexo segundos antes.

La noche transcurrió, la despedida llegó, nos volvimos juntos, y en la puerta de su casa me despidió con un beso en la mejilla, nada había pasado, era una historia entre ella y yo que no saldría de esas cuatro paredes, “Te quiero amigo, nos hablamos” me dijo, yo le respondí “Buena semana, Reina”.

El viaje hasta mi casa se tornó eterno, los fantasmas del pasado volvían, para ella seguro era una noche más, para mí era momento de replanteos, de fantasear sobre  “Cómo habría sido”.  Entre culpas pensé si no sería sólo un trofeo para ella. El sol ya se hacía evidente, entre mis sábanas surgían imágenes, y otra vez mi cuerpo se sentía preparado para repetir ese momento con Betty, ¿Se repetiría?… o sólo sería una fantasía.

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