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Vacaciones familiares a los 30 o cómo soportar un leve infierno

Termina el año y siempre surge el tema principal de la época: Las Vacaciones.

Lejos quedó esos tiempos en donde meses previos comenzaban los preparativos. Ya estás grandes y siempre esperás que alguien más del grupo tome las riendas y se haga responsable de llevarlos a todos a un destino paradisíaco por 500 pesos “all inclusive”.

Pero eso no pasa. Arranca el último mes del año y tus amigos, esos con los que pasaste gloriosas temporadas en Reñaca ya no están al pié del cañón. Algunos ya planearon sus vacaciones con las novias (por no decir que las novias les planearon sus vacaciones). Otros ya han conformado su familia y su objetivo son lugares tranquilos y alejados de todo lo que se refiera a “diversión”. También nunca falta el que por haberse sacado su primer 0km, se endeudó hasta la corinilla y suspendió los viajes placenteros hasta el 2030.

Y estás vos, con ganas de irte, pero con poca plata para hacerte el valiente e ir solo. Además ya no hay nada. Todo reservado. Hacés cálculos y un par de días en Chile los costos se elevan más de lo pensado.

¿Qué te queda? Tu familia.

Esos que te bancaron siempre. Sabés que el “venite con nosotros” siempre está vigente. Y decidís hacerlo.

Arranca el viaje y justo en ese momento te das cuenta que hubieras preferido quedarte en Lavalle o Costa de Araujo. Pero también pensás que la playa es la playa. Tragás y seguís. Tranquilo. Escuchando música. Imaginando una horda de vecinas ricas que estarán en el complejo de al lado. Hasta que un grito estremecedor se saca de la fantasía.

– ¡Gordo! ¡Frená acá así nos sacamos una foto familiar junto a esa piedra con forma de piedra!

Sacan foto. Suben al auto. Siguen. Frenan. Foto familiar. Sacan foto. Suben al auto. Siguen. Frenan. Foto familiar. Sacan foto. Suben al auto. Siguen. Frenan. Foto familiar. Sacan foto. Suben al auto. Siguen. Frenan. Foto familiar. Y así hasta que después de 19hs llegan por fin a la costa.

Pero notas algo que no es familiar. Y es que tu viejo para ahorrarse unos mangos decidió alquilar en la B de las playas argentinas. Pero pensás que van a ser las vacaciones más baratas del final de tu adolescencia.

Llegan, bajan las valijas, los bolsos y se instalan. Te toca dormir con tu hermano. Y tu hermana. Y tus padres. Porque la cabaña tiene solo una habitación. Con un baño. UN BAÑO. Cuyas cualidades es que se escuche absolutamente todo. TODO. Para quienes descargarse es un ritual, esto es una de las peores cosas que te puede pasar en la vida. Sobre todo escuchar a tu padre cagar, a tu hermana mear y a tu hermano de 13 puñetearse.

En fin, solo pensás en seguir de vacaciones. Gratis.

Hasta que el primer almuerzo te dicen que vayas a comprar asado. Pero no te dan guita.

– Bueno, pasame para comprar
– Estás acá gratis y todavía pretendés que te de plata para las compras – te dice tu viejo.

Tragás y vas a comprar asado. En la costa. En temporada alta.

La comida está lista, y como no sos de compartir muchas comidas con toda tu familia se ponen de acuerdo para hacerte el interrogatorio de tu vida. Decidís volverte monosilábico y todos se calientan con vos.

Te vas a dormir pensando en que todavía te quedan 6 días para conocer al amor de tu vida.

6am y tu viejo te despierta que hay que ir de urgencia porque a tu hermana le cayeron tan mal las mollejas que compraste que se le desató una reacción alérgica. La única solución es volverse.

Decís que no.

Te terminás volviendo.

4hs de viaje y tu vieja grita que quiere una foto en ese árbol con forma de árbol.

Eso sí, te queda el regocijo que estas vacaciones te costaron solo 2kg de asado en la costa en plena temporada alta.

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